DISPUESTA A TODO

1440 Words
>JULIETTE La atmósfera en la discoteca era densa, cargada de una tensión palpable que chisporroteaba como un rayo listo para caer. Su mirada ardía con una intensidad que me quemaba, una mezcla de deseos inconfesables y un desafío subyacente que no podía ignorar. Mis pensamientos se agolpaban como una ola desbordante, empujando mis límites mientras sus manos descendían por mi espalda, suaves pero firmes, deteniéndose en la curvatura de mi cadera. La forma en que me sostenía era segura, casi posesiva, y una parte de mí se sintió extrañamente complacida por la manera en que su fuerza me envolvía. —Dímelo —insistió, su voz baja y rasposa, resonando en el aire entre nosotros. —¿Decirte qué? —pregunté, aunque sabía perfectamente a qué se refería. Era un juego peligroso, y en mi interior, un eco de advertencia sonaba, pero estaba demasiado intrigada como para retroceder ahora. —Dime que estás dispuesta a todo, Juliette —repitió, su tono impregnado, de una determinación que hacía vibrar cada fibra de mi ser. Las palabras flotaron en el aire, pesadas y electrizantes. Dios, este cabrón sabe lo que hace. Cierro los ojos un instante, dejándome llevar por la vulnerabilidad que estaba empezando a sentir. Cada segundo que pasaba junto a él era un repentino encuentro con el abismo, una invitación a saltar sin paracaídas. La sensación era demasiado, un cóctel de deseo, peligro y la atracción irresistible que había estado creciendo entre nosotros. Con un suspiro tembloroso, abrí los ojos. Estaba tan cerca de él que podía sentir el calor de su cuerpo, la latente energía que emanaba como un fuego viviente. El mundo exterior quedó difuso y distante; solo existíamos él y yo, inmersos en esta danza delicada. No podía apartar la vista de sus ojos, que brillaban con el reflejo de un deseo que, hasta ese momento, había temido reconocer. —¿Qué es “todo”? —le pregunté, mi tono más desafiante de lo que pretendía. Sabía que no estaba en una posición fuerte, pero la adrenalina corría por mis venas y me daba valor. La curiosidad estaba apoderándose de mí, un impulso pulsante que me guiaba hacia lo desconocido. —Todo lo que yo quiera —reiteró, inclinándose un poco más cerca, como si quisiera sellar el pacto entre nosotros sin que el resto del mundo pudiera interrumpirnos—. Todo lo que implique romper las reglas, traspasar límites. Vivir sin pensar en las consecuencias. La idea retumbaba en mi cabeza, un eco constante que me llamaba a entregarme por completo, a soltar las riendas de mi vida y dejarme llevar por la corriente impetuosa que él representaba. Había algo liberador en su propuesta, en esa búsqueda desenfrenada de lo prohibido. Pero también había un abismo de incertidumbre que acechaba al borde de esa decisión. Mi corazón latía con fuerza, un tambor resonante que marcaba el ritmo de mis pensamientos. ¿Realmente estaba dispuesta a todo? La respuesta era un susurro en el fondo de mi ser, un anhelo profundo de romper con la monotonía y la seguridad que habían definido mi vida hasta ahora. La idea era seductora, pero también aterradora. Las palabras que brotaron de mis labios fueron audaces, la chispa de la decisión encendiéndose en mi interior. —Estoy dispuesta a arriesgarme, a explorar lo que hay más allá de la zona de confort. Pero no quiero que esto se convierta en un juego de poder. No soy un objeto que pueda someterse a voluntad. Su expresión cambió, revelando una mezcla de respeto y admiración. Por un breve momento, el juego de seducción se desvaneció, y la conexión entre nosotros se hizo más profunda, más auténtica. —No lo es —respondió, la suavidad de su voz contrastando con el ardor anterior—. Esto es real para mí, Juliette. No estoy aquí solo para jugar. Estoy aquí porque te deseo, ya que me gusta lo que veo. Cada término que utilizó resonaba en mi corazón, cavando profundamente en mis inseguridades y anhelos. Él veía algo en mí que yo misma había ignorado durante mucho tiempo, algo que iba más allá de lo superficial. El silencio se alargó, permitiendo que nuestras emociones fluyeran a través de la música como un río caudaloso. La electricidad seguía estremeciendo mi cuerpo. Cerré mis ojos por un momento disfrutando su caricia a través de mi ropa. Abro los ojos y lo miro con una sonrisa. —Estoy dispuesta a todo, León. Él no necesita más. Sus labios chocan contra los míos con una necesidad feroz, como si me hubiera estado esperando toda la maldita noche. La intensidad de su beso cala hondo en mí, un fuego que se aviva al contacto de su cuerpo dominador. Sus manos me sostienen con firmeza, mientras su lengua se mueve con un reclamo casi primal, exigiendo más y más. En ese instante, la discoteca se desvanece; la música se convierte en un eco lejano, como si existiera un velo invisible entre nosotros y el resto del mundo. Solamente él y yo, perdidos en un torbellino de deseo, devorándonos, retándonos mutuamente, ganando y perdiendo en este baile seductor que solo nosotros entendemos. La atmósfera es densa, cargada de una tensión palpable. Se siente como un incendio a punto de consumirnos vivos, implacable y ardiente. Los labios de León son fieros sobre los míos, y no me quedo atrás. Lo muerdo con una mezcla de desafío y entrega, lo chupo, lo devoro con cada respiro. Su lengua explora mi boca con una voracidad insaciable, reclamando todo lo que soy, tomándolo todo. Siento la presión de su mano grande apretando mi cintura, un agarre que me hace arder aún más. No hay suavidad, no hay ternura, solo pura dominación. Y, curiosamente, yo lo dejo. Debido a que, en esencia, deseo ser dominada por él. Es un deseo primitivo que despierta en mí, algo que siempre había mantenido en silencio, pero que ahora grita, exigiendo ser escuchado. Mis uñas atraviesan su camisa con ansias, mientras su boca abandona mis labios para descender hacia mi cuello. Chupa, muerde, lame; un torrente de sensaciones me invade, y me arqueo hacia su cuerpo cuando atrapa mi piel entre sus dientes, como si buscara marcarme con su posesión. —¡Dios, León…! —jadeó, sin poder reconocer mi propia voz. Cada palabra se escapa de mis labios como un pequeño mantra de entrega y anhelo. León suelta una risa ronca y profunda, resonante contra mi piel, esa risa que me envuelve y me desarma. —Me gusta cómo dices mi nombre, Juliette —susurra. Su voz es un susurro lascivo que me recorre la piel como un escalofrío electrizante. Me hace temblar, amplificando el fuego que arde entre nosotros. De repente, su mano atrapa la mía con firmeza, y siento la oleada de su determinación. La aprieta como si con eso me estuviera diciendo algo. Se lo pensó unos segundos, yo seguía besando su cuello, no quería parar. —Nos vamos de aquí —ordena con un tono que no admite objeciones. —Eso quiero. —murmuré en su oído. Él decide. Yo obedezco. El deseo de complacerlo, de dejarme llevar, florece en mí, impulsándome a seguir su ritmo. El aire entre nosotros está cargado de electricidad, y no puedo evitar preguntarme adónde me llevará este calor, me está matando. Su mirada, oscura y decidida, promete aventura, peligro, y sobre todo, un lado de mí que estaba oculto, esperando salir a la superficie. Mientras nos abrimos camino entre la multitud, mi corazón late con fuerza, ansioso por lo que está por venir. La noche aún es joven, y estoy lista para explorar cada rincón de esta nueva realidad, siempre y cuando esté a su lado. Me jala a través de la discoteca como si supiera exactamente lo que va a hacerme, y yo lo sigo sin pensarlo. Perdida, ardiente, necesitada. Nos acercamos a los baños, pero León sigue caminando. No va a meterme en un maldito cubículo de baño. ¿Verdad? Abre una puerta negra con un letrero que dice PRIVADO y me empuja dentro antes de cerrar con llave. Es una maldita habitación VIP. Sofás de cuero, luces bajas, una mesa con botellas de licor. Pero no tenemos tiempo de fijarnos en eso. Porque León me toma del cuello y vuelve a besarme. Esta vez no hay control. Esta vez es puro fuego, una incontrolable necesidad. Sus manos recorren mi cuerpo sin piedad. Apretando, agarrando, poseyendo. Mis piernas se aflojan cuando su lengua traza un camino húmedo desde mi cuello hasta mi clavícula. —Se siente bien… —jadeo, y mis dedos se hunden en su cabello.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD