Aquella tarde después de clases, Jenn y yo fuimos a comprar nuestros vestidos para la boda de Nicky y Jacob.
Ambas estábamos emocionadas por asistir a la boda, sin embargo, nos ponía de mala pensar en Gabrielle.
Le dije a Jenn todo lo que Gabrielle me había dicho aquella mañana, y tuve que sostenerla para que no corriera a casa de Ryu a golpearla. Estaba molesta, y la entendía, pero los golpes no iban a solucionar nada, porque si lo hicieran, yo misma le habría pateado el trasero.
- No puedo creer que te haya tratado así – masculló Jenn. – Deberías decirle a Jacob, él puede impedir que asista a la boda.
- No voy a hacerle eso a Ryu – hice una mueca. – Ni siquiera puedo decirle que Gabrielle solo intenta molestarme. Me sentiría muy mal.
- Lo sé – ella suspiró. – Y lo entiendo, es solo que odio verlo con ella. Yo sé que ella no me ha hecho nada a mí, pero te ha hecho daño a ti y la odio por asociación.
- Gracias, Jenn.
Ella me dedicó una sonrisa de ánimo y juntas nos embarcamos en la ardua búsqueda de los vestidos perfectos.
Tres horas y dos copas de helado de vainilla nos tomó llegar a la tienda perfecta donde todos los vestidos eran preciosos… y sumamente costosos.
- ¡Dios! Mira esto, es perfecto para ti– dijo Jenn sosteniendo un bellísimo vestido dorado y con encaje. Y sí, el vestido era un sueño.
- ¡Y cuesta dos mil dólares! – se lo quité de las manos. – No tenemos el dinero.
- Lo sé – ella rodó los ojos. – Odio ser estudiante, todo el dinero se me va en guías de estudio, libros aburridos de teoría, almuerzos malos, y pues claro, la universidad.
- Lo odio también – hice una mueca.
- Pídele el vestido a Kyle – soltó de pronto. La miré ceñuda. No. No iba a hacerlo.
- ¿Estás loca?
- Kyle tiene dinero – me miró con las cejas curvadas. – Mucho dinero.
- No me voy a aprovechar del dinero de mi novio – la tomé de la muñeca y la arrastré afuera de la tienda. – No me importa ir con un vestido de la sección de rebajas de Macy’s, pero no le pediré dinero a Kyle.
- Pero…
- ¡Qué no! – me crucé de brazos. Me ponía de mal humor pensar en el hecho de que Kyle tenía dinero para derrochar y usualmente no hacía nada con él, a lo mucho compraba cerveza y tenía que obligarlo a comprar zapatos nuevos cuando los suyos estaban por desarmarse. Y yo tenía que trabajar hasta quedar deshecha solo para pagar por el combustible de mi motocicleta.
- Bien – suspiró Jenn. – Pensaremos en algo.
Asentí con la cabeza, intentando convencerme de que pensaríamos en algo mejor que aquel vestido. Sin embargo, todo lo que venía a mí era mi baile de graduación, cuando tuve que usar un vestido de mi hermana, y no es que estuviera lamentándome por ello, pero habría sido lindo haber usado algo que me hiciera sentir como una princesa; es decir, era de esas ocasiones que no se repetían y que quieres recordar por el resto de tu vida como aquel momento donde luciste fabulosa con algo que te hacía sentir como la mejor versión de ti misma.
Y no fue así como me sentí aquella noche. No me malentiendan, estuve con Kyle, y él fue increíble, sin embargo, varias cosas de aquella noche no salieron como esperaba.
Jenn y yo nos dimos por vencidas, no íbamos a encontrar nada aquel día, así que cada una fue a casa con la esperanza de que el día siguiente fuera el día en que tuviéramos suerte. Estábamos en Nueva York, había miles de opciones.
Entré a mi edificio agotadísima y presioné el botón del elevador para encontrarme con la peor sorpresa de todas cuando se abrieron las puertas.
- ¿Gabrielle? – arrugué la frente, totalmente confundida. ¿Qué rayos hacía ella en mi edificio? ¿Y qué rayos hacía con ese vestido taaaaan corto y ceñido al cuerpo?
- Hola, Cass – sonrió cínicamente. Salió del elevador y me miró de pies a cabeza. – Lindo apartamento.
- ¿Qué haces aquí?
- Vine a saludar a mi exnovio – se encogió de hombros. – Y en buen momento, estaba solo.
- Vete antes de que llame a seguridad – gruñí entre dientes. Ella sonrió en grande. Si quería molestarme, lo estaba haciendo jodidamente bien.
- ¡Qué pena que dejes a Kyle siempre solo! – hizo una mueca burlona. – El pobre te espera con la cena lista y tú desapareces con… ¿Cómo se llama? ¡Philip! El que te engañó con tu hermana…
- ¿Qué le dijiste a Kyle? – apreté los puños. ¡Dios, cuánto quería golpearla!
- Lo que vi – se encogió de hombros. – Y no le gustó demasiado.
- ¡Ya vete! – grité. No podía controlarme, me invadía la cólera y sentía que iba abofetearla si no desaparecía pronto. Estaba poniendo a prueba mi paciencia.
- ¡Ya! – hizo un puchero. – No quería molestar, hasta luego. Dile a Kyle que me encanta su nuevo estilo, por cierto.
Apreté la mandíbula y Gabrielle se dio vuelta, salió por la puerta de cristal y desapareció en la noche.
Con el pulso acelerado y muchas ganas de llorar de impotencia subí a nuestro piso y me encontré con un no-muy-contento Kyle sentado en la terraza.
Él estaba con la vista pegada en los edificios y las luces, tenía una cerveza en la mano y su expresión no era la más agradable. Desde aquella ventana teníamos una gran vista de la ciudad y a Kyle le gustaba, sin embargo, no parecía nada feliz y eso me puso nerviosa.
No quería pelear con él, pero me molestaba que le hubiera abierto la puerta a Gabrielle. Yo no desconfiaba de Kyle, desconfiaba de ella.
- ¿Qué hacía Gabrielle aquí? – fue lo primero que salió de mi boca. Él levantó la vista, me dedicó aquella mirada de decepción profunda que me hizo doler el corazón. Me mantuve de pie, intentando parecer dura.
- Vino a contarme las últimas noticias – masculló. – ¿Philip?
- ¿De qué hablas?
- ¿Es enserio, Cass? – se puso de pie, visiblemente molesto y un poco pasado de copas. – ¿Sales con Philip? ¿Por eso llegas tan tarde?
- No sé qué demonios te metió Gabrielle en la cabeza, pero es mentira. Y Kyle, honestamente, no quiero pelear contigo a causa de ella.
- ¿Mentira?
Dejó una fotografía sobre la mesa de la terraza.
- Explica eso – se cruzó de brazos.
Era una fotografía de Philip y yo aquella mañana en la universidad, del momento exacto en que él quitó mi cabello de mi rostro para ponerlo tras mi oreja. En la foto parecíamos estar más cerca de que lo recordaba y mi expresión no me ayudaba mucho, tenía en mí esa tonta sonrisa de quinceañera y las mejillas sonrosadas.
- No es lo que parece – me relamí los labios.
- ¿No pensaste en una frase menos cliché? – alzó las cejas. – Porque es bastante claro, Cass.
- ¡No, Kyle! – estallé. – Gabrielle está intentando sabotear mi vida, ¿no lo ves? Primero sale con Ryu para molestarme, asistirá a la boda de mi primo, luego, me ataca en el facultad y ahora esto.
- Nada de eso explica la foto…
- ¡¿Me estás escuchando?! – grité.
- ¿Te estás escuchando a ti misma? – preguntó, mirándome como si no me conociera. Eso me dolió un montón. – Suenas como una loca, ¿por qué alguien se tomaría tantas molestias para hacerte sentir mal?
- ¡Porque es obvio que ella sigue enamorada de ti!
- ¡No es cierto!
- ¿Entonces qué hacía aquí? – quise saber. – ¿Me explicas eso? Porque luce muy sospechoso, y no me gusta para nada.
- Solo trajo esta foto – soltó sin mirarme. – Vino a decirme que te vio con Philip hoy.
- ¡Veo a Philip todos los malditos días, Kyle! – rodé los ojos. – Trabajamos juntos, somos amigos.
- ¿Puedes ser amiga de tu ex? – cuestionó.
- Sí, sí puedo – suspiré. – Porque Philip no es un psicópata como Gabrielle.
- Gabrielle era tu amiga, Cass, ¿Cómo puedes odiarla tanto?
- ¡No la odio…! – me crucé de brazos también. – Solo no me molestaría empujarla por la terraza.
- ¡Cass!
- ¿Qué? ¿No notas lo que está tramando? – ¡Dios! esto comenzaba a hartarme. ¿Cómo era posible que Kyle estuviera tan cegado por los celos? – Esta foto es un malentendido, es todo.
- No entiendo como aquella sonrisa tuya es un malentendido – dijo finalmente, bajando la cabeza. Parecía herido.
- Él solo estaba consolándome – admití.
- ¿Por qué él? – le tembló la voz. – ¿Por qué no puedo consolarte yo?
Estuve a punto de decirle lo que Gabrielle me había dicho aquella mañana, pero… ¿de qué habría servido? Kyle no iba creerme, o quizás iba a seguir llamándome loca y no tenía ánimos para ser tratada de ese modo.
- Él estaba ahí, es todo.
- Yo puedo estar donde quieras que esté, Cassandra – su voz se rasgaba cada vez más. – Solo que no esta noche.
Agarró su teléfono y se dio media vuelta antes de cruzar la sala y dar un portazo que me hizo saltar en mi lugar.
No supe qué hacer, no tuve tiempo de decir nada más. Kyle estaba muy molesto, yo también, y quizás lo mejor eran un par de horas de distancia. Quizás las cosas se enfriarían, hablaríamos y todo estaría bien. Quizás solo era una pelea estúpida.