Tomo mi maleta rosa pastel y mi bolso que me echo al hombro, abro la puerta y uno de los guardias de seguridad me quita todo, él lo lleva y lo sigo, me puse una falda blanca corta y una polo rosa palida, mis zapatos deportivos, me hice una cola de cabello alta. Esperaba ver a mi padrino en la villa de los Celli, pero para mi sorpresa está frente al auto, habla por teléfono y camina de un lado al otro, lo observo, parece molesto y por un segundo me pregunto si por algo relacionado a mis padres.
El hombre de seguridad sube mis cosas al auto, y me acerco más a mi padrino de forma disimulada. Me saluda con la mano y se da la vuelta.
Subo al auto porque así me lo ordenan sus hombres, luego se sube él y cuelga el teléfono por fin. Le sonrío y él hace una mueca que se parece a un sonrisa.
—¿Problemas?
Niega con la cabeza y suspira mirando hacia fuera de la ventana.
—Los Celli darán una fiesta esta noche calculé mal, habríamos partido mañana, pero ya nos esperan.
—¿Tienes que trabajar?
—No, es solo que no soy de fiestas, a diferencia de cierta jovencita.
Me echo a reír y me muerdo los labios sin dejar de mirarlo.
—Menos mal que traje vestidos de gala.
—No creo que debas asistir a la fiesta, será mejor que te quedes en tu habitación.
Ruedo los ojos.
—¿Ni porque estarás tú, padrino?
—Esas fiestas son..., es mejor que no estés en la fiesta, punto, está decidido. Eres muy joven.
—Vivo encerrada, seré virgen por siempre —digo de forma descuida, aunque en voz baja, me doy cuenta de lo que digo y lo miro abriendo mucho los ojos, él se pone rojo y desvía la mirada.
—Lo siento, no quise, es decir...
—Olvídalo.
El resto del tiempo me siento tan avergonzada que me pongo a escuchar música durante todo el camino y hasta consigo quedarme dormida. Me despierta un gentil toque sobre mi brazo, cuando me doy cuenta de que es él paso saliva y disimulo mi turbación, su contacto hizo vibrar mi piel y me reprendo, es mi padrino, debo recordarmelo una vez más, sí, es guapo, pero no es cualquier hombre.
Lo miro a los ojos, él permanece frío y serio, baja del auto y lo imito, la casa es hermosa, ya es de noche, hay autos de lujo aparcados en toda la entrada, me hace caminar detrás de él con el resto de sus hombres de seguridad, en la entrada una pareja elegante nos esperan.
—Cosimo, bienvenido querido —dice una mujer alta y elegante, es hermosa, de grandes pechos y pelo rubio, viste perlas y encaje, parece de unos treinta años, su esposo la besa en la mejilla y nos mira.
—¿Está es tu prima? —pregunta el hombre.
—Sí, y mi ahijada, mi pupila y protegida: Elia Orsini.
—Bellísima señorita —dice el hombre alto y moreno que parece una estatua griega, besa mi mano y siento cosquillas, sonrío apenada, la mujer me mira de arriba abajo.
Entramos a la mansión, veo a la gente que está ya en la fiesta, visten trajes caros, joyas enormes. Nos conducen hacia las habitaciones de arriba, la habitación de mi padrino está junto a la mía, los anfitriones nos acompañan hasta la puerta.
—Te cambias y bajas, supongo —dice la mujer a mi padrino.
—No, aprovecharé de descansar.
—No, qué aburrido, tienes que bajar, Aurora esta aquí, está precioso y ya preguntó por ti.
Lo miro, él sigue inexpresivo, la mujer se gira hacia mi, me toma de las manos y me sonríe.
—Tu querida: cambiate y baja.
—No, ella no...
—Nada de eso, Cosimo, está bien que tú seas un aburrido, pero no mantendrás encerrada a la chica. Anda, ponte bonita ¿Quieres?
Asiento y sonrío, él me mira mal, sabía que me regañaría, pero quiero ver quien es esa tal Aurora y qué historia se trae con él. Entro a mi habitación y corro a sacar el vestido que llevé, uno rosa pálido de seda que me queda holgado, muy chic y sensual, después de bañarme rápido me pongo una cinta en el cabello como cintillo y lo dejé suelto.
Salgo y toco a su puerta, después de que vio que yo bajaría decidió bajar también. Abre la puerta y me mira a la cara, baja poco a poco la mirada y me tenso, pero sonríe de medio lado.
—Decente al menos.
—¿Por quién me tomas?
—No sé, Elia, solo quiero cuidarte, eres muy joven, estas personas son como buitres detrás de presas. Debes andar con cuidado.
—No me despegare de tu lado.
—Bien, mejor así.
Bajamos y aspiro su olor, se ve guapo en traje con moño de lazo y su cabello engominado, llegamos a la sala lujosa con muebles antuguos, todos parecen conocerlo, me va presentando y no me suelto de su brazo, hasta que llegamos con una chica de cabello n***o y ojos verdes que va en un vestido rojo muy sensual. Él se le queda mirando, besa su mejilla y ella sonríe coqueta.
—Mi amor, moría por verte —dice.
—¿Cómo estás, Aurora? Te presento a mi prima Elia Ornisini.
Es entonces cuando la mujer parece notarme, me mira mal repasandome de arriba abajo con una mueca de desagrado.
—¿Eres niñero ahora? Espero que tengas con quien dejarla esta noche, esta noche retomamos lo que dejamos a medias.
Él sonríe de medio lado y asiente de forma ligera.
—Te veo más tarde. Iré a saludar a los Smith.
Me lleva con él, la mujer me dedica una sonrisa falsa y regresa con sus amigos. Siento que me pongo celosa lo cual es ridículo, ella es hermosa y él muy atractivo, me pregunto cómo serán los dos en la cama.
—¿Es tu novia?
—No, es una amiga, solo una amiga muy especial.
—Ya veo. No la he visto por la casa así que...
—Nunca la he llevado a casa. No la verás por allá.
—Entiendo, es solo tu amiga especial.
—No hablaré de mi vida intima contigo, virgen —dice bromeando, sonríe. Le devuelvo la sonrisa, pero me incomodo porque noté como se puso de buen humor al verla.
Me pregunto qué me pasa con mi padrino, por qué lo celo, por qué siento la necesidad de saber cosas íntimas de él. Pienso que es hora de que yo tenga mi primera vez para dejar estar pensando tonterías, eso es lo que me tiene confundida, pienso que la mejor opción es Alejandro: besa bien, me gustaron sus caricias.
Sonrío sola recordado sus mensajes pidiendo perdón, diciendo que se comportó como un bruto y que en lo que mi captor me libere me llevará a una comida para compensarme, es un lindo chico, es guapo, me gusta fisicamente, Alejandro es perfecto: tendré mi primera vez con él y así dejaré de pensar en mi padrino, que es intocable.