“Cafetería”
Llego al trabajo rápido, paso al área de la cocina directo, saludo al gerente con un asentimiento de cabeza, no es completamente de mi agrado pero no tengo otra opción de trabajo por el momento, y debo estar aquí, mientras. Me acomodo el delantal encima de la ropa sin mucho afán, la cocinera Carlota me mira sonriendo, es la única mujer con la que me llevo bien en este lugar, y es porque es mayor, la más vieja de todas. Me tiende un plato con comida del lugar.
—Toma, come algo antes del trabajo— sonrío amablemente tomando el plato agradecida.
—Gracias, Carlota. Moría de hambre— hablo tomando asiento a un lado del lavaplatos.
Devoro el plato en minutos. Como siempre su comida estuvo deliciosa.
—Divina, como siempre Carlota— la alabo, en eso entra Mariangel y Gabriela al local, dos chilenas bien odiosas, que se tiran al gerente por un poco más de dinero.
—No te pagan para que te quedes en la cocina a comer—habla la primera en tono mordaz.
—Como dicen en todos lados, venezolana muerta de hambre tenías que ser—ruedo los ojos molesta con el comentario despectivo que me dirigen. Siempre vienen venenosas al trabajo las muy cochinas.
Prefiero quedarme callada, es mejor así, Carlota las mira mal, hace el amago de responderles pero le sonrío tranquilizadora, ellas no me van a arruinar el día, estoy muy tranquila como para rebajarme a su nivel.
—¿Qué? No piensas salir a trabajar—musita tomando un plato servido, mirándome con mala cara.
—Ve a trabajar tú es lo que tienes que hacer, en vez de estar mandando. Tú también muévete— les ordena Carlota seria.
Ambas hacen caso, saliendo de la cocina, despavoridas. Soltamos una carcajada por sus actitudes.
—No te dejes intimidar por ese par, porque después se te montaran encima y ya será tarde. Defiéndete niña, por eso no te van a botar— me refuta mirándome con seriedad pero afectuosa.
—Gracias, lo tomare en cuenta para la próxima, solo que de verdad no quiero problemas. Suficientes tengo con los de mi casa, es un martirio tener que venir a pelear también en el trabajo…
—Es lo que debes hacer por ahora, niña— sonrío asintiendo, sin decir más.
Carlota es una mujer fuerte, que trabaja desde que llego a Argentina hace algunos años, y desde entonces trabaja en este restaurante, vive con su hijo mayor y la esposa de este, se llevan muy bien, y eso me hace feliz, al menos un migrante que conozco está feliz estando fuera de su país. Lo poco que me ha contado de su vida, es que su esposo la dejo cuando dio a luz a su primer hijo, luego conoció a otro hombre con el cual tuvo dos más, y este murió unos 8 años después de cáncer en su país natal, se vinieron a Argentina tiempo de después, todos. Sus hijos menores son graduados, menos el mayor, aunque trabaja en un lugar muy bueno de la ciudad y le pagan bastante bien, en conclusión viven bien, sus otros dos hijos viven a unas cuadras de ella, y se llevan bien también, solo que estos están más pendientes de las fiestas que de sentar cabeza. No los conozco, pero sé que me agradarían, como su madre.
—Bien, me voy a comenzar mi turno, te veo a la salida Carlota— me despido, y tomo el block de notas junto con el bolígrafo antes de salir al frente.
Visualizó a la chica que me toca reemplazar en el turno de la tarde y la veo en la mesa 7 con uno señor mayor, está anotando algo, y luego viene a la cocina justo de dónde vengo, cuando me visualiza, sus ojos se iluminan.
—Hola, Alina. Qué bueno que llegaste, me cubres la mesa 7 por favor, es que mi hijo ya salió de clases, y debo pasar por él— Mandy es una de las pocas Argentinas con las cuales me llevo bien, es amable, aunque misteriosa con su vida, intente que fuésemos amigas, pero me dijo que en su vida era muy complicado tenerlas, que era mejor ser compañeras de trabajo, aunque últimamente me pide estos favores o me trata mejor, seguro que tiene problemas de confianza o algo así.
—Vale, no hay problema, dame la orden del señor y ahora mismo la despacho— accedo sin rezongar, me he dado cuenta que cuando la ayudo su manera de tratarme mejora, siendo una especie de amiga compañera.
—Gracias, te debo una— musita tendiéndome el papel de la orden de la mesa 7, y sale corriendo al área de empleados.
Verifico la orden antes de pasarla a la cocina, comida ejecutiva más jugo de moras. Saludable. Paso a la cocina y tiendo la orden a Carlota, que la toma y rápidamente comienza a prepararla. Espero los minutos que se tarda, tomo el plato terminado poniéndolo en la bandeja con lo demás, y salgo a entregarlo.
—Aquí está su orden señor, que lo disfrute— me mira confundido, pero no dice nada. Acomodo la orden en frente de él, cuando está todo listo le sonrío y me aparto.
—Gracias, niña.
Me alejo de allí complacida con el buen trato, hay algunos clientes que son muy pedantes, groseros y quisquillosos al momento de ordenar o cuando se les entrega el platillo. Eso me molesta sobremanera pero lo he sabido controlar, gracias a Dios, porque si no hubiese lanzado unos cuantos platos a la cabeza. Sobre todo a las chicas de mi universidad que suelen frecuentar este local.
Paso la jornada de trabajo relajada, solo atiendo en total a 10 clientes en toda la tarde, todos muy chéveres y generosos, termine con una buena suma de propina, que apenas llegar a casa meteré en la alcancía, la cual es para algún alquiler o servicio que tenga que ver con la casa.
—Hola, mamá— la saludo pasando por su lado directo a mi habitación.
—Hola, cariño. ¿Qué tal la universidad?— al escuchar la pregunta me devuelvo sobre mis pasos.
—Bien, creo que me ira bien en el examen de hoy, le ruego a Dios que así sea— me mira con amor, ese que siempre me demuestra.
—Saldrás bien mi amor, ya lo veras.
—Eso espero.
Salgo de allí, pasando a mi habitación, cansada del día. Tomo una ducha rápida, y me coloco el pijama corto, es verano y en Argentina hace más sol que en Venezuela en esta temporada. Es demasiado horrible, y para prender el aire solo puedo hacerlo cuando ya voy a dormir, porque si no el gasto de electricidad sería excesivo y no nos conviene ahora. Me tiro a la cama, tomando el libro de Hush-hush, que no he terminado de leer desde hace como 2 meses, porque he estado muy ocupada con el trabajo y la universidad, busca la página donde quede anteriormente y reanudo la lectura.
A las 8 de la noche estamos cenando en el comedor, Diego esta algo callado mientras mira a mi hermano mayor mucho a mi parecer. No sé qué sucede pero esto ya me tiene cansada, que él lo mire con cara de preocupación es verdaderamente frustrante, teniendo en cuenta que Diego suele ser el más extrovertido, y echador de bromas de toda la familia. Decido ignorarlos, si es tan preocupante, ya nos contaran, mientras que ellos resuelvan.
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La semana de clases termina relajada, no tengo más exámenes hasta la próxima semana de arriba. Y eso me pone feliz, porque no tendré que amanecer estudiando hasta unas dos semanas. Es jueves, por lo tanto llego al club a eso de las 8 de la noche, como siempre, paso por detrás para no ser vista por nadie, no quiero malos entendidos o comentarios al respecto, es bastante molesto ser lo que soy, y que yo lo sepa es suficiente.