Toi en moi

1022 Words
― ¿Sabes a dónde vamos? Negó sin mirarle, ella continuaba caminando, como lo han hecho por horas desde que salieron de la habitación. ― Háblame Anaís, debes hacerlo para ayudarte. ― ¿Estás cansado? ¿Quieres una pausa? Él le tomó del mentón y detuvo su andar bloqueándole el paso con su corpulento cuerpo. ― Escucha, nada de lo que me digas me alejará de ti. No te voy a dejar y caminaré a tu lado toda una vida si eso te da paz. Pero déjame ayudar, necesito saber que pasa para aligerar, puede que la angustia te nuble la vista. Anaís lo miró con el terror aún marcado en sus ojos, ella de verdad quería hablarle, decirle que pierde su inmortalidad por estar en embarazo y que, ni siquiera sabe como un ente del poder que ella heredó, puede llegar a concebir un hijo. ― Habla Ana, dilo que estoy contigo. ― Camille murió. No podemos volver o nos culparán. ― ¿Sobredosis? ― El frotó su frente, como buscando la respuesta en sus pensamientos. ― No puedo hablarte de todo lo que quisiera, ni siquiera sé tu nombre. ― ¿Por qué te preocupa tanto eso? ― Es lo típico, es lo común. Es normal ― Continúo caminando. ― No somos típicos, comunes o normales. Lo sabes y lo sé. La respuesta de él la detuvo de golpe. ― ¿Qué sabes? ¿Qué debo saber al caso? ― No eres de París, no eres de Francia. Ni siquiera eres de este continente. ― Eso es obvio ¿Qué tienen que ver con la normalidad? ― Siguió caminando. Él jugaba a adivinar y ella no tenía ni el tiempo, ni la paciencia para ayudarle a entender. ― Anaís, que no eres del mundo. Eso lo sentí desde el momento en que te vi. También leo las emociones, así como quisiste hacerlo conmigo el día que nos conocimos. ― ¿Cómo lo sabes? ― La información le detuvo de nuevo. ― Es algo que no puedo decirte. ― Él te envío ¿Cierto? ― Le golpeó el hombro exigiendo respuestas ― Lo hizo, te mando a buscarme. ― Se giró para darle la espalda ― ¡Déjame en paz! ― Gritó a la nada. ― ¿Él? ¿Quién? ― Camina, debemos avanzar. ― ¿A dónde Anaís? Dime a donde. Anaís se detuvo de nuevo. ― No se a donde vamos ― Le tomó la mano y la puso sobre su vientre ― Solo sé que debo proteger esto que es nuestro, de la maldad pura. La sorpresa y la ilusión se marcaban en su rostro, para Anaís, eso fue un aliciente. ― ¿Estas embarazada? ―Mientras lo mencionaba, entendía la gravedad de la situación. Ella asintió, con una sonrisa sincera. Ahora que se enfrentaba a la verdad, empezó a notar que la idea le daba una ilusión que nunca había sentido. ― Jerome ― Casi murmuró. ― ¿Jerome? ― Mi nombre, Jerome. ― Vamos ― Le tiró del agarre de su mano ― Jerome, vamos a poner a salvo a este bebe y a vivir una vida, lejos del pasado. Él dio un par de pasos y se detuvo.  Mientras avanzaban los minutos, él entendía mejor lo que estaba pasando. ― ¿Quién es él? ― Camina, debemos ponernos a salvo. ― Dime y podré ayudar, necesito saber de donde vienes para ponernos a salvo. ― Solo puedo decir, que debe ser tierra de luz. ― ¿Necesitas tierra de luz y llegaste a París? ― Soy inexperta Jerome. ― Inexperta y confiada. En Francia sobre abunda la oscuridad y pueden hallarte sin mayor esfuerzo. Él ajusto la verdad a su realidad, ella sabía que eso no era cierto. Anaís no era, ciertamente, una mujer de luz. Pero necesitaba protegerse de la oscuridad, a ella, a Jerome y al bebe. ― ¿Ya tienes una idea? ― Espera solo un poco, pronto sabré donde. ― No podemos esperar en medio de la nada, mientras me buscan para lastimarme. ― No lo harán si estas a mi lado, pero mi fuerza se va perdiendo en la tierra. ― Y con el embarazo ― Concluyó ella. ― ¿A qué te refieres? ― Al ser el padre, la inmortalidad se va perdiendo con el avance del embarazo. ― ¿Soy el padre Anaís? ― Ella golpeó la frente del hombre. ― ¿Te arrastraría conmigo si no fueras el padre? ― Pensé que me llevabas contigo por que me quieres ― Fingió un dolor en el pecho ― Vamos Jerome, debes ocultarnos. ― No debemos ocultarnos, solo no debemos manifestarnos de ninguna manera. ― ¿Cómo es eso? ― Comer, dormir, beber, como los mortales. Mientras nuestro cuerpo no haga uso de la inmortalidad, para sobrevivir o para regularse, no podrán detectarnos. ― ¿Por qué yo no sabía eso? Jerome se encogió de hombros. ― No sé de donde vienes o cual es tu origen.   ― ¿Seguimos caminando? ― Trató de desviar la atención de él sobre el tema de su origen. No puede decirle al padre de su futuro hijo o hija, que ella es un ángel del inframundo, mientras que, al parecer, Jerome es uno de los iluminados o seres de luz, que su padre ni siquiera puede mencionar. ― No voy a preguntarte nada. Cuando te sientas segura me contarás lo que puedas y quieras. ― Gracias ― Expresó con sinceridad y se acercó para besarlo en los labios. Lo abrazó y él la rodeo con sus brazos, casi acobijándola por completo. ― ¿Seguimos caminando? ― Este lugar es seguro, puedo sentirlo. Además, recuerda que no podemos sobre exigir a nuestro cuerpo para no usar la energía extra. ― Entonces ¿Qué hacemos? ― Descansamos ― Mantenía su cuerpo abrazado al de ella. ― Esperamos para que descanses. Debes mantenerte tranquila ―Rozó su vientre con la mano. ― ¿En el suelo? ― Le miró con una ligera expresión de fastidio. ― Todas las parejas, inician desde con poco. Ella le sonrío y se apretó un poco más a su cuerpo.
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