Mens moi mais aime moi

625 Words
Caminar no era una opción si no lograban descansar antes de hacerlo. Sus cuerpos debilitados empezaran a consumir de la inmortalidad para subsistir. Pero esperar, ahora que la noche había llegado, era aún peor. En medio del bosque, donde permanecían ocultos, son presa fácil de cualquier amenaza. Y, ante el riesgo, no dudarían en utilizar la luz, para salvarse. Allí mismo, serían hallados por cualquiera de los bandos que los buscaban. ― ¿Qué dejaste en el club? ― ¿Como? ―Fingió no oírle ― Anoche, en el club. ¿Qué dejaste? ―Fue en la mañana Anaís. Es el mismo día, solo han pasado unas cuantas horas. ― Aja... aja... ― Estaba irritada por no poder moverse cuando en su interior sentía toda la energía para hacerlo. Anaís se sentía presa en un cuerpo lento, necesitado, dependiente y mortal. ― ¿Elegiste el cuerpo? ― Jerome inquirió para desviar la atención al evento de la prenda dejada en el club, que tanta tensión le generaba a Anaís. ― Si, como tú. Como todos ― Levantó los hombros enojada ― ¿Qué tiene que ver eso con mi pregunta? ― Anaís ―Buscaba cordura en su compañera de un viaje inesperado - Tu que sabes lo que somos y de dónde venimos. ¿No has entendido que hay cosas de las que no podemos hablar? La mujer reía sofocada, era más como una manera de drenar el enojo que sentía. ― No quiero que me digas que no puedes hablarlo, quiero que rompas las reglas y confíes en mí. -― Te parece entonces que estar en medio de un espeso bosque en medio de la noche, huyendo de todo lo malo que no habita la tierra, a tu lado, sin saber tu responsabilidad y pensando que estas embarazada de mi ¿No es confiar? ― Puedes irte. ― Se giró para darle la espalda. ― Me pediste que te siguiera y eso hago Ana. Dejamos cosas atrás, además de nuestro pasado. Ahora nos une un bebe y la muerte de una mujer. ― No fue sobredosis. ― Fuiste tu... ¿No? ― No, Camille era mi amiga. Sabes que la amaba ― ¿Qué paso? Anaís guardó silencio y empezó a caminar. ― Ahora entiendes lo que son los pactos de silencio. Estoy aquí ― Gritaba y señalaba su entorno ― En camino a la mismísima mierda, siguiéndote los pasos y dejando mi libertad. ― Caminó más rápido y se detuvo frente a ella. ― ¿Recuerdas la libertad que amamos? ― Insistía en que ella le mirara, sin conseguirlo. ― No debes seguirme si no quieres. Puedo hacerlo sola. ― Se encogió de hombros. ― ¡No! ― Gritó ― No puedes Anaís. Por qué llevas a mi hija en tu vientre y de alguna extraña manera, jamás tendré la oportunidad de ser padre, de nuevo. Si no me quedo a tu lado no tendrá sentido nada en mi vida. ― Murmuró con sinceridad y dolor. ―  Ahora dices que te quedas por la beba. ― Jerome se mostraba frustrado. ― Digo que me quedo porque, pudiendo estar en cualquier parte del mundo. Elijo estar junto a ustedes ― Le besó. ― Tenemos que continuar, por lo menos mientras llegamos a un punto, es lo que tengo en mente. ― Nos van a leer, si nos movemos. No hemos descansado ni comido. Anaís se quedó en silencio, mientras procesaba la idea que tenía para llegar al destino, sin usar la energía inmortal y con la seguridad de no ser atacados. ― Tendrás que confiar en mi, para lo que haré. Te prometo que estaremos bien. ― ¿Vas a usar la luz? Ella asintió y sobre Jerome, la preocupación se hizo visible. 
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