I lost my life

2042 Words
Desde que estaba en la tierra, Jerome no había anhelado tener sus alas, ni siquiera un poco, caminar era algo que le agradaba, rechazar lo que, por nacimiento, su padre le había impuesto, con total desprendimiento, solo para que él entienda que no puede manipularlo con sus beneficios, le agradaba en plétora. Pero, en este momento, la distancia se le hacía eterna y quiso, solo por un par de segundos, olvidarse de los resentimientos y la lucha de poderes, para usarlas y llegar de inmediato hasta su destino. Los gritos de Anaís le impulsaban a correr más rápido y nunca notó que la casa fuera tan grande, como en este momento. ― ¿Qué pasa? ― Le gritó mientras observaba la manta en el suelo y las hojas de oro, resplandeciendo. ― ¿Qué hiciste? ― Lo que concluyó del panorama que tenía al frente, ponía a Anaís como la causante de un gran y doloroso error.  ― ¿Qué hiciste? ― Le gritó de nuevo mientras ella solo sollozaba horrorizada. Jerome la tomó por los hombros y antes que su mano fuera descargada en los pómulos de Anaís en una cachetada, un gritó le detuvo. ― No te atrevas a golpearla Jerome. ― Pandora esperaba a un par de metros. ― ¡Tu! ― Anaís reacciono al oír la voz de la mujer. ― Tu eres la culpable. Soltó el agarre de Jerome y corrió hasta ella, ahora quien recibirá el golpe, sería su protectora. ― Espera Anaís ― Le gritó antes que llegara a su lado ― No pierdas la cordura. ― Devuélveme a mi hija ― Masculló enojada, al detenerse abruptamente, por lo que, al parecer era un campo de seguridad que Pandora impuso alrededor. ― No es lo que piensas, no tengo nada que ver con eso. ― ¿Qué demonios pasa Anaís? ― Jerome se acercó con la manta en la mano ― ¿Dónde está Camille? Habla de una vez. Anaís mantenía la mirada puesta en los ojos de Pandora, anhelaba vencer el aura de protección y llegar hasta ella para vengar, tal vez, no solo la perdida de su pequeña niña. ― ¡Habla Anaís! ― Gritó de nuevo Jerome ― ¿Qué le hiciste? ― Señaló el libro dorado que estaba sobre el prado, a metros de ellos. ― Pregúntale a esta ― Anaís señaló a Pandora ― Ella tiene la culpa de todo, se metió en tus pantalones y se deshizo de nuestra hija. Jerome frunció el ceño, Anaís tenía un punto y pudiera ser verdad, de los tres, Eva era la única que tenía el poder para desaparecer personas y en el caso de Camille, era improbable que tuviera la inmortalidad, que en algún momento disfrutaron sus padres. Además de ser un castigo, una burla para los reinos, de un lado y del otro. ― ¡Eva! ― Le gritó él ― Habla. ― ¿Qué te pasa Jery? ― El campo cedió cuando ella doblego su energía por el señalamiento culposo de su amante. Anaís aprovecho el descuido de su enemiga y se tiró sobre ella, Pandora lo anticipo, un poco tarde para el primer golpe, que le hizo girar el rostro por el puño que la mujer le impuso. Antes que Anaís se recuperara, ella estaba lanzándola varios metros de distancia, sin siquiera tocarla. ― ¡Dejara! ― Le ordeno él. ― Ella tuvo la culpa. ¿Cómo crees que lo hiciera yo? No recuerdas o que eres en mi vida, lo que soy en la tuya. ― Se lamentó. ― El collar… Ese maldito collar ― Gritó Anaís desde la distancia. Estaba estancada por alguna fuerza y le era imposible moverse por sus propios medios. ― ¡Tráela! ― Otra orden y en segundos, Anaís estaba al lado de ellos. ― Te soltará, pero debes calmarte.  ― Le sentenció Jerome ― Si no lo haces, Anaís escúchame muy bien ― Se acercó y le miro con enojo, sus ojos ardían de rabia y su respiración agitada dejaba claro la ira que tenía. ― Si no lo haces, yo mismo te mando de vuelta a tu mundo. Anaís asintió por obligación, no le agradaba mucho tener que obedecer a Jerome, y menos cuando las amenazas de enviar a su tierra, tenían que ver con Pandora, su amante. ― Eres un maldito, un increíble maldito, infeliz ― Le escupió antes de levantar las manos en señal de paz ― Es todo. ― ¿De qué collar hablas? ― El collar que tenía, algo pasó con él. ― Es cierto ― Afirmó Pandora ― El collar, lo vi en la conjetura que llegó cuando estábamos… ― No tienes que callarlo, no hay de que preocuparse, Jerome pasó a ser tuyo… o tal vez siempre lo fue ― Masculló con rabia Anaís. ― ¡Se callan! ― Jerome estaba visiblemente enojado, irritado y angustiado. ― ¿Dónde está el collar Anaís? ― Pandora habló a su antagonista. ― Adentro de la casa. Sobre la mesa de la cocina. ― Espera… espera ― Jerome proceso lo que estaban hablando. ― ¿Por qué la niña no la tenía puesta? ― Pandora respiró aliviada. ― A eso me refería, eso fue lo que vi. La niña no tiene el collar ― Se lamentó como si una desgracia estuviera por manifestarse frente a ellos. ― Responde Anaís. ¿Qué pasó con el collar? ― Está en la cocina, lo dejé allí, mientras te revolcabas en tus sueños con ella. Pensando que yo no me daba cuenta. ― Mira Anaís ― Respiró buscando calma. ― Créeme que quisiera sentarme a explicar lo que pasó y a pedirte disculpas por ello. Pero resulta que, en este momento, mi hija… Nuestra hija ― Remarcó ― Esta expuesta a los riesgos más inimaginables… O tal vez sabes de que hablo, esos mismos peligros que le gusta crear a tu padre. ― No hablemos de misterios y pactos raros. Cuando tienes tantas cosas ocultas fingiendo que les hacen bien a las personas. ― ¿Por que la niña no tenía el collar? ― Insistió Pandora para desviar el posible conflicto que estaba por generarse. ― Comenzó a calentarse, le lastimó un poco la piel y lo más lógico era quitarlo. ¿Qué harías en mi lugar? ― Le gritó a Pandora. ― ¿Por qué no llamaste? Hubieras gritado Anaís… ¿No creíste que eso puede ser usado para algo? ― ¿Qué estabas haciendo? ― Inquirió Pandora ― ¿A qué te refieres? ― Anaís escupió demasiado molesta ― Por que  no se va ella, la niña es nuestra. La hallamos y te largas con ella o como quieras, pero que se vaya Jerome. Maldita sea  a donde vine a parar contigo. Desde que llegaste a mi vida, he perdido todo. ― Ni se te ocurra. ― ¡Camille! ― Lloró ― Fue tu culpa. ― ¿Mi culpa? ― Río con visual ira ― Estas loca Anaís. La pasaste de cocaína, le hiciste daño, la heriste y ahora me culpas. ¡Estas loca! ― Grito. ― Mi libertad, mi hija… Todo ha sido tu culpa. ― ¡Silencio! ― Un grito de Pandora los dejo estupefactos. Ambos se giraron para mirarle, Pandora estaba elevada, solo unos centímetros del suelo. Tenía los ojos cerrados y las manos en posición de oración. Recitaba cosas, que les eran inteligibles, pero que en Anaís, generaban una leve molestia en sus oídos. ― Eva ― Susurró Jerome. Ella era energía, en ese momento y desde su creación. Al estar con Jerome y perder su pudor en los encuentros sexuales de tal magnitud, había perdido de a poco, la virtud de conocerlo todo, tal como la tuvo él. En ese momento, ella trataba de ubicar a la beba y lo logró, solo que desearía, de mil maneras, no haberlo hecho jamás. Abrió sus ojos y de ellos brotaron lagrimas de sangre, el cuerpo de Pandora impacto contra el prado y ellos corrieron a ayudarle. ― ¿Qué le pasa? ― Anaís preguntó mientras él sacudía el cuerpo de Pandora. ― Trasfiguración un estado máximo que absorbe energía. ― ¿Para qué hace eso? ― Es el único momento en el que se nos da la sabiduría completa. ― ¿Tienen eso aún? Pensé que eran rumores ― Se burló ― Como todo en el jardín. ― Debes detenerte Anaís. Todo esto ha sido tu culpa. ¿Por qué Camille no tenía el collar? ― No te incumbe ahora. ― ¡Estamos hablando de mi hija! ― Recostó el cuerpo de Eva sobre la hierba y se enfocó en Anaís. Tenía la certeza de estar a punto de sacar toda la información, aunque le quedaran muy pocas dudas, acerca de lo que paso. ― Regresa con ella, nos dirá donde esta la niña. ― Necesita recuperarse, tal vez no lo logré. La energía es muy pura y ella no lo es. Será castigada por ello.  ― Aceleró la conversación ― ¿Qué hacías con el libro? ― No te lo diré. ― Anaís, no tendré paciencia. Estamos hablando de mi hija, la única que tendré. Entonces, esto es lo que haremos. O me dices ya, que hacías con el libro y la niña o me llevo a Eva al jardín, allí se recuperará pronto y me dirá donde está la niña. La tomaré y jamás sabrás de ella. ― ¿Crees que puedes amenazarme? ― Anaís era más baja que Jerome, pero se impulsaba en punta de pies para gritarle de cerca. Era una guerra de poder y necesitaba estar a la altura de las circunstancias. ― No es una amenaza, es una advertencia. ― ¿Crees que no puedo hacer lo mismo? ¿Se te olvida quien desapareció a la familia de esta casa? ― Señaló la construcción que ahora se veía más lúgubre.   ― Tienes contactos, te deben favores. Pero lo cierto es que mi poder, ha sido, es y será más fuerte que el tuyo Anaís Leeika. Oírle mencionar su nombre, con total libertad, le irritaba un poco más de lo que toda la situación lo hacía. Ella no podía hacer lo mismo, estaban condenados y entre eso, incluía no mencionarlos. ― No te tengo miedo Jerome. Y, aunque se han valido de engaños para dejarnos expuestos y en contra de todo, créeme, tu poder no es mayor que el nuestro. Camille es más hija mía, que del mismísimo salvador. ― No tienes permitido nombrarlo y sé que al hacerlo un dolor te partió las entrañas. Dime de una vez que tenías en mente. ― ¡Volver a mi casa! ― Gritó ― Me iba con Camille. Necesitaba hacerlo ― Cayó mientras sus entrañas se desgarraban de un dolor intenso. Ella sabía el castigo de nombrarles y que ahora, padecería el dolor, por un tiempo inespecífico. ― Levántate ― Ordenó Jerome y su dolor se disolvió instantáneamente. ― Ahora te das cuenta que mi poder es mayor que el tuyo o el de tu padre. Podré estar en la tierra o tratar de dejar mi pasado, pero hay algo que no serás por más que creas estar en las mismas condiciones mías. ― Tu padre te sentenció… No puedes volver. Anaís escuchó con claridad la conversación con Pandora, aquella noche en que Camille llegó a la vida. ― Jery ― La voz temblorosa y débil de Pandora le alertó. Corrió hasta ella y Anaís le siguió. ― ¿Cómo te sientes? No debiste hacerlo Eva. ― Cállate ― Sentenció Anaís ― Deja que hable. ¿Dónde está mi hija? ― Jery… Yo… yo lo lamento tanto. ― Las lágrimas volvieron a caer, esta vez la sangre era más espesa, lastimando sus ojos al salir. ― ¡No! ― Gritó Jerome. ― ¿Qué pasa? Dime Jerome ¿No la vio? … ¿Qué pasa? ― Rogó llorando. ― ¿Qué pasa? ― Su llanto era desgarrador. ― ¿Dónde está? Antes que pudiera terminar de señalar la ubicación, Jerome y Anaís corrieron, uno al lado del otro y en sus mentes, la vida se les había pausado, como en cámara lenta. Pandora había señalado la casa, pero ellos no tenían idea del lugar, solo querían llegar y descubrir que ella estaba allí, esperándolos
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