Dark night

1310 Words
rente a las escenas de terror, ellos jamás habían tenido dudas en el accionar. Estaban acostumbrados a ver cómo los individuos en la tierra, eran lastimados y se maltrataban, muchas veces entre ellos y sin razón aparente. Tanto para Jerome como para Anaís, era irrelevante ser mortal. No tiene mucho sentido, ya qué finalmente, su principal motivación nacía de lastimar y herir, aunque se promulgaran, ser íntegros. Pero en esta ocasión, tal particular para los dos, necesitan más de un minuto para procesar lo que tienen frente a su ojos. Ella era impulsiva y por lo tanto no le toma tanto tiempo reaccionar de la manera qué considera más lógica. Anaís fija su mirada en Jerome, respira ofuscada y aunque mide un poco el daño al qué se pueden enfrentar, corre hasta el hombre y lo golpea con toda su fuerza. El impacto de los puños, aunque ella fuera más delgada y pequeña, le desestabiliza, probablemente por qué le tomó por sorpresa, Jerome aún no sale del trance qué la escena le dejó. Él cae al suelo y ella no lo duda, se tira sobre él, para continuar golpeando y agrediendo mientras murmura mensajes, inteligibles y voraces, pero claros para los oídos de Jerome. Trataba de maldecirlo, de lastimarlo con frases qué él reconoce. — Basta — Le gritó, mientras la arrojaba contra la pared, al otro lado del salón. Perforando el muro con el golpe del cuerpo. No midió la fuerza y tampoco pensó qué ella aceptara el ataque sin ni siquiera luchar. Lo qué Jerome no consideró, es qué la rabia era apenas, el primer paso al duelo qué vivía su pareja ante el daño tan considerable qué estaba atravesando. Anaís estaba ida, ya no quería lugar y el ante el ataque de él, solo se resignó a esperar la muerte. Segundos pasaron antes qué Jerome pudiera percatarse de la inmovilidad de Anaís. Ahora qué estaba en silencio él volvió a afrontar lo qué estaba pasando, sufriendo con dolor, cuando observó y analizó la escena completa. Posiblemente ella pudiera estar muerta. Caminó hasta la mujer y trató de girar su cuerpo, los trozos de pintura se incrustaron en su rostro y un hilo de sangre, demasiado brillante, se escapaba de su labio. —¡Despierta! — Le gritó aterrado — Maldita seas, Anaís. No me hagas esto. Sacudía su cuerpo con fuerza, buscando qué de alguna manera, el movimiento le despertara. — No está muerta — Pandora entró a casa, cojeando y visiblemente afectada — Se desmayó, pierde energía. Pero está viva, algo la mantiene en la tierra. — ¿Se va? — Si, lo está haciendo, pero al parecer algo le ata a la tierra. Algo la mantiene aquí. Solo que ella insiste en irse. — El libro — Concluye Jerome al pensarlo por unos segundos. — ¿El libro? — Preguntó con sigilo. Quiso sentarse y algo detuvo su intención. Comenzaba a ver el cuadro completo, ni siquiera se había percatado de los rastros de sangre, los trozos de tela y el resto de piezas que formaban un cuadro terrorífico que le dejó estupefacta, aunque ella también estuviera acostumbrada a ver de cerca el daño de los mortales. — Siéntate Eva — Le sugirió — Recuperate, necesito ayuda. — No hay nada que hacer Jery. — Balbuceó herida. — ¿Viste lo que tengo en casa? — Reprochó con furia — ¿Notaste los pedazos del pequeño cuerpo de mi hija? Están regados por todos lados. — Señala las ubicaciones de tan macabro evento. — Jery — Fue más una súplica, por algo de calma. — Lo hizo Eva, y eso no se queda así. — Sollozó y ella entendió qué la solución no era dejarlo todo y marcharse, como ella lo pensó en el momento qué comprendió lo qué estaba pasando. — Fueron ellos, el padre de Anaís y sus súbditos. — Afirmó. Jerome soltó el cuerpo de Anaís y su cabeza rebotó contra el suelo, lo qué ahora le importaba muy poco. Él quería despertarla, gritarle que respondiera por todo, que se levantara y viera el dolor que había instalado en él. Que sufriera a su lado, que le ayudara a recoger los trozos del cuerpo de Camille, regados por la casa, como si fueran las partes de un jarrón de vidrio, qué al impactar con el suelo, esparció sus restos en ubicaciones aleatorias y siempre difíciles de limpiar. — ¿No va a despertar? — Preguntó a Pandora. — No tiene motivos para hacerlo. La energía que la ata es muy fina, ella quiere irse, pero le obligan a permanecer aquí. — Iré por el libro — Caminó hasta la puerta de salida, los rayos de sol asomaban por la zona más lejana de la casa. — ¿El de oro? — Preguntó ella mientras caminaba hasta el lado de Anaís. Algo se le ocurrió y quiso acercarse para confirmar si podría despertarla. — Si… Espera que yo vuelva, no camines. Has perdido mucha energía. — Tráelo, se me ocurrió algo y creo que puede funcionar. — No camines Eva, no es momento para más problemas. — Sentenció y ella debe obedecer, su naturaleza le obliga a hacerlo. Solo qué, en esta ocasión, puede permitirse fingir qué no le escuchó. Tenía la idea en la cabeza y si lo lograba, podrían despertar a Anaís y convencerla de hablar acerca de lo sucedido. Pandora tenía la certeza que la culpa caía primordialmente sobre los hombros de la mujer. No como si ella lo hubiera anticipado todo y ejecutado, pero sí, en qué la manera en qué actuó, no fue descuidada, si no planeada. — Te dije qué no te movieras. — Jerome entró pronto a la casa, tardó mucho menos de lo qué ella pensó. — Puedo hacerla despertar, volver un par de minutos en el tiempo. Eso nos da algo de… Jerome abría el libro, justo en el momento en qué Pandora quiso explicarle qué volver en el tiempo, les daría la oportunidad de advertir a Anaís sobre la cadena y tal vez, evitar la muerte trágica y vengativa. Al parecer su idea ahora mismo, no era remediar lo sucedido. Ahora solo quería encontrar la debilidad de Anaís y devolver la agresión, incluso, con muchos agravantes. Jery, no creo qué sea seguro. Escuchame… Tengo una idea, pero muy poco tiempo. Solo debo leerlo, hallar lo qué necesito y tendré el poder para vengarme de ellos. — ¿Camille? — Trató de persuadirlo, de repetirle qué la urgencia era tratar de remediar la tragedia. — No puedes volver en el tiempo — Pandora no había sopesado solo una variante y tampoco creyó qué él le estaba escuchando — Por qué ella no mortal, no puedes manipular su energía. Ni siquiera yo puedo hacerlo. No creas qué no fue lo primero qué pensé. Ya no hay marcha atrás Eva, ahora solo me resta encontrar el talón de aquiles de su padre y atacar. Pandora se acercó a él, aún tambaleaba y quiso ayudarla. Ella colocó una mano sobre su hombro y se apoyó. — Lo haremos, estoy contigo. Solo quiero evitar qué te lastimen. — Ya nada puede hacerlo — Antes qué ella lo notara, Jerome cayó de rodillas al suelo, mientras lloraba amargamente y se lamentaba. Pandora se mantuvo de pie, él necesitaba ese momento. Lo qué atravesaban no era algo qué se pudiera afrontar a la ligera, además la oportunidad de capturar las hojas del libro de oro, no se presentaba tan fácilmente. — Qué no se te ocurra poner una mano en esas hojas — Sentenció Anaís levitando hacía ella — Para mi, tu eres la culpable. Para ti, yo lo soy. No creo qué desobedecerme ahora sea una buena idea. Podría no salir bien. — Sonrió con malicia, dejando en el ambiente, esa sensación de qué lo peor está por venir.
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