Caridad

1222 Words
Diciembre 2021 7  — Vamos a cenar, a casa de tus padres. Salimos de allí y todo se habrá terminado ¿Entendido? — No tienes qué repetirlo, cariño. Lo tengo claro. — Lo mejor es dejarlo, aún más claro — Enfatizó — Contigo toca explicarlo todo, con calma y en repetidas ocasiones. — Por Favor — Rogó — Por lo menos finge qué todo está bien. No quiero qué lo noten. — Conozco a tu familia, mujer. No lo harán. Ni siquiera tú, lo notarás. — Llevo quince años sin notarlo — Se lamentó mientras intentaba maquillar un poco su rostro, algunos morados estaban demasiado marcados en sus brazos, ella intentaba también cubrir allí la desgracia. — Tienes diez minutos para salir de casa o no irás. Perfectamente puedo llegar a la novena sin ti y decir qué no quisiste venir. Ya sabes lo mucho qué me aman y lo poco qué te toleran. — No… espera un poco. Tengo unas marcas qué no quiero qué noten. — Intentó hacerle ver qué los moretones en su cuerpo eran culpa de él. — Eso te pasa por desobedecer. La corrección es necesaria. Escrito está — Le apuntó con el dedo el libro grueso y polvoriento qué estaba sobre la mesa dispuesta para este y otros símbolos religiosos. — Para los hijos — Señaló en voz baja. El hombre se levantó de la cama, donde había estado esperando, y caminó hasta ella. Caridad estaba sentada frente al espejo mientras terminaba el maquillaje. Él se detuvo detrás de ella, le tomó por el cabello, por suerte lo tenía sujeto en una alta cola de caballo, tiró del moño y le hizo arquear la espalda por la fuerza qué ejerció. La mujer se quejó y él tiró un poco más. Para ese momento, ya las lágrimas de ella corrían por su cara arruinando el maquillaje. Era muy poco probable qué pudieran asistir a la cena y ella se lamentó no poder cerrar la boca cuando debía hacerlo. En ocasiones coincidía con su esposo, necesitaba un poco más de corrección para ser una esposa ideal. En casa, de niña, se lo había explicado, pero Caridad no lo comprendió hasta qué no estuvo casada con él y comenzó a notar la facilidad con la qué sus comentarios le irritaban. Luego de un par de meses de novios, decide casarse con el apoyo de sus padres, él era un gran hombre, con un futuro prometedor y de un gran apellido. Ella era una jovencita, hija de padres campesinos y con escasa educación, para la familia de Caridad, era un ganar- ganar. Recordaba con nostalgia, su luna de miel y el viaje a la playa qué disfrutó, lo poco qué duró el traslado en avión. Al arribar al hotel, el rostro de su esposo se transformó y comenzó a mostrar una faceta, muy particular, nada comparado al pasado. Israel, era constantemente abordado por la ira. Su cuerpo temblaba por la rabia, pero aprendió a disimular su enojo con una enorme sonrisa. Hasta qué Caridad llegó a su vida. Cuando por fin dio el primer golpe y la mujer no se alejó de su lado, sintió qué nada haría qué le separasen de ella. Ahora, quince años después, estaban en la misma habitación qué compartían como matrimonio. Israel le tiraba del pelo y golpeaba en cualquier lado, donde ella no se estuviera protegiendo. Caridad lloraba mientras intentaba esquivar los golpes y se reprochaba por no aprender, después de tanto tiempo, qué mantener la boca cerrada, era señal de respeto. Finalmente salieron de casa, una hora más tarde de lo acordado con los padres de Caridad. Ella estaba agradecida por qué los golpes, hubieran sido en mayoría, por sus piernas y no en brazos o rostro. Así pudo llevar el pantalón naranja en satín de tiro alto con un lazo a la cintura qué resaltaba sus caderas. Una blusa de manga larga, qué cubría sus brazos por completo y dejaba entre ver una parte de sus pechos, en un escote profundo. A Israel no le incomodaba qué su esposa deslumbrará a los hombres en la calle con su maravillosa figura y sus voluptuosos dotes. Para él, era inflar su ego. Subió al auto y esperó unos minutos antes de comenzar a golpear la bocina con la mano para activar irritantemente el ruido. Gritaba y vociferaba ofensas a Caridad, quien trataba de cerrar con nerviosismo, la puerta de entrada a la casa, en un par de ocasiones, las llaves se cayeron de sus manos. — ¡Eres tán estupida! — Gritó mientras se bajaba del auto. Antes qué Israel o Caridad lo notaran, un auto golpeó con fuerza el de ellos, justo en el momento y lugar en qué el esposo se encontraba de pie, a punto de azotar la puerta y acercarse a ella para gritarle un poco más por no ser capaz de asegurar la entrada. El golpe fue tal, qué el cuerpo de Israel, quedó dividido en dos, las extremidades superiores, cayeron de golpe al suelo, mientras qué las piernas se mantenían sujetas por la presión de los autos. Gritos, llantos y alarmas, comenzaron a sonar al mismo tiempo. Caridad estaba aturdida y demasiado sofocada para comprender lo qué pasaba frente a sus ojos. Pero de una extraña manera, no sentía dolor o tristeza, una alegría la embargó, al punto de soltarse a reír, con la misma fuerza qué los espectadores lloraban o reían. — El chofer está vivo — Gritó uno de los personajes en la escena. — ¡Está vivo! — Gritó la vecina, qué está al lado de Caridad, avisando para qué se acercara. — ¿Vivo? — Su rostro se deformó. No lo comprendía pero comenzó a caminar hasta él. Como Israel estaría vivo si ella misma vió caer la mitad de su cuerpo al suelo. Caminó desorientada y se acercó a la escena. Notó como el hombre, qué conducía el vehículo qué generó el accidente, salía del auto tambaleándose y llorando. — ¡Ah! Él está vivo — volvió a sonreír con naturalidad. — ¡Si! Estás vivo — Se acercó ante la mirada de todos y le dió un abrazo. — ¿Está usted bien? — Un joven se acercó hasta ella, Caridad lo miró con ternura. Estaba segura de no conocerle, pero algo en él le generaba confianza. — Si, está todo bien. — Asintió mientras tomaba la mano extendida del apuesto hombre. — ¿Vamos? — Si, vamos. Es hora. — Sonrió. Se alejaron de la escena caminando, sin ninguna presión. Tomados de la mano. Caridad entendía, muy en el fondo de sí, qué algo no estaba bien. Se giró para observar la última vez, el cuerpo de aquel qué fue su esposo, tirado en el suelo, mientras las sirenas de emergencias inundaban el lugar. La noche, de repente se hizo más oscura y Caridad, ante la mirada de los qué aún no tenían idea de lo qué estaba pasando, se esfumó de la tierra, de la mano de aquel joven. Era su llamado, era el momento y tenía qué volver a sus orígenes, para dar reporte de lo vivido en la tierra. Le esperaban con grandes expectativas. Unas qué ella no cree llenar, cuando acepte ante la corte, qué en la visita, ella fue todo lo qué su nombre, puede definir.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD