You are and I am

388 Words
Los días pasaban, tan rápido como lo permite la mortalidad, tan lento como lo perciben dos seres que no son de ese mundo y que vinieron a fingir, o mejor, a intentar ser como esos que ellos tanto tiempo vigilaron, torturaron y alentaron. Dos mortales con una vida “plena”. Jerome se acostumbraba a la jardinería. No es como que tuviera que hacerlo, es que lo hacía para no pasar los días sin nada en las manos y con dudas en la mente. Anaís amaba tomar nota de los cambios, aunque minúsculos, que su cuerpo manifestaba con los días. El embarazo de una inmortal, de una Leeikos, era un suceso que la tierra jamás se habría imaginado, ni que decir de los abismos. En tierra neutral, donde la fe era tan diferente a la real y estaban alejados de lo natural, donde la oscuridad no pudo ingresar por que sus caminos fueron sellados con sangre del pasado, uno más antiguo y fuerte que el de ellos, allí, Anaís y Jerome, creyeron encontrar esa normalidad y felicidad que, al parecer le fue arrebatada desde siempre, la tranquilidad de la libertad. Cada día era una oportunidad para descubrir los misterios de la enorme casa y deducir de alguna manera, la mayor parte errónea, quienes eran los seres que vivieron antes en esa casa. Jerome tenía claro que era una familia y muy poco pudo sacarle a Anaís del tema, pero es lógico que tiene que ver con un pacto de sangre que no se logró y que ella apresuró para cumplir. Era la única manera en que un juicio en tierra neutral se diera de esa manera tan abrupta e intrépida como la que le ejecutó al hombre.  Anaís conservaba el silencio cuando él quería saber más al respecto. Allí en el mutismo de sus sentidos, tenían claro quien era el uno y quien el otro, no había dudas en pensar que ella era un ser que huyó, con uno de los libros más peligrosos y complicados de la humanidad. A ella tampoco le quedaban dudas de que, Jerome, era ese niño consentido del edén, al que le dieron un respiro y el permiso de habitar la tierra como en un tiempo fuera, para que sus sentidos exploraran todo lo que allí, en su natalidad, no había vivido. 
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