Let's keep going

659 Words
― ¿Estás… bien? ― Si ― Ella se apresuró a responder ― No me acostumbro a esto ― Apuntó su panza de ocho meses con la boca. ― Empieza a acostumbrarte, ya luego será un bebe cami… ― Una bebe ― Corrigió interrumpiéndole. ― Una bebe ― Comentó él, dándole la razón ― gateando y corriendo por todos lados. ―  Lo sabes ¿Verdad?... No lo dices por darme la razón. ― Replicó desde la cocina, donde el olor a galletas ya invadía la enorme casa. ― ¿De que hablas? ― Él se mantenía en la sala, mientras leía un par de periódicos en inglés y comparaba las noticias. Adoraba señalar diferencias y similitudes entre un escritor periodístico y otro. ― Sabes que es una niña ¿Sí? ― Insistía en buscar una respuesta ―Aquel día en el bosque ¿Lo sentiste? Jerome sonrío, ella no podía ver su expresión, por que él estaba de espalda a la cocina. ― ¡Dime! ― Insistió mientras él disfrutaba irritándole. Anaís notó la idea del hombre que ahora, compartía los días con ella ― Dime o no comes galletas. ― Galletas europeas ― Se deleito ― Has aprendido mucho en esta ciudad. ― No me cambies el tema Jerome. ― Aquí vamos con el nombrecito. ― Solo dime ― Insistió en un tono más suplicante. Jerome se levantó del sofá, dobló el periódico y lo dejó sobre la mesa pequeña en la que, casi siempre, Anaís dejaba los recipientes con sobros de café o alguna bebida, manchando la madera por la humedad, esto, además de tantas otras maneras de desordenar, le irritaba tanto Jerome, que le costaba mantener la cordura a su lado, sin embargo, era el sentimiento más completo que se ha permitido manifestar a otro ser. Se acercó hasta ella, la gran panza los distanciaba. Le acarició la frente y le tomó de las manos. ― ¿Qué quieres saber? Anaís bajó la mirada, se sentía avergonzada por insistir. Jerome sonrió. ― Dime mi amor. ¿Sí? ― Insistió Jerome. ― ¿Cómo supiste lo de la beba? ― Lo sentí como tu lo hiciste. ¿Cómo fue en tu caso? ― Sabes que vemos otras cosas, las que son invisibles para los ojos mortales. ― ¿Aún te pasa? ― Le acariciaba el cabello, el rostro y la panza. Mientras le hablaba con tono dulce y suave. ― No es como que tenga mucho por ver, aquí ― Señaló malhumorada el entorno. Ellos decidieron permanecer en la enorme casa, para evitar ser detectados. A pesar de estar en una tierra neutral, donde se supone, no serían atacados, a ninguno de los dos, les daba la certeza de estar seguros. ― ¡Vamos a salir! ― Concluyó emocionado ― Sabes que es riesgoso Jerome. ― Han pasado varios meses. Sea lo que sea que te llenara de angustia, si no ha actuado hasta ahora, no lo hará. Siempre que tocaban el tema, ese en que los dos tenían idea de la diferencia sustancial entre el uno y el otro, el silencio los invadía, haciendo difícil retomar la conversación. ― Si, tienes razón ― Anaís mencionó, para evitar que el ambiente se sintiera incomodo. ― Ven ― Le tomó de la mano y tiró de ella― Te daré un pequeño regalo antes de salir. Sé que te encantará. La recostó sobre el sofá, besó sus labios con sensualidad y ella suspiró por el deseo enorme que el arrebato hormonal le producía. El sexo disminuyó considerablemente cuando el embarazo avanzó, porque todo le causaba temor a Anaís. Jerome pensó una estrategia para regalarle eso que ella amaba tanto como la libertad, el placer de un orgasmo. Acarició sus pechos con suavidad y bajó hasta estar a la altura de su entrepierna, retiró la ropa interior y se entregó en ella para darle placer cálido y extremadamente complaciente. Un oral que tardó, todo lo que ella quiso disfrutar.  
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