Vale dicere

2023 Words
Los meses pasaban, los tres personajes permanecían en casa, por que sus días, ahora más entretenidos que antes, se enfocaban en atender a la pequeña Camille. Anaís ha estado distraída y enojada, Jerome quiere creer que se trata de su transición como madre y no, por la mala decisión de ponerle a su pequeña y única hija, el nombre de la mujer que la amo y que murió por su culpa, sin ni siquiera tener el derecho de hablarle a sus padres. ― Quiero saber que fue de ella. Jerome levantó el rostro, él estaba sobre el sofá, mientras dormía a la niña y contemplaba una mancha de la alfombra, que, desde hacía días, le tenía nervioso. ― ¿De qué hablas? ― Quiero saber qué pasó con Camille. ― Es imposible hacerlo, no hay manera. ― No debimos dejarla allí. ― No lo hicimos mi amor, lo que quedó sobre la cama era el cuerpo inerte. Bien sabes que su alma, ya no estaba con ella. ― No sabes lo que pasó. ― Tengo la sensación, de saber exactamente que paso. ― ¿A qué te refieres? ― Jerome había desviado de nuevo la mirada hacía el suelo, como si observarla la desvaneciera. Anaís notó la intensidad con la que su pareja miraba el mismo punto y ella desvío también la mirada. ― Lo que paso con Camille, tiene todo que ver con lo que te paso el día que salimos de casa y con la caja que ocultas con recelo de mí. ― Jerome respondió desviando la mirada, al notar que ella, ya se había percatado de la mancha. Anaís se arrodilló con cuidado, aún sentía algo de dolor por el parto y le obligaba a caminar un poco más lento, sin contar que su vida s****l había llegado a la nulidad, luego de dar a luz.   ― ¡Estás tan obsesionado con el orden Jerome! ― Chilló mientras se acercaba para confirmar el origen de la mancha. ― Creo que es leche ― Refutó mientras giraba la cabeza de un lado a otro ― La verdad, creo que no la vi cuando llegamos, aunque me fijo muy poco en eso. ¿Tú la habías visto? ― Déjalo ― Mencionó tembloroso y tratando de restarle importancia. ― Creo que la vi al llegar. ― No puedes dejar de verla, necesito quitarla o tu obsesión me va a enloquecer ― Refunfuñó mientras llevaba su índice a la boca para humedecerlo y pasarlo por la mancha. ― ¡No! ― Gritó Jerome mientras sentía que su estómago estaba por expulsar lo que tenía adentro. Anaís levantó la mirada mientras arrugaba sus cejas y boca. Volvió a mirar la mancha y a repetir el proceso con el dedo, la lengua y la alfombra. Jerome solo repetía en su mente, como Anaís estaba prácticamente pasando la lengua por la mancha de fluidos corporales que expulsaron al tiempo, en el orgasmo unificado que vivieron con Pandora. ― Déjalo ya, por favor ― Suplico luego de que ella, prácticamente había terminado de limpiar la macha. ― Es que pudiste hacerlo con tela o una esponja. ― O… pude dejar que lo hicieras y no fastidiaras con el tema, pero lo hice y por eso estuvo mal…― Jerome blanqueó los ojos, el ya tenía claro que la única manera de mantener el ambiente en armonía en casa, era guardando silencio. Anaís se levantó con dificultad del suelo y tomó la beba de los brazos de Jerome. Estaba enojada, los dos lo estaban y ya no sentían la necesidad de hablarlo. Ahora solo convivían y pasaban los días, como si esperaran que Camille creciera o que alguno de los dos, se decidiera por dejar al otro y volver a su mundo. La puerta de la habitación se cerró, él estaba acostumbrado al proceso, al momento en que ella decidía encerrarse y no hablarle durante horas. Se recostó en el sofá y se dejó llevar por el sueño, ese que estaba sintiendo más intensamente en los últimos días. Las imágenes muy pronto llegaron a ese espacio privado y muy suyo en el que puede hacer lo que quiera, sin dar explicaciones a nadie o sentirse culpable. ― Te he estado esperando, en el mismo lugar donde me dejaste la noche anterior, Jery. ― Eva ― Gimió Ni siquiera tuvieron que hablar. De golpe, los cuerpos se chocaron en un abrazo que desbarataba la ropa de él, ella ya le esperaba desnuda, con la firmeza de sus pechos al aire. Jerome recorría su piel mientras se extasiaba de placer por recorrer sus curvas. Eran todo lo que necesitaban, para ser felices y Pandora había encontrado el lugar perfecto para tenerlo piel a piel, cada vez que se le antojara. Dominaba su sueño a voluntad y ahora, él volvía a ser solo para ella. ― Estas cansado ― Le mencionó al oído. ― No soy el inmortal de hace unos siglos. ― Lo digo por ella, estás cansado de ella. ― ¡Ah! ― Suspiró ― Si, es molesto tratar de agradarle cuando todo es reproche. ― Ven conmigo ― Acarició su barbilla y deslizó los dedos por su pecho. ― Sabes que no puedo, está Camille y es imposible que la abandone. Ni siquiera sé si vuelva a verla cuando me marche. ― Te daré un hijo o una hija. Como quieras. Jerome se giró de golpe quedando sobre ella. Besó su cuello y deslizó la lengua hasta sus pechos, mordisqueando su pezón izquierdo. Pandora chilló excitada y se removió bajo el cuerpo de Jerome, rozando sus partes con las de él. ― No puedes darme hijos. Eso está predestinado para los humanos. ― Ella no es humana. ― Ha ido perdiendo la inmortalidad ― Pausaba para besar sus senos, mientras deslizaba los dedos, hasta adentrarse bien en ella. ― Te extraño ― Gimió en su oído. ― A mí o al sexo que tenemos. ― No seas idiota Jery. Sabes que vivo para amarte y complacerte. ¿Qué más puede hacer alguien que fue creado exclusivamente para servirle a un solo hombre? No he podido tener sexo con nadie más. ― ¿De que hablas? ― Sintió como el calor recorrió sus venas y le calentó la cabeza. El enojo era el que le estaba invadiendo y difícilmente podría detenerlo. ― He intentado con otros, con mortales… ― La mano de Jerome sobre el cuello de ella, apretándole con firmeza, detuvo la conversación ― Me aho… ― No puedo ahogarte porque eres inmortal. ― Sonrió― Lo sientes así porque tu mente se debilita a mi lado. ― Déjame ― Suplicó. Él soltó el agarre que lastimaba el cuello de ella y le cortaba la respiración. Se palpó tratando de aliviar el dolor y el deseo recorrió su cuerpo como si se intensificara con la agresión. ― Entonces me vas a matar, cuando sepas a cuál de los inmortales, le di lo tuyo. Jerome le sujetó una vez más del cuello, esta vez apretó con más fuerza y Pandora no se quejaba, en su lugar, el rostro excitado y condescendiente de ella, le hizo dudar de su agarre. ― ¡Ah! ― Entendió la idea de la mujer ― Lo disfrutas y requieres que lo haga más. Entiendo. Ella sonrió y el le sujeto un poco más duro. ― Te daré un castigo por portarte mal, eres una criatura desobediente. ― Pasó su lengua por la mejilla de ella y la mujer se revolcó de deseo. ― Vas a pedirme que te tome, mientras veo como te retuerces por tener esto. Apretó su m*****o con la mano izquierda, mientras con la derecha apretaba su cuello. Pandora arqueaba su vientre y entrepierna para rozarla con el cuerpo de él, pero Jerome se retiraba un poco más sin dejar de ahorcarla o sostener su m*****o erecto. ― Vas a querer que te toque y no lo haré. Soltó el cuello, pero antes que ella se moviera, paso su antebrazo en el cuello de ella y le detuvo por lo hombros al tiempo que le lastimaba la garganta. ― Hazlo ― Rogó. ― ¿Qué quieres? ― Hazlo, ya sabes. Entra. ― No… te has portado mal Eva. Y ahora necesitas una gran lección. Jerome tenía claro que estaba dormido, que ella gobernaba sus sueños y que, si insistía en despertar, la dejaría sola en mitad de un gran placer, cosa que le enojaría en proporciones enormes. La conocía, y un poco más que a él, Eva amaba los encuentros sexuales de ellos. ― Entra Jery. No me hagas esto. Lo hizo, el deseo le pudo y entro en ella, le embistió en dos ocasiones y apretó sus ojos con fuerza para luego abrirlos de golpe. ― ¿Qué te pasa? ― La cara de Anaís, a poca luz, frente a él, le sorprendió ― Nada ― Fingió dolor en su frente. ― Creo que me siento enfermo. ― ¿Enfermo? ― Anaís se retiró de la sala para entrar de nuevo a la habitación, no sin antes mencionar con ironía y evidente enojo ― Enfermo y excitado. Jerome apretó los ojos y se dejo caer de nuevo sobre el sofá. Esta vez no se quedaría dormido, necesitaba mantenerse despierto para enseñarle a Pandora, que desobedecerle, tiene graves consecuencias. ― Estas enojado, pero no me diste opción. Vuelves o aparezco sobre ti, sin ropa y gimiendo. ― No empieces Eva ― Susurró a la voz que le murmuraba en el oído. ― Vuelve o te arrepentirás. ― No te metas con ellas. ― No lo hago. ― ¡Jerome! ― Gritó enojada Anaís desde la habitación ― Cállate, de verdad. Cállate ya o me iré de la casa. No me dejas dormir. ― Si te dejara dormir a su lado, si te diera todo lo que te doy, no tendrías que verme en tus sueños. ― ¡Vete! ― Le rogó con vehemencia. ― ¡¿Qué?! ― Gritó Anaís desde la habitación. ― ¡No puede ser! ― Refunfuño Jerome mientras se levantaba del sofá para dirigirse hasta la habitación ― No te hablo a ti, tal vez soñaba o algo así. ― Últimamente tienes sueños muy interesantes Jerome, salúdame a Pandora en ellos. Jerome golpeó su frente y se devolvió hasta el sofá, dejó caer su cuerpo sobre él y trato de dormir, esta vez necesitaba hablar con Eva, de nada servía permanecer en la tierra si no dejaba de verla. Ahora, hacían daño Anaís y probablemente, a su hija también si continuaban viéndose.  ― Eva ― Susurró, pensando que pudiera oírle Anaís. ― Estas en el sueño, Jery. No debes susurrar. ― Ella sabe, de alguna manera lo sabe. ― Lo sé, le oí gritarlo desde la habitación. ― ¿Cómo lo hiciste? ¿Estás en la casa? ― No, estoy en tu mente y desde aquí se ve todo lo que ves. ― Debemos parar. ― Eso crees o quieres. ― Lo creo, lo quiero, lo necesito Eva. Dices que me amas, yo también lo hago. Por eso mismo salí del jardín. Pero no sirve de nada el sacrificio, si no me permites lograr lo que planeamos. ― No lo harás… es imposible ― En el rostro de Eva, una lágrima se deslizó por sus mejillas hasta caer en su pecho. ― A eso vine, lo lograré y seremos felices.  ― Él lo dijo, cuando te fuiste. Por que crees que vine a la tierra, cuando detesto a los mortales. Él lo vociferó, estás expulsado y jamás podrás volver. ― ¿De qué hablas? ― Tu padre te sentenció a la tierra, lo hizo para reprender a los que quisieran seguir tus pasos. No te volveré a ver acá y no puedo estar por mucho tiempo en la tierra.  ― ¿Por qué? ― No quiere que sigan tus pasos… que sigamos tus pasos. ― Complementó. Jerome se mostraba ofuscado, quiso volar, volver a casa y enfrentarlo. Hacerle saber que era igual o más poderoso que él y que era un error retarlo. Pero Camille, era en este momento, lo único más importante en su vida. Solo ella.
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