Stultus re

1081 Words
― Le buscan, señor ― Grecia masculló enojada.  En el tiempo qué llevaba trabajando para Enoc, ha notado varias  visitas indeseadas. Y, en cada una de las qué ha presenciado, su rostro se deforma por la ira, queriendo quejarse ante Enoc, reprocharle el riesgo qué enfrenta al reunirse con esas criaturas, pero debía mantener el silencio, más por respeto qué por deseo.  Ella hacía parte de los tres ángeles encargados de la seguridad de su superior. Permanecen vigilantes en cada esquina del apartamento en qué se aloja Enoc. Ellos lo protegen a nivel de energía, por qué la mortalidad y el cuerpo humano, debe protegerse  él mismo, ellos están impedidos, desde el principio de los tiempos, para intervenir en batallas físicas qué puedan poner en riesgo la vida de sus protegidos.  ― Si, déjalos pasar ― Mencionó emocionado. Los gemelos se presentarán para dar indicios de lo solicitado. Eso representaba un gran alivio para Enoc.  ―¡Jum! ― Un bufido llamó la atención de él.  ― ¿Decías?― Quiso preguntar con sutileza, pero lo cierto es qué la acción ameritaba un castigo.  Grecia bajó la cabeza y se arrodilló frente a él, sin mediar palabra. Necesitaba disculparse, por su imprudencia.  ― Grecia, te he preguntado algo.  ― Señor, lo siento. Le ofrezco una disculpa.  ― Levántate ― Aunque no estuviera de acuerdo, lo hizo para obedecer su orden. ― ¿Por qué la molestia? ― Señor, de nuevo una disculpa. No debo inmiscuirme en sus decisiones.  ― Entonces, lo qué sucede es qué, no estás de acuerdo con la manera en la qué decidí buscar a las hijas y a las entidades. ¿Es así? Asintió con temor. ― Habla Grecia.  ― Si señor, tiene usted la razón ― Susurró con delicadeza.  ― ¿Entiendes por qué lo hago así? Negó y bajó la mirada de nuevo. Estaba avergonzada e incómoda en tal situación y todo por qué no ha logrado entender qué la jerarquía se hizo precisamente, para almas como ella.  ― Habla Grecia.  ― No señor.  ― Escucha… Reconozco en tu actuar la fuerza de un líder y la tenacidad de un guerrero. Lo has demostrado en muchas maneras, aunque la imprudencia no es uno de tus fuertes. Te explicaré lo qué sucede, en algún momento. No ahora por qué me esperan, pero…  Grecia levantó la mirada para encontrarse de frente con los ojos de Enoc. Esa conexión directa le hizo reconocer, qué en el fondo, su enojo también se desataba por la sensación de intimidad qué él le proporcionaba. Se sentía especial para él y no fallaba al respecto. Él le veía con buenos ojos y ahora qué le habló con tanta empatía, en lugar de refrenar su imprudencia, era más claro para Grecia, qué no era indiferente ante Enoc.  Para él, no sucedía algo diferente. Grecia era como Ela, en imagen y pensamiento, una similitud, qué solo los qué conocieron a la segunda, podrían dar fe de ellos.  Y, aunque le molestara esa jugada de su deidad, le agradaba tener un rostro algo conocido en esta batalla.  ―Sí señor ― Asintió y se retiró para autorizar el paso de los gemelos.  Ingresaron al tiempo, tal como hablaban. Grecia dio un primer vistazo, a qué todo estuviera en orden y procedió a retirarse de la habitación, Enoc notó el movimiento y le habló.  ― Quédate en esta ocasión, Grecia.  Era algo más qué una demostración de cercanía. Ahora confirmaba  qué Enoc confiaba en ella y qué, era el momento de demostrarle qué puede hacerlo sin temor.  ― Sí señor ― Asintió manteniendo la distancia.  ― Señores ― Se dirigió a los gemelos. En esta ocasión los dos llevaban el cabello blanco, en la misma cantidad. Por lo qué era más difícil aún diferenciarlos.  ― Señor ― Una venia en señal de respeto. ― Gracias por recibirnos.  ― Siempre y cuando sean portadores de buenas noticias, pueden venir cuando quieran. ― Traemos noticias señor ¿Buenas o malas? ― Preguntaron para ellos mismos, como si un pensamiento se le hubiera escapado por la boca ― Eso ha de juzgarlo usted.  ― Hablen ― Sentenció enojado por la  reflexión de ellos.  ― Señor, hemos ubicado a una de las hijas, quisimos hablar le de ello, para qué pueda avanzar en el tema.  ― ¿Por qué no enviaron el mensaje? ― Señor, es algo complicado de explicar.  ― No extiendan más lo qué está pasando ― Replicó Enoc ― Hablen de una vez.  ― Señor, la joven no está en el punto de origen. Fue sacada de allí… ― Intuyo qué por agresión o poner en riesgo su vida mortal y el pacto qué se acordó en el cielo.  ― No… ― Y el silencio qué guardaron se esparció por la habitación, como una nube de incomodidad.  ― ¿No? ― Grecia preguntó, de nuevo imprudente. Esta vez, una mirada fulminante de su líder, le hizo callar.  ― ¿Qué pasa? ― Continúo la conversación mientras sostenía la mirada a Grecia, tal vez como una advertencia para qué se mantuviera en silencio, como se lo pidió desde el primer día.  ― Señor, ella fue arrastrada por una de las entidades.  ― ¿Lastimada? ― No señor, todo lo contrario.  ― No entiendo, hablen claro, pero háganlo ahora― Gritó, comenzando a irritarse de una manera descontrolada.  ― Señor, debe entender qué el peso de la información, no nos permite comentarlo sin tener las precauciones necesarias ― Se referían a Grecia y Enoc lo comprendió de inmediato.  ― Es de mi confianza. Ella estará a mi lado en todo momento.  La confesión de él le intimidó, como si le avergonzara o le preocupa el nivel al qué estaban llegando.  ―  No confíamos en ella, evadimos toda culpa.  ― ¡Ya! ― Gritó de nuevo. La manera en qué ellos hablaban, la lentitud y el rodeo qué le daban a los temas, le irritaba más qué cualquier otra cosa. ― Continúen, por favor ― Trató de disminuir el tono de voz.  ― Señor, una de las entidades, de las qué tomaron figura humana, fue quien cambió el camino de la hija.  ― ¿Le hizo daño? ¿Está muerta? ― No señor… Se casó con ella.  Grecia emitió de nuevo un bufido, como si todo lo qué acababa de oír fuera una broma o una realidad tan cruda, como para procesarla. Enoc le fulminó de nuevo con la mirada. Se reprochó, no intentar un poco más, mantener el silencio.
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