— ¡No son todas!— La mujer les miraba con dolor. Ella nunca estuvo de acuerdo con el juego de él. Pero ahora, tal y como lo ha sido siempre, no quedaba más qué apoyarlo.
— No señora — El sujeto estaba frente a ellas, mientras repasaba lo mandado por su superior.
— ¿Por qué no? — Reprochó mientras se daba la vuelta, para observar lo qué estaba a sus espaldas. El hombre guardó silencio mientras ella aún mantenía la mirada perdida en el entorno. — ¿Por qué no? — Repitió sin girar a mirarle.
— Señora… No es sencilla la tarea qué se me ha encomendado. No tenemos datos claros, ni especificaciones de ellas.
— Estas diciendo — Sonaba molesta. Él lo notó y ahora, será más difícil explicar lo qué falta. — Qué no vas a cumplir con la tarea qué se te asignó.
— No señora, no es eso. Solo qué… Tomará más tiempo de lo acordado.
El ambiente se tensó y el cielo relampagueó. Luces se cruzaron frente a ellos. Todos entendían lo qué estaba pasando, menos las cuatro mujeres qué esperaban de pie, sin tener la menor idea de donde estaban o qué había pasado con sus vidas, mucho menos, quienes eran las personas qué merodeaban a su alrededor. De una apariencia luminosa y desnudos, sin qué eso pareciera ser una molestia.
— Metatrón — Una voz impactó el lugar como un trueno.
Todos los presentes bajaron la mirada y el mencionado dobló rodilla. Las mujeres se miraban una a otra, buscando respuestas.
— Señor — Susurró — A sus pies.
— ¿Dónde están las demás?
— Señor… — Se mantenía de rodillas con la mirada baja. Cuando la deidad se presentaba frente a ellos, los inferiores debían arrodillarse y no les era permitido levantar la voz.
— Levántate y mírame Metatrón. — El hombre obedeció y dio un par de pasos hasta acercarse a él. Sentía temor, estaba frente al mayor poder del firmamento, pero ante todo necesitaba mostrar respeto.
— Señor, lamento la tardanza. Necesito más tiempo. — Mantuvo el tono bajo y la mirada al suelo.
— Mírame, Metatrón.
— Lo lamento, señor — Lo miró de frente — La misión ha sido difícil. Hemos recuperado cuatro de ellas, pero necesito más tiempo. Se han esfumado de sus lugares de origen.
— No… es… posible — Ella intervino. — Ese no era el plan — Se acercó al hombre y él dedujo la intención de golpearlo, la ira se mostraba en su rostro.
— Detente — La voz frenó su movimiento. — No te acerques más.— Le ordenó.
— Dijiste qué estarían bien, ellas estarían bien — Reprocha sin poder acercarse, necesitaba golpearlo para descargar la rabia.
— ¿Qué tanto tiempo? — La deidad se dirigió a Metatrón.
— Los días en la tierra son diferentes, señor. Su tiempo es acelerado y es difícil hallarlas con las especificaciones dadas.
— Debes hacerlo.
— Lo haré, señor. Lo haré. Solo pido un poco de tiempo y sus orientaciones al respecto de ellas — Mencionó a las mujeres qué estaban de pie, frente a ellos mirándolos.
— Deben quedarse — Gritó ella. — Déjalas conmigo.
Metatrón esperó atento a las indicaciones de él.
— Déjalas y vuelve a la tierra. Necesito ubicarlas.
— Han despertado, señor. Pronto preguntaran y necesitaran respuestas.
— Déjame eso a mí — Rogó ella, sin moverse del lugar donde estaba, a un par de metros de ellos.
— Lo harás y Metatrón volverá por las demás.
Asintieron y todo se esfumó ante la mirada de las mujeres. Todo, menos una mujer de cabello oscuro, ojos verdes y cuerpo moldeado. De una belleza extrema y con una sonrisa afable. Se les acercó y les tomó en un abrazo.
— Mis niñas — Casi lloraba — Están de vuelta. Y ahora, no se irán jampas de mi lado. Nada las alejará de mi.