Prologo

575 Words
SAMUEL Nunca algo me había dolido tanto como el día en que le dije adiós. Cuando tuve que dejarla partir supe que nada volvería a ser igual desde ese momento y que nunca en mi vida volvería a amar de igual manera, con ese cariño tan sincero que le tenía. No solo la quería, sino que admiraba profundamente su manera de vivir, su forma de mirar y sonreír. Creo que su esencia me cautivó desde el primer momento en que la conocí. Sus enormes ojos verdes lograron captar hasta lo más profundo de mi ser y me enseñó a conocerme. Ella no fue solo mi primer amor, fue la primera persona que me dio alas para volar. Hay historias de amor que duelen hasta lo más profundo del alma y ésta es una de esas. De las historias que duelen, que dan ganas de poder cambiar el final, pero esto es la vida real y lo que estaba escrito en el destino no puede ser modificado, por más que así lo quiera. —Creo que todo comenzó cuando yo tenía veinte años…. —digo con inseguridad. La mujer frente a mí me mira con cautela. —¿Quieres hablar de eso? —pregunta segundos después. Hago una mueca con los labios, porque en este momento solo me gustaría ser tragado por la tierra. —Sí, pero te advierto que es una larga historia —menciono en un susurro. —Estoy preparada, Samuel —me dice con una tierna sonrisa, la cual me hace sentir como un niño pequeño y extrañamente comienzo a sentirme en confianza. —Al menos uno de los dos lo está —bromeo. Ella sonríe y luego junta ambas manos a la altura de su mentón. —Dijiste que tenías veinte años... —recapitula. Asiento con la cabeza y suspiro, recordando sus enormes ojos verdes y las ondas de su cabello, las cuales siempre me cautivaron. —Y me enamoré de una chica —digo con sencillez. Reconocerlo frente a alguien más me produce inestabilidad, retomar el pasado siempre es difícil, pero dar el primer paso es necesario, me repito. —Samuel, ¿Seguro que quieres hablar de esto? —me cuestiona la mujer frente a mí. —Sí, aquí voy... —digo con la voz débil—. Tenía veinte años y me enamoré de una chica preciosa, su nombre es Olivia. Y al decir su nombre en voz alta algo dentro de mi se quiebra, su recuerdo vuelve con intensidad, todo se siente tan reciente que un escalofrío me recorre de pies a cabeza. —¿Cuánto ha pasado de eso? —pregunta ella haciendo cálculos con sus manos—. Han pasado diez años… —Sí, llevo diez años enamorado de la misma mujer —me encojo de hombros y desvío la mirada. La verdad me hace sentir ahogado, como si las paredes de la consulta me dejaran sin aire, sin la posibilidad de respirar con calma. La psicóloga continúa hablándome, pero ya no la escucho, lo único que tengo en la mente es a Olivia y al recuerdo de todo lo que vivimos, de los mejores momentos y de los peores también, incluyendo el día en que nuestra relación se fue por el traste y todo acabó. Han pasado diez años desde que conocí a Olivia y una gran duda se instala en mi cabeza: ¿Algún día podré volver a amar con tal intensidad? 
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