Casualidad

941 Words
Que podía hacer, o más bien ya no había nada más que hacer. Hice lo que me pidió Zoe y salí de su habitación como alma que lleva el diablo, claro está sin dejar de pensar en lo hermosa que es, aún no comprendo por qué ella decidió entregar su vida a Dios si evidentemente tiene mucho por dar a un hombre como yo. Después de tres horas en un autobús de mierda, llegamos a un lugar que se podía decir que era el mismo paraíso, bueno, si era el paraíso por qué a mí lado estaba la mujer más hermosa que he conocido “ Zoe”. Mire todo con atención, recibí las llaves de mi habitación, y justo cuando me giré para ayudarle a Zoe mire a la persona que nunca me imaginé encontrar y justo en este lugar “ Sara”. Mi cuerpo se tensó por completo, estaba apunto de salir corriendo, o mejor dicho apunto de correr hacia la salida y así evitar que Sara se diera cuenta de mi existencia en este lugar. —¡Padre! ¿Le sucede algo? Está pálido. —La voz de Zoe me sacó de mis pensamientos. —No Zoe, estoy perfecto, mejor vamos a nuestras habitaciones, hoy tendremos muchas reuniones y esto se está llenando —dije, sin ni siquiera parpadear hacia el lugar donde estaba justamente Sara. Sin pensarlo ni un segundo la tomé de la mano, y fue ahí donde sentí estremecer todo mi cuerpo, y como no, si es lo único que ella provoca en mi, . Si anhelo por tenerla en mis brazos, joder. Después de dejar a Zoe en su habitación, quise ir a la mía, y de algo si estaba seguro y es que debía salir de este lugar y cuánto antes. Un sutil golpe se apoderó de la puerta, así que no tuve más remedio que ir a abrir, aunque hubiese preferido no abrirla. —¡Hola bombón! —exclamó Sara abriéndose paso en mi habitación. —¿Qué diablos haces aquí? —dije, mire hacia todos lados y constatar que Zoe no viniera y cerré la habitación con seguro. —Créeme que es la misma pregunta que me estoy haciendo, ¡jamás pensé encontrarte en este lugar y menos vestido de sacerdote. —dijo mientras pasaba sus dedos por mi pecho. —Sara es mejor que te vayas, no quiero que nadie nos vea juntos —dije. —Puedes estar tranquilo bombón, mi esposo está muy lejos, es más, créeme que no tiene idea que tú y yo estamos justo en este lugar. ¿No crees que es más excitante? Y más así vestido —hablo mientras se colgaba de mis hombros. —No me refiero a el ruso. Sara créeme es mejor que te marches —dije quitando sus manos de mi cuello. —Hay bombón, si lo dices por esa monja insípida con la que llegaste, puedes estar tranquilo, ella está encerrada rezando sus padres nuestros. Mejor tu y yo vamos a disfrutar un poco, no sabes cómo te deseo, me encantas —exclamó llevando una vez más sus manos a mi cuello. Aún no entiendo cómo me metí con ella, si a simple vista me fastidia. —¡Ya basta Sara! No más, no crees que sea suficiente con que tú esposo me este buscando para matarme —dije ya colmando mi paciencia. —Hay bomboncito, vaya que si eres dramático, mi esposo solo está celoso, así que tú y yo podemos seguir disfrutando, y más ahora que estoy dirigiendo este retiro, ¿No te parece genial. —Lleve mis manos a mi cabeza, en verdad que Sara está completamente loca. —¡Te dije que no!, ahora estoy en un verdadero problema, y no quiero seguir echando a perder mi vida por las malas decisiones que siempre tomo, así que vete —dije firmemente mientras señalaba hacia la puerta. —Esta bien me voy, claro está me voy con una sola condición —dijo mientras contoneaba sus caderas de lado a lado. —¿Y cuál es tu condición? —pregunte, aunque ya estaba apunto de sacarla así sea arrastras de mi habitación. —Que me des un último beso, solo eso, además no creo que sea tan difícil para ti, ¿O si? —Qué más da, si le doy un beso se irá y dejará de molestarme la vida. Asentí con la cabeza, caminé hacia ella unos pasos, la tomé del cuello, y llevé mis labios a su boca. Por otro lado también quería averiguar que sería volver a probar otros labios diferentes a los de Zoe, que aunque su beso no fue de amor, fue lo más bonito que me ha pasado y que se muy bien que nunca saldrá de mi mente. Las manos de Sara se enredaron en mi pelo, y aunque quisiera decir que su beso me provocó la misma sensación como el día que estuve con ella, pero no, no sentí absolutamente nada, así que llevé mis manos a sus brazos y los quite separándose bruscamente de ella. —¿Qué te sucede? —exclamó Sara bastante exaltada. —No paso absolutamente nada, ya te di el beso ahora vete —dije firmemente. —Esta bien bomboncito, pero ten en cuenta que vamos a estar todo el fin de semana aquí encerrados y créeme que no me daré por vencida —dijo. Sara empezó a caminar hacia la salida y justo cuando iba a abrir la puerta un suave golpe hizo que se detuviera. —¡Padre Max! ¿Está ahí? —dijo Zoe al otro lado de la puerta.
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