Cierra la boca

1000 Words
Max Quería volver a tocar sus labios, los mismos que sin intención toque, aunque solo fuese por reanimarla nuevamente, pero vaya no puedo tener esos pensamientos. Ahora lo verdaderamente importante es ver cómo salgo de esto. Ahora lo verdaderamente importante es salir de aquí, no sé cómo, pero debo buscar una manera. Me levanté temprano, debía buscar la manera de escapar, solo espero y logré mi cometido. Está vez no me pondré la sotana, creo que no debo llevarla puesto y seguir mintiendo. Abrí la puerta y miré de lado a lado sin que nadie estuviera cerca, afortunadamente ayer conocí todo el orfanato, y sé muy bien por dónde tomar. —¡Padre Max! Que bueno que lo encuentro, la madre superiora pidió verlo. —Se podría decir que había quedado prácticamente congelado y más al escuchar a una de las monjas detrás de mi. —En unos minutos voy, primero quiero ir a conocer a los niños, me muero por conocerlos —le dije lo primero que se me pasó por la cabeza. . —¡Que bien!, ellos en este momento están con la hermana Zoe —exclamó con emoción, ahora en que lío me metí de nuevo, lo único verdaderamente bueno es que la veré de nuevo, así sea desde lejos. —¡Padre! ¿Y piensa ir así? —dijo mientras señalaba mi ropa deportiva, no me quedó de otra que entrar de nuevo a la habitación y colocarme la sotana, esto va ser un problema de nunca acabar. Caminamos hasta donde estaban los salones, no pude evitar sonreír al ver a Zoe rodeada de niños. —¡Padre! —Abrí mi boca al ver que todos los pequeños corrían hacia mí, no pude evitar abrir mis ojos y sonreír, era la primera vez que veía tanta efusividad en tantos niños. Alce mi mirada y ahí estaba su mirada clavada justo en mi, aunque sus mejillas se sonrojaron inmediatamente al ver que yo también sonreía con ella. Me quedé prácticamente toda la tarde con los niños y Zoe, creo que todo, absolutamente todos mis pensamientos fueron hacia Zoe. En fin, no puedo quedarme más tiempo aquí, así que en un pequeño descuido salí como alma que lleva el diablo. Caminé rápido por los pasillos, todo estaba absolutamente solo, así que creo que era el mejor momento para escapar, entre nuevamente a la dichosa habitación, me coloque de nuevo mi ropa y dejé la sotana sobre la cama, solo espero y mi tía algún día me perdone. —¿Va a algún lado? —Me detuve al escuchar una voz detrás de mí. —Si, voy con la madre superiora —le dije tratando de tapar mi boca. —Creo que va ser imposible señor, usted viene conmigo, al patrón le va alegrar mucho que por fin encontremos a la rata que se escondía de él. Quise correr, pero para mí mala suerte el imbécil me puso la pistola en la cabeza. —Lamento decirle que va tener que venir conmigo, mi patrón estaba en lo cierto y usted estaba escondido aquí —exclamó mientras me empujaba. —Señor, por favor dígale a su jefe que no fue mi intención, que yo nunca más vuelvo acercarme a su esposa, pero que me deje libre —dije tratando de hacer entrar en razón. —Lo siento mucho, pero eso tendrá que decirle usted personalmente al jefe —dijo. Creí que mi vida estaba a salvó al ver que varias monjas venían en nuestra dirección, pero el muy imbécil me empujó hacia la capilla. —¡Siéntese!, no me oye o le meto un tiro en esa frente —dijo, hice todo lo que me indicó, en fin ya mi vida estaba perdida. Pensé que en algún momento me metería un tiro en la cabeza, pero no, solo me amarro mientras él iba por los demás hombres. Respire un poco tranquilo. Moví mis manos desesperadamente, de alguna manera tenía que soltarme y huir de aquí, y debía ser cuánto antes, para ser exactos antes que volvieran los matones del Ruso. —¡Ahhh! ¿Padre, qué le pasó?. —Trate de girarme, pero vaya, no lo podía hacer, pero sé muy bien de quién es esa voz, “ Zoe”. —Padre que le hicieron? —dijo nuevamente quitando el trapo que habían puesto en mi boca. —Es algo muy largo de explicar, pero por favor suéltenme rápido —dije mientras movía miraba hacia atrás, pues en cualquier momento se que iba a volver entrar y está vez ya no tendría salvación. —¡Zoe! Salgamos de aquí, por favor —dije, ella solo alzó una ceja y me miró con interrogación. —¡No Padre! Al menos hasta que me diga quién le hizo esto? —dijo cruzándose de brazos, Joder, mire nuevamente hacia atrás, por qué las mujeres son tan tercas. Cómo le iba a explicar que me había metido con la mujer de un mafioso Ruso y que me estaban buscando precisamente para matarme y que eran justo los hombres que estaban pintando el orfanato. Pero para mí mala suerte, no había tiempo para absolutamente nada, y mucho menos para explicar, solo la jale hacia el confesionario y le tape la boca para que no preguntara nada. —¡Cállate! —dije, solo que ella tenía ganas de todo menos de callar su boca. —¡Padre! ¿Está usted loco? —dijo, mientras yo solo rogaba que los hombres que venían hacia acá no la hubieran escuchado, o de lo contrario no solo sería hombre muerto, si no monja muerta también, conozco muy bien al ruso, y sé que no le gusta dejar cabos sueltos. —Hermana por favor, hay hombres armados y le juro que si no cierra la boca nos van a escuchar —dije, a escasos centímetros de su boca, bueno, no era que me acercara a ella, solo que el confesionario era tan estrecho que apenas cabíamos los dos.
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