Sin pecado concebido

Mi pecho a punto de reventar

Zoe

Cómo podría describir está sensación de estar cerca el padre Max, es algo que ni yo misma puedo descifrar, algo que se me sale de las manos.

Ver a los niños sonreír a su lado hizo que mi estómago sintiera miles de mariposas, no sé cuántas veces moví mi cabeza y me reprimí, no es bueno que lo mire a cada rato, además creo que él también lo noto, debí verme boba, en fin, agradezco que por fin terminará esto y él Simplemente hubiese ido en busca de la madre superiora, bueno al menos eso dijo.

Deje a los niños con la hermana Flor, creo que yo debía ir a orar, lo necesito, últimamente no he sido buena monja. Caminé por los pasillos solitarios, a esta hora casi todas las hermanas están dictando talleres, o clases, así que es normal ver solo los pasillos, bueno excepto por los hombres que pintan el orfanato.

Me eche la bendición antes de entrar a la capilla, camine en dirección donde está el confesionario, sólo que un ruido extraño llamó mi curiosidad. Abrí mis ojos un par de veces al ver a un hombre atado a una de las sillas, me acerque un poco más solo para darme cuenta que se trataba del padre Máx.

—¡Ahhh! ¿Padre, qué le pasó? —grité al verlo atado, además que su boca también estaba tapada.

—Padre que le hicieron? —exclame mientras quitaba el trapo de su boca, por lo visto no lo dejaba respirar tranquilo, no sé quién se le ocurre hacer esas bromas, creo que es mejor que la madre superiora sepa.

—Es algo muy largo de explicar, pero por favor suéltenme rápido —dije evidentemente nervioso

—¡Zoe! Salgamos de aquí, por favor. —¿Cómo? Ni loca iba a salir al menos que el padre diera una buena explicación de lo que le hicieron

—¡No Padre! Al menos hasta que me diga quién le hizo esto?. —Cruce mis brazos a la espera que él me dijera que le hicieron, por qué está broma fue de muy mal gusto. Además no pude evitar abrir mis ojos al ver que el padre no llevaba puesta su sotana, se supone que no se la debe quitar para nada, bueno al menos debe llevar sus prendas.

—¡Cállate! —dijo, abrí mis ojos y negué, cada vez el padre Max me sorprende

—¡Padre! ¿Está usted loco? —exclame, y justo cuando quería empezar a reclamar, tomó fuerte de mi brazo y me llevó hasta el confesionario, la verdad no entiendo su actitud, bueno si estaba atado, pero creo que esto fue una broma de mis pequeños niños, lo mismo le hicieron al padre José.

Pero por supuesto que no me iba a quedar callada y muchas menos metida con el, en este espacio tan pequeño, tanto que puedo sentir su respiración cerca de mi.

—Hermana por favor, hay hombres armados y le juro que si no cierra la boca nos van a escuchar —dijo sacándome de mis pensamientos.

—!Que!…—No termine de hablar, el padre más me tomó del cuello y me pegó a él, su boca se pegó a la mía, dejándome completamente asombrada.

Quise retirarme de él, solo que él me pegó muchas más a él, y su boca, su boca estaba jugando con la mía, mientras mis ojos lo miraba completamente confundida, cómo explicar que mi pecho estaba a punto de salirse de mi pecho, que mi respiración estaba apunto de abandonar mis pulmones, y que mi alma estaba apunto de dejarme a mi suerte, vaya novedad.

Escuché unos hombres hablar fuerte, ahí entendí que el padre solo quería que me callara de verdad. Así que por fin el padre me soltó y me señaló hacia afuera del confesionario

—¿Dónde diablos lo dejaste? —dijo uno de los dos hombres que estaban discutiendo acaloradamente.

—Lo deje aquí atado, el muy desgraciado ahora sí se escapó, qué le diremos al jefe —dijo uno de ellos, por Dios, si son los mismos hombres que estaba pintando el orfanato, ¿Pero porque amarraron al padre? Esto cada vez me confunde más.

Esperamos aproximadamente quince minutos, a qué los hombres se fueran del lugar, mientras tanto yo solo quería salir rápido, cada vez me sentía más incómoda estar cerca de él, de Max, del padre Máx.

—Vamos hermana, creo que es seguro salir —dijo el padre sacándome de mis pensamientos.

—Ahora si me va a decir ¿Por qué esos hombres le quieren hacer daño? —dije ya respirando un poco más tranquila, claro está todavía no íbamos a salir de la capilla, al menos no hasta no constatar que esos hombres se hubieran marchado.

—La verdad no lo sé hermana, creo que me confunden, no se que hubiese sido de mí si usted no me ayuda, creo que estuviera muerto. —No sé cuántas veces me eche la bendición, no Dios quiera que el padre esté en peligro.

—Creo que es mejor que la madre superiora se entere, ella solucionará este mal entendido, y esos hombres no le harán nada, además no es bueno que esos hombres están armados precisamente aquí, en medio de los niños —dije, caminando de lado a lado.

—¡No hermana! —dijo tomando nuevamente de mi brazo, haciendo que girara para nuevamente quedar a escasos centímetros de él, por lo visto se le está haciendo costumbre.

—¡Pero padre!, esto no debe pasar y precisamente aquí, además esos hombres deben marcharse en este mismo momento de aquí —dije, retrocedí unos pasos, mi pecho estaba empezando a subir desmesuradamente.

—Nada hermana, yo arreglo esto, mejor retírese, ya es bastante tarde —dijo, pero algo me dice su mirada que no es cierto y que debo ser yo quien arregle esto.

—Está bien padre, pero para estar un poco más tranquila mejor yo lo acompaño hasta sus aposentos, es mejor, no vaya hacer que esos hombres vuelvan y se confundan y usted no cuente con suerte.

Por lo visto al padre Max no le quedó de otra que dejar que lo acompañará hasta sus aposentos, en fin, aunque no deje de sentirme incómoda al estar cerca de él, claramente ese beso me está perturbado mi mente.

—¡Hermana! —dijo el padre llamando mi atención, así que me detuve y lo mire nuevamente a los ojos, esos mismos que me intrigan.

—Gracias —dijo llevando la yema de sus dedos por mis mejillas, haciendo estremecer mi cuerpo, era como si una fuerte corriente recorriera todo mi cuerpo. Negué y tomé su mano para retirarla de mis mejillas, solo para sentir que mi cuerpo estremecer mucho más, tanto que sentí mi cara arder, tal vez esto no es una buena señal para mí, y muy pronto me iré al infierno.