Varias rondas habían pasado ya, tantas que ya hace varias, Lukas se había retirado para ser un torpe árbitro que dejaba que yo ganara de vez en cuando.
Luis y yo habíamos perdido la incomodidad cuando el octavo vaso desde que Lukas había dejado de jugar, entró a mi cuerpo.
Estaba completamente animada y, si antes mi puntería era mala, con alcohol se volvía muchísimo peor, y mezclado con las pizzas, solo provocaba náuseas que empeoraban la situación.
— ¡No! — chillé al ver que Elisa sí había acertado a mi vaso haciendo que tomara y me esperara otro de los tantos retos que ya me había dado antes.
Ya tenía mi cara pintada, ya había introducido hielos en mi ropa, ya había besado los pies de Elisa e incluso me habían retado a correr descalza por la carretera profanando mi amor secreto por Elisa.
Mis pies ardían levemente por ello pero la éxtasis de el momento evitaba que me enfocara en éso, aún cuando Luis se había preocupado en intentar revisar pero apenas me tocaba, unas grandes cosquillas llenas de nervios hacía que me alejara al él intentar curarme.
— ¡Te reto! — canturreó balbuceante bebiendo de uno de los vasos aún cuando yo no había logrado acertar. Fue en ése momento que sus ojos habían dejado de estar alegres y un peculiar brillo en ellos me confundió al instante. Algo malo estaba por pasar y aunque creía saber qué pasaría, mi corazón latió fuertemente al escucharle. — te..e reto a q..que no te vayas a Chicago. — dijo y mi sonrisa comenzó a borrarse.
Todos veían divertidos y confusos a la algo alcoholizada Elisa pero al fijar su mirada en mi rostro nervioso éstos solo dejaron presentes su confusión dejando de sonreir.
Elisa rápidamente miró a los chicos y como si apenas acabase de darse cuenta, abrió sus ojos enormemente y tapó su boca con las manos como una niña pequeña al decir una mala palabra.
— no, no, no, no — negó rápidamente la morena apagando la música generando más tensión en el ambiente.
— ¿Te vas? — se limitó a preguntar Luis. Su voz era tan suave y apagada que de no haber sido porque apagaron la música, ésta no se habría escuchado. — Luci, acabas de salir de ese maldito lugar — reclamó Luis comenzando a impacientarse por mi silencio.
— yo iba a decirles..
— No. — negó bruscamente callando a mi intento de persuadirle — Luci, no puedes irte a Chicago, ¿En qué momento decidiste irte? ¿Cuando planeabas marcharte?— cuestionó con molestia.
— mañana en la mañana — murmuré y los ojos de todos a excepción de Elisa se abrieron sorprendidos.
— Espera.. — murmuró Jhonny — ¿ésto va en serio? — preguntó confundido aún dudando de las palabras de su novia pero al ver que nadie opinaba solo mostró su seriedad — ésto va en serio — afirmó.
— Iré a pasar un tiempo con mi abuela Adelaida en Chicago.. — traté de decir pero mi boca no pronunció ninguna otra palabra cuando Luis se levantó bruscamente de el suelo y con una mirada decepcionada se dirigió a la salido de la casa azotando la puerta al salir.
Ni siquiera sabía cómo actuar ante ésta situación, Elisa me veía apenada y yo solo podía demostrar mi molestia aunque muy en el fondo sabía que tarde o temprano se enterarían.
Todos estaban inmóviles y yo aproveché aquello para salir rápidamente en busca de Luis.
No lograba comprender porqué siempre algo tenía que salir mal. No lograba entender cómo es que siempre lograba molestar o terminar alejando a una persona.
La muy leve brisa chocó de mi respingada nariz al salir de la casa, y la misma hacía que mi lacio cabello castaño claro se moviera levemente con ésta.
Mis ojos no tuvieron que recorrer mucho para toparme con el castaño.
Luis estaba rojo, pero no de la vergüenza como hace unas horas, ésta vez su molestia era tan evidente mientras trataba de calmarse pasando su mano por su cabello notablemente frustrado, mientras su cuerpo permanecía sentado en el capó de el auto de Jhonny.
— Luis.
— Luci, vete, — negó y mis labios se abrieron ligeramente ante aquella brusca petición. — por favor. — añadió más suave al notar la dureza inicial de sus palabras.
— no. — negué y éste giró a verme con molestia mientras se separaba de el auto.
Bufó — igual lo harás, ¿No? — rió con sarcasmo — y a Chicago, no me jodas. — negó y su mirada giró a ver la carretera que comenzaba a cubrirse por la oscuridad de la tarde. — yo que creí que.. — susurró casi inaudible dejando sus palabras en el aire.
La puerta a mi espalda fue abierta nuevamente pero la culpabilidad y la tristeza eran tan grandes que ni siquiera me inmute de que me vieran.
— Por favor Luis — suplique acercandome — no quiero irme molesta con ustedes — pedí y mis ojos se cristalizaron al instante — no estoy muy lejos, solo a cuatro hora — reí tratando de aligerar la tensión pero aquello no funcionó.
— Bueno, podemos tomar éso de excusa para hacer viajes en camioneta e ir a visitarla a allá — comentó divertido Jhonny a mi espalda llamado mi atención y fijandome que todos estábamos afuera.
— y ella por la pena de que seremos sus invitados nos tendrá que comprar cosas — añadió Lukas siguiendole el juego y Elisa sin saber qué hacer rió nerviosa intercalando su mirada entre cada uno de nosotros mientras jugaba con sus manos inquietas.
— El lado bueno — canturreó la morena y mi corazón volvió a su ritmo normal cuando una bufido que podía asemejarse a una escasa risa, escapó de los labios de el castaño.
— Realmente estoy muy molesto contigo — comentó y sin previo aviso acortó nuestra distancia en un abrazo suave que me hacían querer quedarme allí acunada.
La incomodidad ya no estaba en mí, sino una gran alivio de aquél abrazo e instintivamente mis ojos se cerraron.
— ¡Abrazo grupal! — gritó la morena y rápidamente fuimos rodeados por los demás en un gran abrazo que causó nuestras risas. — ¿Ya no estás molesta conmigo? — murmuró la morena una vez todos nos reparamos y solo me limité a girar los ojos y negar divertida.
Mis ojos nuevamente se fijaron en Luis y de la misma manera en cada uno de ellos.
Sabía que vendría los fines de semana, o almenos eso quería pensar. Quería creer que mi abuela Adelaida era mal interpretada y realmente no era tan monstruosa como mi madre la mostraba, pero parte de mi temía que lo fuese y no pudiese cumplir con mis promesas de venir a visitarles los fines de semana, y el echo de no tener un móvil me limitaba a llamar desde el teléfono de mi abuela y gran parte de mi tenía la sensación de que pasaría como en la películas en donde ésta me prohibiría llamar a mis amigos o familia como si de una cárcel se tratase.
Aunque sabía que aquello solo eran más que dramas y falsas suposiciones.
— si no vengo a visitarles es porque me tienen secuestrada — bromeé tensando al castaño, a diferencia de la morena que en busca de mantenerme feliz, solo rió nerviosa ante mi humor n***o.
— si no vienes a visitarnos, yo iré personalmente a traerte hasta acá — advirtió Lukas y mis sonrisa ensanchó.
— Fotos — comentó de la nada Jhonny — necesitamos fotos para que nos recuerdes.
Aquella idea hubiera sonado de lo más maravillosa si ignoraba el echo de que no tenía un celular pero a pesar de querer negarme, Elisa sonrió con entusiasmo y eufóricamente sacó su móvil de su bolsillo trasero y luego de rebuscar, mostró la pantalla. — fotos como éstas — indicó revelando una foto mía a punto de besar a Luis sentado en aquella silla en la sala.
Mis ojos se abrieron ligeramente sorprendida al verle. Ni siquiera sabía en qué momento había tomado aquella foto, y aunque quería borrarla, sabía que aunque tuviese su teléfono en mis manos, no iba a hacerlo.
— ¿En qué momento tomaste esa foto?.
— estabas muy distraído queriendo que Luci te besara que ni cuenta te diste cuenta — respondió burlona Elisa guardando nuevamente su teléfono. — buscaré la camara para que puedas llevarte las fotos — avisó entrando algo torpe a la casa seguida de un preocupado Jhonny y un muy divertido Lukas solo que éste estaba mucho más conciente que el resto.
Una vez más, Luis y yo estábamos solos.
Podía sentir la ligera tensión entre nosotros pero prefería eso que verle molesto, y luego de un pesado suspiro de su parte se detuvo a medio camino de la entrada y solo me miró como si al hacerlo me dijese miles de cosas acumuladas que de sus labios no salían.
— Quiero que te cuides, Lu — pidió en un susurro lo suficientemente alto para que pudiese escucharle. — Si sucede algo, — negó — no dudes en llamarnos y yo buscaré la manera de estar allá en menos de lo que indica el mapa.
Sonreí. — No tienes que preocuparte. ¿Que podría pasarme en casa de mi abuela?. Probablemente mi única tortura sea que me obligue a ver unas viejas novelas o a bordar una tela, y ciertamente aquello no me molestaría.
Mi comentario rápidamente logró que su preocupación se esfumara y con una leve sonrisa burlona, negó.
A pesar de la burla en mis palabras, gran parte de mi sospechaba que aquello pasaría. Mi abuela debería rondar unos 70 años y aunque era realmente activa con su línea de restaurantes, al fin y al cabo la edad siempre gana.
O al menos, eso debería.