Mi pulgar rozó su clítoris mientras mi dedo entraba y salía, guiándola lentamente hacia su primer orgasmo con una persona. A medida que se acercaba, sentí el fluido cubriendo mi mano mientras su excitación alcanzaba su punto máximo y su coño me agarraba, casi negándose a soltarme.
—¡Dios mío, papi! ¡Ahhhhhh! —grita Gabby mientras abre las piernas y mete la mano cada vez más rápido en la polla—. Córrete conmigo, papi, por favor.
Apenas puede controlarse, así que vuelvo a rodear la suya con mi mano mientras la recorro de arriba abajo por mi m*****o. Imagino que ahora mismo está mi polla dentro de ella, no mi dedo, y cuanto más aprieta, más real se siente.
Mi polla estalla y exploto, apuntando mi semen hacia su coñito. Ambos bombeamos nuestras manos arriba y abajo del eje. Siento que el orgasmo nunca terminará, y no quiero que termine. Estoy en el cielo ahora mismo, y Gabby también. Su coño palpita a mi alrededor y no paro hasta que siento que se calma a mi lado.
Para cuando terminamos, ambos estamos agotados. Gabby se sienta a mi lado, con el coño empapado y cubierto de mi semen, respirando agitadamente mientras sus párpados cuelgan sobre sus ojos.
—Fue increíble —susurra Gabby, apartando la mano de mi polla y llevándosela a la boca.
Se lame el semen de los dedos con una mueca ansiosa.
—Tengo muchas ganas de pasar mañana aquí a solas contigo también, papi.
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¿Qué demonios se supone que haga ahora? El asunto está hecho. He tenido los pechos perfectos de Gabby en mi boca, he probado sus jugos y me he corrido por todo su coñito rosado y perfecto.
¿Cómo demonios voy a volver a la normalidad? Solo pensarlo me da un vuelco. Sé lo apretada que está su v****a, lo suave que se siente su piel, a qué sabe...
Después de la película, volví a mi habitación y me senté en la esquina de la cama durante horas, repasando lo sucedido. A pesar del deseo intenso y aparentemente infinito que crece por ella, esto tiene que parar. Marie me matará cuando se entere. No sé si estoy preparado para perderla ahora mismo.
***
Gabby no dice nada de lo que pasó por la mañana. Sin embargo, camina con un paso alegre. De vez en cuando me mira de reojo con una sonrisa que me pone la polla dura.
Daría lo que fuera por doblarla y follarla hasta dejarla sin sentido, pero no puedo. Es una tortura absoluta.
No tengo trabajo que hacer. Es sábado y mañana es Nochebuena. En fin, paso el resto de la mañana en mi oficina. Puedo encerrarme aquí sin preguntarme por qué no estoy ahí.
Mientras miro fijamente la computadora y navego sin rumbo por internet, solo puedo pensar en esas braguitas blancas con "La Putita de Papá" escrito en el trasero. Estaba tan mojada anoche...
Dejé las bragas en la sala al salir y ya no estaban esta mañana. Aunque quisiera rendirme tan fácilmente e ir a buscarlas, no tengo ni idea de dónde están ahora.
Me palpita la polla con solo pensar en las bragas. Ojalá hubiera hecho más anoche. Quizás era mi única oportunidad de follarla y ella prácticamente me lo rogaba. Meterle los dedos era el paraíso, pero no era lo que realmente quería. Podría haberla saboreado, haberla follado con la lengua y saboreado cada gota de placer que le llegaba.
—¡Joder! —grito, golpeando el escritorio con las manos.
No puedo dejar de pensar en Gabby. Tengo la polla semi-erecta desde anoche y aún me queda un día entero aquí sola sin Marie como barrera entre nosotras.
Un ligero golpe en mi puerta llama mi atención y me enderezo en mi silla, apoyando una mano sobre el bulto en mis pantalones.
—Pase —le digo sabiendo exactamente quién es.
Gabby, que lleva un suéter corto con sus pantalones cortos de pijama, da un paso tentativo en la habitación y tengo que obligarme a no mirar su vientre tonificado mientras ella entra.
—Oí un grito y quería asegurarme de que estabas bien —dice Gabby con voz suave y dulce.
Pestañea con tanta dulzura y recato que tengo que apartar la mirada.
—Todo bien, Gabby. Me acabo de dar cuenta de que olvidé comprar algo en la tienda —digo, negando con la cabeza fingiendo decepción.
Ella asiente y sonríe, sin creerse del todo mi historia. —Bueno, mejor ve a por eso. Pronto las tiendas se volverán locas.
Sale de mi oficina y me quedo mirando su trasero respingón y redondo mientras contonea las caderas y se va. Mi mente se posa inmediatamente en lo que lleva debajo.
Como ya mentí, agarro mis llaves para irme. Doy unas vueltas a la manzana y paro en una gasolinera a comprar ponche de huevo para mañana por la noche. A Marie le encanta y pensé que estaría bien que los tres viéramos películas navideñas juntos cuando volviera. Es lo menos que puedo hacer por ella, después de haberle tocado el dedo a su hija.
Cuando vuelvo, Gabby está en su habitación escuchando música, y me siento agradecido y decepcionado a la vez. ¡Ay, cómo me gustaría poder sentarme en mi oficina con ella sentada en mi escritorio, con las piernas abiertas, mientras me muestra su coño! Podría excitarla durante horas, poniéndola más dura a cada instante hasta que no pueda más y la enfunde por completo.
Regreso a mi oficina a pensar, intentando decidir qué decirle sobre esto. Aunque ambos disfrutamos de la noche anterior, es dolorosamente inapropiado.
Esta situación es... inusual, como mínimo. Que yo sepa, no tengo amigos que hayan pasado por algo similar, pero sé que a algunos les encantaría saberlo. Todos pueden vivirlo indirectamente a través de mí mientras mi atractiva hijastra me acaricia la polla. Seguro que algunos lo necesitan.
Me recuesto en la silla de mi escritorio y decido buscar en internet con la esperanza de que alguien me dé algún consejo. De incógnito, claro.
Saco el cajón del teclado y se me cae el alma a los pies. Esto no estaba aquí antes...
Sobre mi teclado hay unas bragas muy familiares: "La putita de papá".
—Fóllame... —gimo mientras las agarro con cautela, lamiéndome los labios con avidez.
Recorro el interior con los dedos para sentir que están húmedos, como recién mojados. No es lo que sentí anoche. —Niña sucia...
Por mucho que quisiera reunir la fuerza para decir que no, para contenerme e irrumpir en la habitación de Gabby y poner fin a esto de una vez por todas, no puedo.