Me voy a mi despacho y todavía no me recupero de la impresión de tenerlo por todos lados de repente. No puedo con esto, es demasiado.
Me inclino sobre la mesa poniendo las palmas abiertas en ella, tomo aire y saco el teléfono para llamar a su mujer, tengo que acabar con este sin sentido.
Y a veces para que algo que parece que no harás salgo bien, hay que hacerlo de forma irreparable. Algo radical solucionará todo.
Como estoy tan agitada pongo la llamada en altavoz. Mientras timbra intento calmar mi respiración desbocada.
—Hola, Naia —responde enseguida —. Perdona que me tuviera que irme, pero es que...
—No te preocupes —me apresuro a responder —. Solo quería decirte que lo siento, no...
La llamada se corta y me doy cuenta tarde de por qué. Es él, su marido, mi jefe, el padre de mi hijo ha entrado a la oficina y ha colgado mi llamada, apagado mi móvil y me ha acorralado contra el escritorio.
—¿Qué pretendías hacer?
—Suéltame, William —exijo y niega con su cabeza —. Estás siendo inmaduro, infantil e inconsciente. Esto no tiene ningún sentido. Voy a dimitir y a contarle la verdad a tu esposa.
—Te pido que no lo hagas —suaviza el tono y pega si torso mucho más al mio para inclinarme sobre la mesa y mantener mis manos presas bajo las suyas —. Me gustas como hace demasiado no me gustaba una mujer, no quiero dejar de tener ese hijo y no quiero herir a Elena abandonando su sueño ahora que va a morir. Dios, Naia, tampoco es tan difícil. Son solo dos meses.
—Es que lo que me estás pidiendo es una canallada —pasa sus ojos por mis labios —. Me deseas y como ya me has tenido quieres más. Eso es todo. Se te nota las ganas que me tienes, William pero por mucho que me prestara a esto, eso no me saca de la mente que luego te cansarás de mi, me dejarás con el bebé y con tu mujer en el cementerio volverás al mercado como sj nada. Entiende que esto que propones no te deja en una posición muy elegante ante mis ojos.
—Me lo merezco —se separa de mi —. Merezco que pienses eso pero deja que me conozcas. Solo eso, sabes que lo que sentimos no se puede inventar.
—Atracción s****l, por el amor de Dios...tampoco es tan extraño.
—¡No mientas, maldita sea! —se enfada.
Está tan nervioso que lo noto en mi propia piel y da miedo. No quiero provocar una tragedia y me inquieta saber más sobre él, saber qué le produce estos cambios de humor tan brutales..., ahondar más en esto tan oscuro que lo motiva a ser así y de la otra forma también; pero tiene que pensar que no me dominara así como así...entonces decido irme sin hacerlo en realidad. No voy a salir huyendo de pronto, no sé lo que quiero. No entiendo lo que me hace sentir pero tengo claro que para quedarme necesito elementos y cosas que ahora mismo no están en mi mano. Mi única idea es pellizcar un poco más esa parte tan voluble de su cordura. Y este hombre me va a ayudar.
Hay algo en la manera en que habla, algo más allá del deseo. No lo sé, quizás sea algo mucho profundo lo que hay entre los dos y de repente me veo en medio, en medio de una situación tan extraña que es lógico que me preocupe por un no sé qué, que puede volverse un arma de doble filo en el futuro. No sé cómo controlar mis sentimientos ahora mismo pero no dejaría mi futuro en manos de un desconocido. Al menos William es un canalla que se ve venir, el hombre cuyo hijo vive dentro de mi pero ella, su esposa es una completa extraña que parece estar dispuesta a cosas que me resultan confusas ahora mismo. ¿Qué clase de persona pretende tener un hijo tan deseado para luego morir y dejarlo sin madre?
—¿No te llama la atención que Elena pretenda hacer algo tan peculiar? —se me escapa la pregunta.
—Estás cambiando de tema —vuelve a ser el tipo en calma. El que susurra. El que me mira y me estremezco.
—Responde.
—No puedo ni pensar, Naia —se da la vuelta y se mete los dedos en el pelo —. Estoy desbordado. Envuelto en llamas por un lado al verte. Muerto de miedo de que me dejes fuera de la vida de mi hijo y después de eso, confundido sobre lo que quiero con ella y para ella. Sí, lo que propongo suena mezquino pero es mi deseo más oscuro. Ahora mismo te sacaría de aquí, te haría el amor por días enteros y cuando hubiese logrado que te enamores de mi te pediría matrimonio para criar juntos al primero de todos los hijos que quiero tener contigo...así de determinado estoy y en todo mi deseo, no está ella —luce de pronto atormentado —...ni viva ni muerta. Así de horrible me veo. ¿Qué puedo hacer?
—Déjame que lo piense —asiente y yo suspiro —. Prometo no volver a hacer nada impetuoso.
—Ten en consideración los intereses de todo, por favor.
Me incomoda que siga intentando hacerme cometer una infamia como esa. En mi caso seria una vía de escape pero en la suya seria una infamia, estaría sacando de su propia vida a la mujer con la que se casó porque alguna vez la quiso y yo sería una especie de usurpadora. Todo esto es espantoso. Es raro y turbio más raro es aun que él me haya dado espacio después de todo. Después de amenazar con destapar la verdad.
No sé que creer de forma global pero al menos puedo tomar la decisión de analizar esta ecuación con la cabeza un poco más fría.
—No hagas ese tipo de comentarios que haces que todo se me caiga a trozos en los pies. Es muy frío.
—Te he dicho que soy brutalmente honesto, déjame modificar esa cualidad un poco contigo —alza las manos en señal de paz.
—Vete, por favor. Nos vemos en la reunión.
Asiente más calmado también. Ya sabe que dejo implícito en mi decisión que no voy a dimitir, al menos no ahora y ya buscaré una excusa para justificar la llamada que le hice a su mujer. Ese, es el menor de mis problemas.