CAPÍTULO 55 — Sangre en la montaña

850 Words
La lluvia caía como miles de balas de hielo, azotando la cara, los pechos, los coños y las pollas desnudas de toda la manada. Luna llena arriba, roja ya en los bordes, el eclipse empezando a morderla. Estábamos en la ladera alta del Ausangate cuando llegó la emboscada. Los Blackthorn mezclados con los nuevos cazadores humanos y la bruja joven que olía a Isadora renacida. Primero los disparos: plata líquida silbando en la noche. Un Salvaje cayó a mi lado, garganta abierta, sangre caliente salpicándome las tetas. — ¡A las armas, hijos de puta! Kai rugió, transformación completa en medio segundo, lobo gris enorme, ojos ámbar en llamas. — ¡Maten a todos! Se lanzó contra el primer grupo, garras abriendo pechos, colmillos arrancando gargantas. Yo corrí detrás, medio humana medio loba, tetas rebotando, coño empapado por la lluvia y la sangre. Zara a mi izquierda, hilos violetas ya saliendo de sus dedos como látigos de luz. — ¡Elara, cubre el flanco izquierdo! Lira a la derecha, pelaje rojizo, riendo como loca mientras destrozaba drones con las manos. — ¡Vengan, cabrones, que les corto las bolas! Los cazadores disparaban sin parar, balas de plata quemando carne donde tocaban. Un lobo joven de nuestra manada cayó gritando, pierna destrozada. Kai perdió la cabeza. Lo vi: la luna llena roja lo volvió loco, ojos inyectados, baba saliendo, atacando a todo lo que se movía, incluso a los nuestros. Un Salvaje aliado se acercó demasiado y Kai le abrió el pecho de un zarpazo. — ¡Kai, carajo, para! No escuchaba. Era puro hierro enloquecido. La bruja joven apareció en la cima, pelo n***o chorreando lluvia, ojos violetas más oscuros que los de Zara. — ¡El alfa está roto! ¡Mátenlo ahora! Apuntó un rifle directo al pecho de Kai. Corrí como nunca. Salté entre ellos, recibí el disparo en el hombro izquierdo, plata quemándome hasta el hueso. — ¡No toques a mi macho, puta! Kai me olió la sangre y se giró, gruñendo, listo para destrozarme a mí también. — ¡Kai! ¡Mírame, cabrón! Me tiré encima de él, humana completa ahora, piernas abiertas sobre su lomo de lobo, coño rozando su pelaje mojado. — ¡Siente mi coño, Alfa! ¡Soy yo! ¡Tu sombra! Él rugió, colmillos a centímetros de mi garganta. Metí la mano entre sus patas, agarré su polla de lobo, enorme, roja, latiendo. — ¡Siente esto, hijo de puta! ¡Es tu hembra la que te agarra la v***a! Empecé a masturbarlo fuerte, lluvia chorreando por mi brazo. — ¡Recuerda quién te folla todas las noches! ¡Recuerda quién te calma! Zara llegó corriendo, hilos violetas envolviendo el cuello de Kai como collar. — ¡Ayúdame, Elara! Lira cubría nuestra espalda, destrozando cazadores que se acercaban. — ¡Apúrense, coño! ¡Nos están rodeando! Kai tembló entero, polla latiendo en mi mano, semen de lobo empezando a salir caliente sobre la nieve. — ¡Eso, Alfa! ¡Dame tu leche! ¡Vuelve a mí! El primer chorro fue brutal, me salpicó el vientre, la marca ardió pero esta vez con placer. El segundo chorro más fuerte. Kai empezó a transformarse de vuelta, lobo volviéndose hombre debajo de mí, polla humana ahora, gruesa, entrando sola en mi coño porque yo ya estaba abierta y empapada. — ¡Elara… joder… perdón… — ¡Cállate y fóllame, cabrón! ¡Aquí mismo, en medio de la guerra! Me bajó de su lomo, me puso de espaldas contra un peñasco, levantó una pierna y me la metió hasta el fondo. — ¡Siente mi hierro, sombra! ¡Nunca más me pierdo! Embestía como loco, lluvia y sangre chorreando por nuestros cuerpos. Zara gritó. — ¡Los Blackthorn están rompiendo la alianza! ¡Se van con la bruja! Vi a varios lobos de nuestra propia manada dudar, mirar a Kai follándome mientras la batalla seguía. Uno de los Salvajes viejos gruñó. — ¡El alfa perdió el control! ¡Está roto! Otro. — ¡Y ella lo calma con el coño! ¡Traición! Lira les rugió. — ¡El que se mueva muere! ¡Esto es la guerra, no un puto juicio! Kai seguía embistiendo, gruñendo en mi oído. — ¡Córrete conmigo, Elara! ¡Que vean que somos uno! Exploté, coño apretándolo, jugos chorreando por sus bolas. Él rugió y se corrió dentro, chorros calientes llenándome mientras la lluvia helada caía. Cuando terminó, se giró a la manada, polla todavía goteando, sangre y semen por los muslos. — ¡El que quiera irse, que se vaya ahora! ¡El que se quede, pelea conmigo y con mi hembra hasta el eclipse o hasta la muerte! Silencio. Luego, uno a uno, los leales aullaron. Los que dudaban se fueron con los Blackthorn y la bruja. La alianza se rompió en esa montaña, bajo la lluvia helada, con mi coño lleno de semen de Kai y la luna roja mirando desde arriba. Y la batalla siguió. Pero ahora éramos menos. Y más fuertes. Porque los que se quedaron eligieron sangre, coño y hierro. Hasta el final.
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