Cenicienta por accidente

POV VALERIA   Tlac Tlac Tlac cada mañana escuchaba el contacto de mis tacones sobre el inmaculado piso de mármol y era un sonido que me hacía sentir poderosa, me recordaba lo que había conseguido pero también me impulsaba a seguir trabajando para lograr los sueños que aún me faltaban por alcanzar y ¡Vaya que todavía me faltaban muchos! pero iba caminando con paso firme y sin distraerme de mis objetivos.   Mientras estudiaba en la universidad, este edificio estaba en mi recorrido diario al campus, por lo que todos los días pasaba y me imaginaba trabajando en alguna de sus oficinas. Tanto fue mi esmero que logré realizar mis prácticas profesionales en un reconocido despacho y gracias a mi desempeño me hice de una buena reputación. Al terminar mi carrera me ofrecieron trabajo en ese despacho sin embargo tomé el riesgo de poner uno con mi firma y ahora todos los días al entrar y cruzar la puerta de mi propia oficina era literalmente un sueño hecho realidad.   -       ¡Buenos días señorita Valeria! -       ¡Buenos días, Don José! – Saludé con una gran sonrisa al portero que ya llevaba muchos años trabajando aquí. -       ¡Ya terminaron el edificio de enfrente! -       Por fin sabremos de quien es – Le respondí con el mismo entusiasmo con él que el me había dado la noticia.   Me costaba trabajo entender a las personas que fingían que Don José era invisible yo lo saludaba con la misma cortesía que a los prestigiosos ejecutivos que tenían sus flamantes oficinas allí, mis padres me habían enseñado desde pequeña lo valioso que era hacer sentir importantes a todos, esos pequeños detalles podrían parecer muy insignificantes pero la gente siempre lo agradecería y en algún momento regresaría a ti con más fuerza. "Las personas siempre recuerdan como las haces sentir"  yo había seguido ese consejo al pie de la letra y me había dado como resultado tener una de las más importantes agencias de relaciones públicas en el país, recién estábamos entrando a las ligas mayores y eso me hacía sentir ilusionada, entusiasmada pero sobre todo comprometida con mi equipo de trabajo.   Tomé el elevador y en automático presioné el noveno piso. En cuanto crucé la puerta mi asistente me estaba esperando, por lo que al instante escuché su voz llena de sorpresa y emoción.   -       ¡Val no te imaginas de quien son las oficinas de enfrente!- Sara era una de mis colaboradoras con más antigüedad en el despacho, llevaba sobre sus brazos las revistas que acababan de enviarnos los editores como testigo de los reportajes en los que habíamos aparecido durante ese mes. -       Nadie ganó la apuesta – ella seguía hablando y las dos caminábamos rumbo a mi escritorio-  son ni más ni menos que las nuevas oficinas para esta región de ¡Corporativo ROCO! – después de decir eso se quedó atenta a mi reacción al mismo tiempo que dejaba sobre mi escritorio todos los ejemplares que traía en sus manos. -       ¿Queeeeeeé? – Me dejé caer en mi silla y alcancé a poner el café junto a la pequeña montaña de revistas, estaba incrédula al descubrir que realmente habían logrado mantener toda la construcción en el máximo hermetismo. -       Ya sé, es una pena que no estemos invitados a la fiesta de inauguración este viernes – la voz de Sara era de decepción – pero bueno, estoy segura que muy pronto nos estarán considerando en esos eventos – yo sabía que ella lo deseaba con el corazón, había estado conmigo desde el principio y había sido testigo del crecimiento que como equipo estábamos alcanzando.   Levanté mi café para darle un sorbo y lo vi… En la portada de la última revista estaba la cara del presidente de Grupo ROCO, sólo pensé en lo guapo que era y la desilusión que me daba no estar invitada a su evento… Ya me llegaría la oportunidad.   ¿Cómo me podría colar en ese evento? Me reí de tan solo pensarlo y recordé como inició todo... Nuestro éxito real comenzó cuando una marca de ropa emergente confió en nosotros para llevar a cabo su pasarela, nadie creyó que podríamos hacer la presentación en el lago de la ciudad, nunca se había realizado allí ningún evento, ni público ni privado y se convirtió en uno de mis principales retos. No descansé hasta que conseguí el permiso, los dueños de la marca estaban felices y aceptaron todo, incluso que su diseñador bajara en paracaídas al final de la pasarela, obviamente el suceso se viralizó y todo mundo empezó a hablar de ello en las r************* , pero lo más importante es que la marca se posicionó, sus ventas se fueron al cielo y tuvieron pedidos que no habían calculado, lograron surtir todo en tiempo y subieron como la espuma. Esto también a nosotros nos dio mucho reconocimiento, desencadenó que grandes marcas del país nos voltearan a ver, pero todavía no eran marcas o empresas tan grandes como ROCO ellos aún nos consideraban un poco inexpertos y con ideas demasiado arriesgadas, por lo que preferían continuar con CARONI, el monstruo institucional con el que llevaban trabajando toda la vida y seguir por el camino de lo ya probado.   -       ¿Plan para comer, preciosa?   Me sacó de mis pensamientos el sonido de un mensaje en mi celular, era de Mario mi mejor amigo desde la secundaria. Sus padres se mudaron a esta ciudad por temas de logística de su empresa, instalaron aquí sus oficinas corporativas y tanto Mario como su hermana ingresaron en nuestra escuela, la empresa de sus papás generó muchísimos empleos y por esa razón todos los partidos políticos los habían buscado, sin embargo ellos siempre se habían mantenido al margen y la ayuda que brindaban era por cuenta propia, no solo aquí si no en todo el país, esa era la causa por la que eran una familia de tanto renombre.    -       ¿Lunes de sushi? - Respondí. -       ¡Va! Paso por ti 2:30 -       Le mandé un sticker cerrando el ojo y entonces encendí la computadora.   Abrí la revista donde estaba el galán de ROCO y sentí unas hormiguitas recorrer mi estómago, como si fuera una adolescente me imaginé conociéndolo en persona pero aunque eso fuera posible… ¿Cómo alguien como él podría fijarse en alguien como yo? Espanté esos pensamientos para recordar a Mario y preguntarme por milésima ocasión como es que no me podía enamorar de él… Todo mundo creía que tarde que temprano terminaríamos juntos y a mi ese tema me presionaba, ciertamente adoraba a Mario pero nunca me había sentido enamorada de él, yo era consciente que a su lado tendría la vida resuelta y quizá no me preocuparía por trabajar nunca más, eso sin dejar de lado lo guapo que era. Cuando salíamos juntos me daba cuenta de como las chicas me veían con envidia por estar junto a él. Pero eso no era lo que yo quería, yo tenía otras aspiraciones, no pensaba en el matrimonio como un seguro de vida. Desde la muerte de mis papás, invertí gran parte del dinero de la herencia en mi agencia, y el verla crecer y multiplicar mi pequeña fortuna me hizo querer lograr más por mi misma. Le debía mucho a Mario y a su familia por la cantidad de contactos y recomendaciones que me habían dado, pero si bien ellos me contactaban era mi trabajo y esfuerzo lo que cerraba los contratos. Yo consideraba que un matrimonio no era la forma de pagar los favores, por el momento Mario y yo solo éramos mejores amigos y esperaba que así pudiéramos seguir para toda la vida hasta que estuviéramos viejitos.   Entre llamadas, correos y reuniones se pasó la mañana. Recibí un mensaje de Mario donde me avisaba que ya había llegado por mi, dejé los papeles que tenía en las manos, cerré mi agenda y salí de mi oficina, vi que todos mis chicos (es la forma en la que llamo cariñosamente a los muchachos que trabajan conmigo) ya habían salido a comer, apagué las luces y tomé el elevador.   Al llegar a la planta baja alcancé a verlo esperando por mi en su convertible,  no pude evitar devolverle la sonrisa al ver su cabello rubio despeinado, pero lo que me hizo soltar una carcajada fue la jirafa que se asomaba en el asiento de atrás.   -       ¿Y eso? - Le pregunté mientras me subía en el lugar del copiloto. -       Es de la escenografía del set que tengo que ver en la tarde, el proveedor la acaba de terminar y me quedaba de camino así que pasé de una vez por ella. -       Buenas tardes señora jirafa – Saludé amablemente al prop y los dos nos empezamos a reír.   Llegamos al restaurante de sushi y como acudíamos con regularidad ya nos conocían, así que nos dieron la mesa de siempre y el mesero nos saludó por nuestro nombre.   Estaba haciendo demasiado calor y yo sentía que moría de sed, en cuanto logré sentarme le pedí a Abel, nuestro mesero, una botellita con agua y un vaso repleto de hielos, Mario pidió una cerveza y unos edamames como entrada. Abel fue por ello para regresar y tomar nuestra orden, una vez que el mesero se alejó no pude evitar contarle a mi amigo el gran chisme de la oficina.