Di un suspiro cansado y me metí en el pequeño cuarto de almacén. Era diminuto, estaba llenos de estantes con un montón de libros de todos los cursos y llenos de polvo. Apenas y cabían dos personas, no tenía ventanas, y el pequeño bombillo amarillo era muy tenue, casi ni iluminaba. Era apestoso, olía a viejo y a tierra, y tenía ganas de vomitar. Me puse mis audífonos y comencé a escuchar música escandalosa con mi iPod. La única cosa costosa que tenía en mi poder, y es sólo porque Em me lo había regalado para mi cumpleaños. Sus padres eran muy amables conmigo, y se ofrecieron a comprarlo sabiendo que me gustaba mucho la música. Ya tenía media hora ordenando los libros alfabéticamente, y Adam no aparecía. No sabía si sentirme feliz o enojada por ello. Por un lado, él no podía simplemente

