Capítulo 2

2520 Words
 Cuando llegué a casa el lunes me di cuenta de que había un silencio preocupante, cuando mi madre estaba aquí nunca había silencio, siempre estaba gritando o haciendo mucho ruido. Suspiré y caminé hasta mi habitación, abrí la puerta y miré adentro, estaba vacía, gracias al cielo.  No podía contar cuantas veces había encontrado a mi madre espiando dentro de mis cajones buscando dinero. Aprendí hace mucho tiempo a nunca guardarlo cerca de ella, por eso, cada vez que ganaba dinero en algún trabajo, se lo daba directamente a Emily, ella lo guardaba en su pequeña caja fuerte, donde nadie lo tocaba.  Me quité la chaqueta negra y los zapatos. Hoy había sido un día relativamente tranquilo, no había discutido con nadie, aunque me hubiese gustado decirle unas cuantas cosas a la capitana de las animadoras, decidí que no valía la pena. El director había estado rondando por los pasillos, y no quería enfurecerlo de nuevo, ya estaba en su lista negra.  Al entrar a la cocina, lo primero que hice fue abrir el refrigerador, pero lo único que había eran latas de cerveza y un queso que olía espantoso. Gruñí y lo cerré de golpe, mi madre ni siquiera era capaz de darnos una comida decente, sólo compraba cerveza y más cerveza.  Me moví hasta su habitación, dispuesta a reclamarle su comportamiento, pero cuando entré, noté que Kaden estaba sentado en el suelo, mientras jugaba con dos carritos pequeños. Mi enojo aumentó, al parecer mi hermano menor no había ido al preescolar hoy, si seguía faltando de esa manera, lo echarían de allí. —Hola cariño —saludé con una sonrisa. Podía ser una perra con los demás, pero mi única debilidad era Kaden, él me alegraba el día, siempre lograba sacarme una sonrisa. —¡Ell! —Gritó corriendo hacia mí. Cuando llegó, se abrazó a mi pierna, como siempre hacía cada vez que me veía. Kaden tenía el cabello castaño claro, un tono más oscuro que mi cabello natural, debía haber salido así de su desconocido padre. Y su piel era más pálida que la de mi madre y yo, lo único que tenía en común con nosotras, eran sus grandes y hermosos ojos grises que brillaban mirándome.  Noté que mi madre estaba acostada en la cama, boca abajo. Sus ojos estaban cerrados, y respiraba profundamente. Sabía por experiencia que nada la despertaría, ni siquiera un terremoto. Debía estar borracha o drogada, seguramente por eso no llevó a Kaden el preescolar. Odiaba que él tuviera que verla así, no era saludable para un niño ver a su madre drogada, siendo una completa irresponsable.  No podía cumplir con su deber, darle de comer y llevarlo al preescolar, como una madre normal haría. Y ni siquiera teníamos un padre con el cual ir a quejarnos. Mi madre no tenía idea de quien era mi padre, mucho menos el de Kaden. Ella se acostaba con demasiados hombres a la semana, le seria imposible adivinar con cual de todos había tenido un hijo. Lo sorprendente era que sólo había tenido dos hijos, y no más, con su historial de aventuras, debería tener unos diez.   —Tengo hambre Ell —murmuró Kaden tocando su pancita—. Quiero comer.  Tragué el nudo en mi garganta. ¿Cómo lo había dejado sin comer durante el día? Pobre criatura. —Ya vamos a comer cariño, no te preocupes.  Le tomé de la mano y lo saqué del cuarto de mi madre, cerrando la puerta detrás de mí. Fui hasta la habitación de Kaden y le di una ducha, él estaba sucio, seguramente había estado jugando en el patio, sin supervisión. Minutos después lo saqué de la ducha, lo vestí y le puse una chaqueta, ya estaba oscureciendo y no quería que tomara un resfriado. Cuando al fin salimos de casa, ni siquiera le avisé a mi madre, no lograría despertarla, y si lo hacía, entonces se pondría furiosa. Era mejor que me llevara a Kaden a comer, podía escuchar su estómago gruñendo. —¿Por qué no fuiste a la escuela cariño? —le pregunté mientras caminábamos hasta el restaurante de Henrique, él tomaba mi mano y trataba de caminar rápidamente. —Mamá estaba domida, intenté despeltala pero me gritó y volvió a dormil —murmuró como si no pasara nada. No quería que él se acostumbrara a vivir de esta manera, Kaden se merecía más de lo que mi madre le daba. Lamentablemente, yo no podía hacer mucho— ¿Cuándo llegaremos Ell?  Kaden era la única persona que dejaba que me llamara Ell, ni siquiera Emily lo hacía, no me gustaba; Pero cuando Kaden había comenzado a hablar, hace año y medio, él comenzó a llamarme así, y no tuve el corazón para decirle que dejara de hacerlo. De todas formas, me gustaba cuando lo hacía. —Pronto —dije cargándolo, aceleré el paso, consciente de que él llevaba mucho tiempo sin comer, y eso me preocupaba. Caminé lo más rápido que pude, hasta que llegué al restaurante, dejé a Kaden en el suelo y corrió hasta la barra, siempre se sentaba aquí cada vez que veníamos. La comida aquí era la mejor, parecía que la cocinaba una abuela, y la gente siempre volvía contenta pidiendo más. A Kaden le encantaba también.  Me acerqué y me senté a su lado, no tenía mucho dinero a la mano, pero había ganado algo siendo la camarera de medio turno de este mismo restaurante. Henrique nunca nos cobraba por lo que consumíamos, él entendía mi situación, y a pesar de que siempre le ofrecía pagar, lo rechazaba.  Kaden tomó la carta y la miró, él no sabía leer, pero siempre miraba los dibujos que había en cada comida, tratando de decidir cuál parecía más sabrosa. Aunque siempre terminaba por elegir la misma, huevos y tostadas con un batido de chocolate.  Esta vez no fue diferente, eligió los huevos y las tostadas. Yo pedí un batido de fresa para mí mientras lo observaba devorar toda la comida. Karen, una de las camareras, no dejaba de mirarlo con lastima, odiaba que sintieran lastima por él, pero no podía hacer nada. Vi a varias personas conocidas entrar en el restaurante, pero ninguna me dirigió la palabra. Mi madre no tenía la mejor fama, y por ende, yo tampoco. Ellos pensaban que yo era igual que ella, que me drogaba y emborrachaba y me acostaba con todos los hombres que veía, no lo era, pero tampoco había hecho mucho por tratar de explicarles. No me interesaba lo que pensaran de mí, en eso era igual a mi madre.  Había muchas mujeres aquí a quienes mi madre les había jodido la vida, o al menos, se había acostado con sus maridos. A mi madre no le importaba si los hombres estaban casados o comprometidos, ella decía que, si coqueteaban con ella, era porque estaban disponibles. No le importaba el dolor que pudiera ocasionar a los demás, ni las familias que pudiera romper. Era egoísta, sólo le importaba ella, nadie más. Ni siquiera sus hijos. —La cuenta —le pedí a Karen, pero ella sólo sonrió y negó con la cabeza. —Sabes que no pagas aquí. —Miró a Kaden y le sonrió. — Es un niño precioso, puede pedir lo que quiera y no pagará. —Dile gracias a Henrique —le pedí bajándome del taburete, tomé a Kaden conmigo y lo llevé hasta la puerta.  Cuando estaba saliendo vi a la capitana de las animadoras y su mejor amiga, junto con Adam y otro chico, ellos estaban riendo y ni siquiera me dieron una segunda mirada. Yo tampoco lo hice, al pasar rocé contra Adam, pero ninguno de los dos nos miramos siquiera.  Caminamos más calmadamente de regreso a casa, mientras Kaden me contaba uno de los episodios de su serie de comiquitas favoritas. Lo escuché atentamente, prestándole atención a todo lo que decía. Le compré una paleta y lo llevé hasta el parque del barrio donde vivíamos, ya era de noche, y hacia un poco de frío, pero él parecía muy entretenido mientras se columpiaba. Cuando comenzó a agitarse, decidí que era momento de volver.  Las luces de la casa estaban encendidas cuando llegamos, lo que quería decir que mi madre ya estaba despierta. Entramos a la minúscula casa, y la encontré en la cocina, bebiendo una cerveza y mirando televisión. Apenas me vio, sus ojos brillaron en ira. Me tensé, sabía lo que venía, y no quería que Kaden estuviera presente. Siempre trataba de protegerlo, inclusive de las cosas más mínimas, como una discusión con tu madre.  Me puse a su altura y le di un beso en la mejilla, le pedí que fuera a su habitación y pintara un rato. Kaden me hizo caso de inmediato, lo que molestó aún más a mi madre. Ella odiaba que Kaden y yo fuéramos tan unidos, odiaba todo lo que tuviera que ver conmigo.  Me levanté de nuevo y la miré con seriedad. Estaba desarreglada, con una camisa negra que dejaba ver su ombligo y que había visto mejores tiempos, y pantalones vaqueros sucios de tierra y quien sabe que otras cosas. Pero, sin embargo, lo que más me sorprendía siempre de ella, eran sus ojos. Estaban rojos e hinchados, como si hubiese estado consumiendo demasiado m*******a.  Si quería saber cómo me vería dentro de veinte años, sólo tenía que mirar a la mujer frente a mí. Teníamos el mismo cabello rubio sucio, los mismos ojos grises y grandes, y el mismo tono de piel. La única diferencia era que los años no habían sido buenos con mi madre, y ahora tenía arrugas de tanto reírse. Una barriga cervecera, y sus dientes lucían amarillos. Aun así, seguía siendo atractiva, no como hace diez años, pero lucia bien.  Me parecía demasiado a ella, la gente siempre me decía que terminaría siendo como mi madre. Que no luchara, que no intentara pelear contra el destino y los genes, mi madre era una puta, y yo tarde o temprano terminaría siendo igual. Tal vez por esa razón me teñía el cabello de n***o todos los meses, para tratar de ocultar nuestro parecido, para que la gente no me viera en la calle y me señalara por ser la hija de la mujer que se acostó con su marido. —¿Quién te crees que eres? —preguntó cuando Kaden ya no estaba a la vista—. ¿Quién te crees que eres para llevarte a mi hijo, así como así? —Tenía hambre mamá, y tu estabas dormida —respondí, tratando de que no empezara una pelea, pero con ella era casi imposible. —Debiste avisarme ¡no puedes llevarte así a mí hijo! —¡No me lo llevaré si comienzas a comportarte como una madre! —dije de vuelta, molesta e incrédula. Llevaba a su hijo a comer y tenía el descaro de reclamarme. —No es asunto tuyo como me comporto, soy joven y bonita, puedo hacer lo que quiera. —Ella sonrió de manera desquiciada, a veces pensaba que mi madre estaba loca, pero ella llegaba a ser muy inteligente, muy loca no debía estar—. Si no te gusta como soy siendo madre, entonces puedes irte de mi casa.  Mi madre siempre me corría, cada vez que quería. Reprimí las ganas de gritarle que podía irse al infierno, tenía que pensar en Kaden, él estaba en la habitación de al lado, seguramente escuchando todo. Tenía que calmarme y respirar profundo, pero a veces era muy difícil, todo con mi madre siempre era difícil.  Ella había sido así desde que tenía uso de razón, no recuerdo a mi madre siendo una buena madre, siendo dulce y cariñosa, o al menos siendo responsable. Había vivido en una vida de adulto desde pequeña, y todo por su culpa, ella me había metido en todo esto. Ahora, quería hacer lo mismo con Kaden, quería que el niño viviera lo que yo viví, que pasara hambre y no durmiera por las noches por sus fiestas. Se molestaba cuando yo le daba de comer, o cuando me lo llevaba a casa de Em para que pudiera tener una noche normal. —Deberías irte a dormir, mañana Kaden tiene que ir a la escuela —murmuré con un suspiro, estaba cansada de esta mierda. —Llévalo tú —respondió de mala gana—. Ya que te tomas libertades con él, como si fuera tu propio hijo. —Había veneno en su voz, pero yo estaba demasiado acostumbrada como para que me doliera. — Mejor ten tus propios hijos Ellie, y deja el mío en paz.  Hice puños mis manos, intenté contar hasta diez, como me había recomendado Emily, pero esa mierda no estaba funcionándome. En el número cinco me rendí. —No gracias. —Esta vez, el veneno estaba en mi voz. — No quiero terminar siendo tan patética como tú.  La bofetada llegó rápido y fuerte, mi cara giró hacia un lado, y mi cabello cubrió mi mejilla. Mi madre tenía fuerza, ella me había dado suficientes golpes como para saber eso. Podía sentir el ardor en mi mejilla, y sabía por experiencia que comenzaría a poner rojo en cualquier momento. Al menos, no hice ni siquiera una mueca de dolor, nada, mi rostro estaba en blanco.  Estaba demasiado acostumbrada a sus golpes, había comenzado a dármelos desde que tenía memoria, no era nada fuera de lo común. —Cuida mejor como me hablas —ordenó con indiferencia.  La miré con rabia, incluso con un poco de odio, pero ella no se inmutó, simplemente me miró de vuelta. Rindiéndome, me di media vuelta y entré a mi habitación rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí. Quería llorar, pero las lágrimas nunca salían de mis ojos, no sabía por qué, pero me costaba mucho llorar, sólo había llorado muy pocas veces en mi vida, y mi madre siempre era la única testigo y culpable. Cuando me hice mayor, sólo me enfurecía y me iba.  Fui directo a la ducha y me di un baño rápido. Estaba furiosa, mi madre no tenía por qué comportarse de esa manera y, sin embargo, eso no tenía que sorprenderme. Ni siquiera lograba mantener a sus novios, ellos terminaban cansándose de ella después de un rato, nadie soportaba verdaderamente a mi madre más que Kaden y yo, y eso era sólo porque éramos sus hijos y no teníamos otra opción.  Mayormente Emily me preguntaba por qué seguía soportando esto, ella sabía bien lo que ocurría en mi casa, y no estaba contenta con que me quedara. Yo podía irme si quería, había ahorrado lo suficiente mientras hacía trabajos para Henrique, pero no me iba por Kaden. No lo dejaría solo con esa mujer, no dejaría que soportara todo esto sin mí. Mi hermano menor moriría de hambre, ella era lo suficientemente despistada e irresponsable como para dejarlo sin comida mucho tiempo. Tampoco dejaría que servicios sociales se lo llevara y lo alejara de mí, amaba a mi hermano más que a nada, y cuando me fuera de esta casa, lo haría con él de mi mano.  Lo llevaría a vivir en un mejor lugar, le daría todas las malditas cosas que quisiera, y le enseñaría que había una vida mejor que esta, que tus padres tenían que ser cariñosos y responsables, que no debían ser como mi madre. Lo enseñaría a ser feliz, eso era una promesa.  
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