1. Lazos de amistad
En el patio trasero del colegio El Gran Valle, se escuchan los golpes e insultos dirigidos a Alexander Moncada, por parte de dos compañeros de clases, Matías y Andrés.
—Obeso idiota, ¡levántate y defiéndete! Quiero ver cómo lo intentas, es divertido. —Dice Matías entre burlas mientras tiene a Alexander agarrado por el cuello de la camisa y a su vez, Andrés lo sujeta por los brazos.
—¿Te cepillas alguna vez los dientes? Hueles horrible. —Responde Alexander regodeándose con una risita en su boca ensangrentada, adolorido y un ojo hinchado, a lo que Matías se enfurece como una bestia.
—¡Cómo te atreves!
Cuando éste levanta su brazo para golpear una vez más a Alexander, siente un impacto en el costado derecho de su cuerpo que lo derriba. Corina Méndez, amiga de Alexander había llegado en su ayuda pegándole a Matías con su mochila con toda su fuerza para que lo liberara.
—¡Déjenlo en paz! —Exclama ella irritada. Inmediatamente Andrés soltó a Alexander para golpear a Corina.
—Tan bonita y delicada que te veías. Te daré tu merecido zorra. —Bufa Andrés.
Corina estaba en posición de pelea cuando él lanza su primer golpe, ella lo esquiva con gran facilidad y arremete fuertemente contra su abdomen con la rodilla, dejándolo sin aire y cayendo con las piernas dobladas al piso; Matías recupera la compostura y rápidamente se dirige a ella.
—¡Cuidado! —Grita Alexander, quien aún estaba tirado en el piso adolorido por la golpiza que le habían propinado.
Matías tomó de imprevisto a Corina por su larga cabellera castaña y la tiró hacia piso pegando su frente contra él, luego la volvió a tomar por los cabellos y la levantó por ellos.
—No eres rival para nosotros muñequita... —Corina lo miraba con lo ojos enrojecidos de rabia y le da un golpe por la garganta para liberarse, Matías suelta su cabello y ella lo golpea una vez más en la boca.
—¿¡Qué está pasando aquí!? —Pregunta la directora del colegio apareciendo de imprevisto.
La mujer ve a los 3 chicos en el piso y a la chica de pie con el cabello desordenado y un raspón en su frente.
—Estos dos estaban golpeando a Alexander.
—¡Ella esta loca madre! —Objetó Matías con la boca ensangrentada.
—Los cuatro a mi oficina. ¡Ahora!
Estaban los cuatro sentados en la oficina de la directora, Matías y Andrés mostraban sonrisas triunfantes por la gran ventaja que tenían, pues Marina, quien era la directora era madre de Matías y tía de Andrés.
—¡No toleraré este tipo de conductas violentas en esta institución!
—Pero señora, ellos empezaron a golpearme, siempre lo hacen.
—Seguramente comenzaste con la violencia verbal, no quiero violencia de ninguna índole.
—¡Usted siempre hace la vista gorda de ésto! —Interviene Corina.
—Y tú señorita, estoy muy decepcionada de ti, esos no son comportamientos de una jovencita decente.
—Prefiero que me vea como una rebelde a renunciar a mis convicciones.
—¡Ya basta! Ustedes dos estarán suspendidos por una semana.
—¿¡Qué!? ¡Y ellos qué! —Levanta la voz Alexander.
—Ya llamaré a sus padres para que vengan por ustedes. —Marina ignora la pregunta de Alexander.
Edmundo, iba conduciendo en silencio después de haber recogido a su hija Corina y a Alexander. Ella iba sentada en el puesto del copiloto, mientras que su amigo en los asientos de atrás, los jóvenes estaban con rostros de derrota, aflicción y vergüenza con Edmundo.
—Papá...
—¿Los golpeaste muy fuerte?
—Yo... si, un poco. A Matías le sangraba la boca.
—Estaría molesto contigo si no les hubieses dado su merecido. —Edmundo se ríe, a lo que Alexander y Corina se sorprenden.
—¿De verdad papá?
—Te he dicho que no me molesta cuando alguien se defiende ante las injusticias. Esos muchachos tienen problemas y es mucho peor de lo que imaginé por querer golpear a una chica también.
—Sr. Edmundo, perdóneme por hacer meter en problemas a Corina.
—Chico, no tienes por qué pedir perdón, quienes deberían pedir disculpas son ellos y hasta la directora por alcahueta. Mañana mismo buscaré un nuevo colegio para Corina, es muy injusta la situación ahí. Además, haré una campaña en contra del bullying y lo que ahí se vive, no pueden quedar las cosas así. ¡Es inaceptable! Tus padres también deberían buscar otro colegio Alexander.
—Mis padres no harán nada por mi Sr. Edmundo, sobre todo mi madre. —Dice él en un suspiro.
—Papá, no es necesario que me cambies de colegio. Déjame terminar ahí, falta poco para que culmine el año escolar y la preparatoria.
—¿Estás segura?
—Si papá... —Corina solo pensaba en proteger a su amigo, pues sabía que los padres de Alexander no apoyarían a su hijo.
—Está bien. Pero no vas a evitar que haga la campaña contra el bullying en ese colegio. —Corina le dio un fuerte abrazo y un beso a su papá.
—¡Gracias! Eres el mejor, te amo.
Alexander deseaba que por lo menos alguno de sus padres fuera la mitad de lo que era Edmundo con Corina.
—Alexander, ¿necesitas que te revise algún médico?
—No Sr. Edmundo, no hace falta. ¿Podría quedarme con ustedes un rato más? Mis padres no deben estar en casa.
—Está bien, aunque te llevaría Diana más tarde, yo debo volver a trabajar en un rato.
—No hay problema. Muchas gracias señor...
Alexander Moncada era un joven de quince años, conversador, elocuente y soñador; tenía un poco de sobrepeso, baja estatura, de cabello castaño, tez clara, ojos color ámbar, nariz griega y utilizaba brackets. Sufría de bullying constantemente por su apariencia; aunque era un adolescente carismático, sus compañeros Andrés y Matías no dejaban de molestarlo. Corina Méndez era su mejor amiga y protectora, una hermosa adolescente un año mayor que él, de larga cabellera castaña y lisa, ojos color miel, era una chica dulce y delicada pero por su apariencia nadie se imaginaba que era campeona nacional en artes marciales.
Alexander y Corina se encontraban en su casa viendo una película cuando llega Diana, quien es la mejor amiga de Corina y a la vez su vecina.
—¡Buenas, buenas niños! —Diana se detiene en seco frente a los chicos. —¡Wow! ¿Te arrolló un autobús?
—Hola Diana... —Saluda Alexander apenado.
—Déjame adivinar... Fueron Matías y Andrés... esta vez no saliste ilesa Cora... —Diana muestra una expresión de disgusto entre su acentuado maquillaje gótico.
—Si Diana, esta vez fue mucho peor...
—Pues me encargaré de ese par, ya está bueno de esto. —Diana se cruza de brazos. Ella también había ganado algunos campeonatos en artes marciales, hasta había estado en competencias internacionales.
—¡No Diana! Ellos son menores de edad, te podrías meter en problemas. —Se exalta Alexander.
—Alex tiene razón...
—Tranquilos chicos, ya verán. No me pasará nada, tengo un az bajo la manga. —Les guiña el ojo.
—Está bien... Cuidado con esos dos. ¿Oye, podrías darme el aventón a casa, por favor?
—¡Claro! Si quieres vamos de una vez, en un rato tengo algunos pendientes que hacer de la universidad. ¿Me acompañas Cora?
—Claro, vamos...
De camino a casa de Alexander él no paraba de conversar, a las chicas no les molestaba, al contrario, se divertían con sus ocurrencias y frases soñadoras.
—Bien niño, ya llegamos. —Le dice Diana aparcando su auto frente a la mansión donde vivía Alexander.
—Una vez más, gracias Diana... —Ella le sonríe.
—Oye, espérame un segundo. Iré a enfrentar también el lío de hoy con los padres de Alexander, ya sabes cómo son... —Pide Corina.
—Uy si... Ve, aquí te espero...
—Cora, no es necesario...
—Shhhh... Vamos...
La casa donde vivía Alexander era enorme, con decoraciones ostentosas, entraron por la gran puerta principal de madera, llegaron al recibidor y se escuchaban voces provenientes de la sala, la familia tenía visitas. Verónica, la madre de Alexander vio llegar a su hijo y salió disimuladamente a recibirlo.
—¡Por Dios Alexander! ¿Hasta cuándo andarás metiéndote en problemas?
—¿No te preguntas cómo estoy?
—Si estás de pie es porque te encuentras bien. —Alexander traga para pasar el nudo que se hace en su garganta.
—Sra. Verónica, los mismos chicos de siempre lo golpearon muy fuerte esta vez, deberían intervenir de algún modo ante estas injusticias.
—Esto le enseñará a mantener su boca cerrada cuando debe. —Corina queda boquiabierta, no se cansa de sorprenderse por la actitud de esta señora con su hijo. —Por lo que veo interveniste igual que siempre.
—¡Claro que lo hice y lo seguiré haciendo! Él es mi amigo.
—Mira muchachita, podrás ser muy bonita, pero esas conductas no son de una niña decente, qué poca clase tienes.
—Ya es la segunda vez que escucho algo parecido hoy. Pero no me molesta. —Se encoge de hombros.
—¡Aparte insolente y contestona!
—Cora, gracias... Pero creo que ya deberías irte. —Le pide Alexander antes de que su mamá siga ofendiéndola.
—Está bien Alex. ¿Nos vemos mañana en el centro comercial para comer un helado? Esta vez brindas tu.
—Hecho... —Se dieron un caluroso abrazo y se despidieron.
—Adiós señora Verónica. —Verónica solo le hizo una mueca de sonrisa falsa.
Cuando Corina salió por la puerta Verónica llevó a su hijo hasta el pie de las escaleras por un brazo de forma violenta.
—Vete a tu habitación ahora, Albert está aquí con su tío y no quiero que nos avergüences más con todos esos golpes que tienes, ya bastante tenemos con tu sobrepeso. Deberías ser más como él.
—Él y yo somos personas diferentes... Pero tranquila madre, ya subo para que no te irrites así, estoy empezando a ver dos arrugas en tu frente. —Este tipo de comentarios hacía poner a Verónica colérica.
—Sube, luego te castigaré...
—Ya bastante castigo tengo con padres como ustedes. Ojalá tía Leonor siguiera con nosotros... —Dicho ésto, él subió dejando a su mamá con los ojos rojos de rabia.
Al terminar de subir los escalones se encontró con su pequeña hermana de siete años, Charlotte, quien lo miraba atónita por cómo lucía y por las cosas hirientes que su madre acababa de decirle.
—Hermano, ¿vas a estar bien? —Él la abraza con fuerza, tembloroso y lágrimas que se le escapan.
—Si hermanita, voy a estar bien... Te prometo que no te dejaré, pero prométeme no mostrar tu bondad y dulzura ante ellos, sobre todo ella. —Charlotte asintió, asustada.
Alexei y Verónica Moncada no suelen ser padres amorosos y protectores con sus hijos. Son empresarios a quienes les importa el estatus social, apariencias y obtener aun más dinero sin interesarle el costo ni el dolor que puedan causar a sus hijos. Por supuesto, Verónica es una mujer esbelta, elegante que luce perfectamente arreglada en todo momento, que le molesta el sobrepeso de su hijo y que se meta en problemas, así sea él la víctima de éstos embrollos. Alexander estuvo bajo los cuidados de su dulce tía Leonor hasta que murió trágicamente en un accidente aéreo. Su padre tiene planes para él, sin importar qué desee para su vida, harán que algún día se encargue de sus negocios para ellos retirarse, quieren que sea como Albert Bustamante, un joven empresario que la vida lo ha llevado a hacerse cargo de todo a temprana edad y que ahora es su principal socio.
Alexander y Corina se encontraban comiendo su helado en el centro comercial.
—Alex, a partir de mañana yo misma empezaré a darte clases de defensa personal, es necesario que aprendas a hacerlo... No es que me molesta defenderte pero no puedes depender de mi, no siempre estaré...
—Entiendo Cora, es cierto... Creo que debí buscar maneras de aprender a defenderme desde hace tiempo. Además, cuando tengas a tu novio seguramente no le agrade que estés más pendiente de mí que de él... —Corina ríe.
—Tonto, cuando tenga novio seguiremos siendo buenos amigos...
Alexander se quedó de pronto embelesado mirando hacia el frente, en dirección a un pequeño puesto de postres, Corina sigue su mirada.
—Guau, mírala... ¿No es hermosa? —Él miraba a una jovencita de piel morena, cabello con rizos castaño oscuro y labios de muñeca. Su amor platónico.
—Bueno si, es bonita. Pero recuerda que soy una amiga heterosexualidad. —Le dice Corina entre risitas.
—Oh, a veces lo olvido. Es que tienes manzana de Adán, pecho plano y siempre creo que eres un chico como yo.
—¡Oye! No tengo manzana de Adán...
—Sólo bromeaba...
—Es bueno que bromees. Desde ayer te he notado más callado y serio.
—Ya pasará...
—Hey, ¿cuando te vas a acercar a esa chica a preguntarle su nombre por lo menos?
—No lo haré... Mírame, soy obeso con frenos y enano. Ella es muy bonita y nunca se fijará en mi.
—¡Basta! No me gusta cuando te expresas de esa manera... Eres el chico más genial, elocuente, inteligente y carismático que conozco. No todo el mundo es superficial.
—Está bien Cora, te prometo que le hablaré cuando sea delgado y guapo. —Corina pone sus ojos en blanco.
—Bueno, supongo que el entrenamiento te ayudará a adelgazar y debes alimentarte sanamente... Ya eres guapo... Así que falta menos para hablarle.
—Okey... ¡No puedo esperar a mañana!
A la mañana siguiente, Alexander se levanta entusiasmado para ir a entrenar con Corina, se coloca ropa deportiva y baja rápidamente a la cocina a desayunar algo ligero, pero se queda sorprendido cuando ve por doquier cosas embaladas.
—Buenos días... ¿Y esto?
—Alexander, buenos días... Ya iba a subir a levantarte, necesitamos que empaques lo más importante.
—No entiendo papá...
—Nos mudamos a España, nuestro vuelo sale en 3 horas... —La noticia lo dejó impactado, no podía creerlo.
—¿Es broma?
—No hijo... Ve por tus cosas.
—¡Pero cómo nos vamos a ir así de la noche a la mañana!
—¡Alexander, ve a alistarte ahora! Obedece a tu padre.
—Al menos déjenme despedirme de mis amigos...
—¿De quién? ¿De la rebelde Corina?
—Es mi mejor amiga mamá...
No importó cuánto suplicó para hacer tan siquiera una llamada para despedirse, no se lo permitieron con la excusa de que iba a perder tiempo en eso. Alexander estaba devastado, sus padres siempre se encargaban de nublar sus pocos momentos de felicidad, sobre todo su madre. Sentía que su vida era una pesadilla.
Después de algunos días pensando en las circunstancias, tomó una decisión, si su madre quería que fuera tan vanidoso como ellos, pues trataría de evitar mostrarse como es él realmente ante su presencia, si así podría tener tranquilidad. Hasta el día que se independizara.