7. Felicidad truncada

1804 Words
Alexander observa hacia arriba por unos segundos la inmensidad del edificio principal de Bustamante, siempre le llama la atención aquella imponente obra de vidrio reflectivo que lo hace ver como un gigantesco espejo en el centro de la ciudad, con las letras plateadas de su nombre perfectamente pulidas, sin dejar la menor duda dónde se encuentra ubicada Bustamante's Corporation. —Señor Moncada, buenas tardes. ¡Qué gusto tenerlo por acá! ¿Me llevo su auto ya? —Pregunta el valet parking. —¡Hola Xavier! Un gusto verte... Me alegra que aun estés por aquí. —Le entrega las llaves del auto. —Ten, te lo puedes llevar. —Okey señor... —Gracias Xavier. —Alexander le dio una palmada en el brazo y caminó hacia el interior del edificio ajustando el botón del saco de su traje. Esta vez llegó con algo de anticipación. —¡Lucy Lucy Lucy! Tan trabajadora como siempre... —¡Alexander! ¡Qué alegría verte! —Lucy le da un caluroso abrazo de bienvenida. Se alegraba de verlo. —¿Cómo es que te veo cada vez más joven y guapa? —Le da un beso en la mejilla. —¡Ay muchacho! No cambias... —Él suelta una risotada. —Te traje algo... —Hurgó en su portafolio y sacó un libro. —Es el último libro de Isabel Allende, sé que amas los textos de esta mujer. —Lucy lo toma entre sus manos con gran entusiasmo. —Alexander, no debiste... ¡Pero me encanta! No sabía que había publicado uno este año. ¡Gracias! —¡No hay de qué! Para Alexander era satisfactorio ver el rostro de felicidad de Lucy, a quien conoce desde que recuerda, tiene más años trabajando en esa empresa de los que tiene él de vida. Él tomó asiento mientras esperaba su turno de entrar, charló con Lucy poniéndose al día con algunos asuntos. Se abrió la puerta de la oficina de Albert y sale una hermosa mujer que le pareció muy familiar a Alexander. —Buenas tardes. —Ella da un saludo general al salir y él solo asiente sin quitarle la mirada de encima. —¡Lucy! ¿Cómo estás? —Hola Corina, muy bien, gracias. ¿Ya te vas? —Aquel nombre enciende alarmas en Alexander. —¿Se tratará de la misma Corina, mi amiga? —Piensa él, la escruta más detalladamente a la vez que ella continúa su conversación con Lucy. —Tiene que ser Corina Méndez, tiene mucho parecido con ella, solo que con más curvas y cabello corto. —Alexander desvía su mirada por un segundo hacia Albert que se encontraba en el umbral de la puerta dándole una mirada asesina, por el hecho de observar a la chica que conversaba con Lucy. —Okey, aquí pasa algo... Interesante... Muy buen material para molestar a Albert. —Hasta luego Lucy. —Se despide al fin Corina. Alexander se levanta inmediatamente y la intercepta, causando en ella cierta suspicacia. —¿Corina Méndez? —Disculpe, ¿lo conozco? —Ella responde extrañada. —No puede ser que ya no me recuerdes. Soy Alexander Moncada. —Corina lo estudia incrédula por unos segundos, tan pronto corrobora que se trata de él se puso eufórica y se le abalanzó con un gran abrazo. Se le hizo un nudo en la garganta por su gran felicidad, se encontraba con su gran amiga de la adolescencia, aquella amistad que le arrancaron y que tanto le hizo falta. Ella también sentía lo mismo, puesto que sus ojos estaban a punto de derramar algunas lágrimas. Pudieron conversar poco, ya que Albert los interrumpía con sus gruñidos, advertencias y mal genio; era obvio que estaba sintiendo celos. Habían cautivado al temible “ogro Bustamante”. Corina saca una tarjeta de su bolsa y se la entrega. —Ten, llámame, escríbeme o aunque sea envía señales de humo, no perdamos contacto nuevamente. —Alexander la tomó como un tesoro. —¡Claro que me comuniré contigo! Tan pronto salga de aquí te llamo. Tenemos que ponernos al día. —Espero tu llamada mi querido amigo. —Ambos se despidieron con un efusivo abrazo, un beso en las mejillas y continuaron sus caminos. Cuando Alexander pasó frente a Albert para entrar a su oficina, éste no le quitaba la mirada asesina de encima ni por un segundo, la sentía como una daga en su cuello. Pero esto no le molestó, le pareció entretenido y gracioso ver a Albert en ésta posición por alguien; al fin. Algunas horas más tarde, ambos empresarios se habían puesto al día con respecto a sus negocios, también con los últimos acontecimientos sobre el amor que afloraba en Albert por Corina, no sin Alexander dejarle una advertencia a Bustamante sobre su apoyo y protección hacia su amiga; por otra parte, adicionalmente, conversaron sobre los nuevos planes de compromiso de los Moncada para Alexander. Claramente, la manera en que los Moncada trataban de controlar a Alexander no le gustaba a Albert, por lo que le reiteró su apoyo y propuesta de negocios. —Ok. Estoy dispuesto a aceptar tu propuesta, pero esto tiene que estar en total secreto. —Excelente. Así me gusta... Tengo los negocios perfectos para que inicies. —Gracias Albert, de verdad... Y... ¿Qué tienes pensado? —Apuntaremos hacia la tecnología... Y tú vas a estar al frente de esto... Supongo que sabes lo que yo sé de tecnología, poco; pero tenemos el capital para invertir y a la disposición a un excelente equipo capacitado para el área. Uno de los mejores. Tu velaras por que esos números crezcan. —Estupendo... Ya veo que tenías todo fríamente calculado. —Si, solo faltaba que decidieras asociarte conmigo, esperaba por ti. —¿Y si nunca me hubiese decidido? —No invertiría en esto, es un campo nuevo para mi... Confío en ti y sé cuán preparado estás en el área de las finanzas y negocios, no es lo que más te guste hacer en el mundo pero eres muy bueno en esto. También es porque quiero verte totalmente independiente Alexander, entiende eso. No me ha gustado ver cómo te has doblegado ante tus padres todos estos años. —Gracias por la confianza Albert, no te defraudaré... Y con respecto a lo demás, he cedido ante mis padres por Charlotte... La he protegido y guiado para que no viviera lo mismo que yo, ya conoces la historia. —Ella ahora es una mujer y no creo que le agrade la idea de te que sacrifiques de esa manera. ¿Ahora qué cambió? —Verás... Esto de casarme por conveniencia me ha hecho reaccionar, de ninguna manera me casaré con alguien sin amor. No solo está involucrado mi infeliz futuro, sino el de alguien más... Y nadie merece pasar una vida al lado de una persona que no la ama, ni siquiera me gusta un poco. —Buen punto Alexander... Estás madurando y viendo la vida con otros ojos muchacho... —¿Muchacho? —Alexander frunce el ceño. —Sólo eres 5 o 6 años mayor que yo, ¡no 50! —Aún eres un joven que le faltan cosas por aprender... —Okey... Si usted lo dice Don Bustamante... —Albert ladea una sonrisa. —Bueno jovencito, creo que ya terminamos por hoy. Iré realizando los trámites necesario para que iniciemos con el negocio. —Excelente Albert, estaré atento... —Ambos empiezan recoger sus cosas del escritorio de Albert. —Supongo que desde ahora ya te vas a desaparecer como siempre. ¿Por cuántos días te perderás? —Aún no lo sé. Todo depende de cómo me vaya con una chica que veré en un rato. Es una morena preciosa... —Alexander toma lápiz, papel y anota un número telefónico. —Puedes llamarme a éste número si necesitas comunicarte conmigo, solo lo tienen tu y Charlotte. —Muy bien... —Ambos estrechan sus manos como despedida, Albert se quedó observando desde detrás de su escritorio cómo Alexander se alejaba y salía por la puerta de su oficina, tenía un extraño presentimiento. Alexander salió del edificio con una sonrisa radiante, había tenido un día bastante positivo, sentía que la emoción no tenía cabida en su pecho por lo que logró ese día. Estaba oscureciendo, se había hecho un poco tarde, pero de igual manera se dirigía a la pastelería Douce Passion, quería ver a aquella chica nuevamente y buscar las maneras de acercarse a ella; cuando estuviera en el hotel se comunicaría con Corina, ya que sabía que pasarían horas conversando. Alex subió al auto después de recibirlo del valet parking y haberse despedido de él, encendió el reproductor y aumentó el volumen para continuar escuchando canciones de Bon Jovi, puso el auto en marcha y permaneció todo el camino cantando con emoción. Estacionó un poco alejado de la pastelería, ya que no conseguía un lugar apropiado donde estacionar y no volver a ganarse una multa. Caminaba feliz y ensimismado hacia el local cuando sintió que sus brazos fueron apretados con fuerza y lo llevaban de ellos de un tirón hacia un callejón desolado con tenue luz entre dos edificios. —¡Oye...! —Inmediatamente su voz fue cegada por golpes que empezó a recibir en todo su cuerpo, dejándolo sin aire como para pronunciar palabras. Dos hombre fornidos sujetaban a Alexander de ambos brazos mientras uno más propinaba la golpiza sin alguna explicación, en silencio, con sus rostros cubiertos. El cuerpo de Alexander flaqueaba sin comprender aún lo que sucedía ni por qué, poco a poco iba escurriéndose al suelo, pues, sus pierna ya no podían sostenerlo, no terminaba de caer debido a los brazos que aún lo sostenían; con la escasa fuerza que ya le quedaba en lo más profundo de su ser, pudo liberarse de quienes lo sujetaban, abalanzándose así torpemente sobre aquel hombre que lo golpeaba. —¡Muéstrate! ¿Quién eres? —Pregunta Alexander con voz ahogada. Continuó sin escuchar alguna palabra de ellos. Prontamente los hombres lo agarraron con tal fuerza que lo tiraron al suelo como un costal de papas, no sin antes Alexander rasgar el cuello del suéter de su principal agresor, dejando expuesto su cicatriz roja en la parte izquierda de su cuello. Después de tirarlo al suelo, uno de ellos dio un pisotón en su pierna con tal fuerza que pudo escuchar crujir su tibia, seguido un agudo dolor invadió su ser que lo hizo gritar fuertemente. Aquel grito se vio silenciado rápidamente debido a un golpe en la cabeza que lo hizo perder los sentimientos. Los agresores retiraron de él cualquier documento u objeto que pudiera identificarlo, dejándolo ahí, en medio de ese sucio y solo callejón, con su rostro ensangrentado y lesiones por doquier, asumiendo que había muerto o con pocas probabilidades de que lo hiciera.
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