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El Calor De Tu Toque

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Blurb

Conrado era un hombre casado, 7 años de matrimonio eran los suficientes para darse cuenta de que quería seguir toda su vida al lado de quien habia sido su vecina y compañera de la escuela en la juventud, y ahora una esposa amorosa y gentil que le daba todo lo que el deseaba y esperaba de ella. Pero algo estaba pasando ahora.

Decidieron mudarse a un nuevo país en busca de nuevos aires y aventuras, ser profesor nunca estuvo en sus planes, pero Íngrid, quien sí lo era lo habia convencido de que viviera la experiencia y eso hacía, viviendo la experiencia que lo estaba traumatizando, ¿Era normal que le llamara tanto la atención una alumna? Pues si no lo era algo malo habia con él, estaba hipnotizado por esa niña tan hermosa y exótica, Virginia era dulce, y tenia una extraña manera de expresarse que lo cautivaba, a tal punto que termina preso de ella, preso del calor de su toque, y la idílica manera en la que se sentía junto a ella.

Pero a pesar de lo inefable que era la conexión entre ambos sabia que no estaba bien, diez años de diferencia no podía ser pasados por alto, y mucho menos la relación que habia forjado en gran parte de su vida.

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Capítulo uno
Narra Conrado  — Las ventas en este último mes han estado increíbles Conrado, ¡felicidades! Estás superándote cada día más — escuchar a mi madre felicitándome como lo hace es una completa sorpresa para mi, ella al igual que mi padre no suele ser para nada expresiva conmigo, nunca lo fueron ni siquiera cuando yo era un niño que sí necesitaba de su atención y de sus reconocimientos cuando eran necesarios, siempre me hacían ver que todo lo que hacia era mi responsabilidad, que si sacaba un diez en una prueba de diez no debían celebrarlo porque ese era mi deber, pero si la nota era menor que esa ahí estaban para regañarme y gritarme en la cara cuestiones acerca de lo malo que había conmigo; mi infancia no fue normal y mi vida a pesar de que aparenta serlo tampoco lo es. — Lo sé madre, gracias — frunzo mis labios en una sonrisa pequeña mientras recojo los papeles en mi oficina con las propuestas de mercadeo que han estado trayendo para mi revisión los del departamento de diseño, todos han estado llamativos, me satisface ver como mis trabajadores se superan mas y mas cada día, y como toman verdaderamente en serio su trabajo, esa es la clave del éxito exponencial que tenemos en la empresa. — Ya me voy, ha sido un día largo estoy agotado — me despido con dos besos en las mejillas de mi madre, quien me da un corto abrazo y aun cuando se acaba no me suelta.  — Has estado más retraído que nunca en estos días cariño, ¿pasa algo con Ingrid? ¿te gustaría hablar conmigo? — evado su mirada, no deseo tratar de explicar por qué ando tan callado si ni siquiera yo mismo logro entenderme.  — No pasa nada mamá, con Ingrid todo está muy bien, estamos muy bien — aunque comienzo a sentir que la afecto con mi comportamiento extraño y taciturno, agradezco que ella sepa darme espacio cuando lo necesito, una de las razones por las que me casé con ella y he decidido pasar mi vida a su lado.  — Oye espera — vuelve a detenerme cuando pretendo irme y comienza a buscar en el bolso que cargaba en su hombro, sacando de este una tarjeta de presentación, que me extiende, y no aparta la mirada de mi en ningún segundo mientras yo lo leo. “Psicólogo, Charson Steward” al terminar subo la mirada hasta ella que me mira expectante — es mi psicólogo personal, es bueno expresarse con alguien que te escuche y que te entienda; soy tu mamá cariño, sé que te pasa algo, ve con él y veras que todo estará bien — ¿Por qué carajos está haciendo ver esto como un grabe problema? Ya sé que llevo días actuando muy raro, que no me he sentido bien y que siento que mi vida es el guion de una película que estoy obligado a seguir: estoy seguro que para esto no necesito la ayuda de un profesional, no necesito nada mas que mi propia decisión, una que en definitivo me saque de esta rutina que yo no he decidido vivir.  — Hablamos luego mamá me despido dejando la tarjeta en el bolsillo de mi saco solo para no dejarla en su mano, ¿Por qué carajos de repente quiere aparentar que me conoce tanto? No tiene una idea de lo que pasa por mi cabeza, de lo que he sentido desde que era un niño y me seleccionaban la dieta para que ni siquiera me enfermara como cualquier niño normal. En lo único que he estado de acuerdo en mi vida, lo único que he decidido yo mismo ha sido mi matrimonio, agradezco haberme enamorado de una mujer de mi mismo estatus social, de alguien del agrado de ellos, ya que gracias a esto por primera vez en la vida sentí que había hecho algo bueno y por mi propia cuenta.  El edificio en el que trabajo desde los 17, el cual es propiedad de mi familia cuenta con 17 pisos, los que bajo en el ascensor, hasta el parqueo subterráneo donde voy por mi coche para poder dirigirme a casa.  El día se encuentra lluvioso, por lo tanto me toca conducir con más precaución de lo usual para llegar a casa con bien, agradezco que Ingrid ya esté a salvo en casa, ella detesta conducir en este clima, y es la razón por la que siempre suele mencionar lo fabulosa que seria la vida si viviéramos en un país tropical, lo que nuca ha sido un sueño para mí, pues detesto el calor, pero tengo que admitir que adoro las playas del caribe.  El edificio donde vivimos no queda lejos de la compañía, unos 15 minutos con trafico complicado como ha sido en esta ocasión; al llegar me estaciono en la plaza seleccionada en el parqueo subterráneo y en el ascensor subo a mi piso, el 15, es agradable la vista desde allí, Ingrid y yo compartimos la misma fascinación por las alturas. Al llegar uso mis llaves para abrir la puerta encontrando a mi amada esposa entretenida en la cocina, preparando la cena con concentración. — Amor, al fin llegas — me saluda desde donde se encuentra, mientras me acerco, atraído por ella y por el olor de la lasaña que se encuentra preparando.  — Parece que alguien anda de mucho humor — la rodeo con mis brazos dejándolos bajo sus pechos grandes y perfectos, mientras dejo beso tras beso en su mejilla derecha. — Me ofendes — su gesto de ofendida me hace reír, pero no hago mas que asentir mientras lo hago, Ingrid y yo no somos muy amantes de la cocina que digamos, y cuando se nos ocurre preparar algo para comer suele ser en días especiales o cuando estamos de bastante buen humor; pero comemos todos los días, aunque no sean días especiales, aunque no nos encontremos de humor, y por esa razón tenemos a una empleada que nos cocina todos los días y nos ayuda por la limpieza, y no es por ser presuntuoso, pero le pago bastante bien por sus servicios. — Eso no quita que te ame, y es una de las grandes razones por las que me gusta tenerte de buen humor, cocinas exquisito — dejo un beso en sus labios antes de alejarme y dejar que continúe mientras me quito la ropa del trabajo. — Quería complacer a mi marido, ¿Cómo te fue en el trabajo? — me pregunta desde su lugar, y sinceramente no deseo hablar de eso ahora, no quiero mortificarla contándole que me siento como si me hubieran pasado encima cuatrocientos trenes, o bueno, tal vez no sea una definición exacta de como me siento, mas bien, es como si estuviera llegando al límite, el limite de mi vida de la vida, como si ya todo estuviera hecho: cuando era joven, mientras estaba en la escuela deseaba acabar mis estudios para entonces comenzar la universidad y hacer la carrera que estaba destinado a estudiar, negocios internacionales no era lo que deseaba, pero era lo que me correspondía como el único hijo de mis padres. Al acabar la universidad, la ilusión de al fin tener una vida adulta me mantenía emocionado, estaba recién casado, y con muchísimas expectativas para la vida, pero siete años después siento que ya no queda nada; Ingrid y yo nunca hemos deseado tener hijos, estamos seguros de que no deseamos eso para nuestras vidas, por lo que en definitivo siento que ya no me que esperar más de la vida, nos hemos perdido en la rutina. — ¿No te fue bien? — Ingrid aparece en la puerta de la habitación viéndome con angustia.  — Mejor que nunca, mi madre me ha felicitado por mi buen trabajo — le cuento para tranquilizarla, ella siempre ha sido tan atenta, siempre está tan pendiente de mi estado. Recuerdo cuando nos conocimos, su familia había comprado la casa al lado de la mía, esa que había estado abandonada por mucho tiempo, y cuando la habitaron el entorno tomó color y forma, era una familia grande, 4 hermanos contando a Ingrid, dos hembras y dos varones, sus padres, y los papás de la madre, una familia verdaderamente grande y adinerada que rápidamente se asoció con la mía. Los hermanos de Ingrid en definitiva no era el tipo de amigos que yo quería, no tan solo porque eran menores que yo y muy inmaduros, además tenían una forma pesada de divertirse, sin embargo, Ingrid, quien era la mayor, incluso 3 años mayor que yo, si era muy parecida a mí, y sigue siéndolo, meticulosa, elocuente y hermosa, pronto nos hicimos muy buenos amigos y cuando llegamos a la edad en la que podíamos identificar a conciencia lo que pasaba entre los dos decidimos formalizar la relación y poco después nos casamos, sin duda la mejor decisión que he tomado en mi vida, ella es todo lo que alguna vez soñé. — Pero no estás feliz con eso — afirma con seguridad y me alejo evadiéndola, caminando con lentitud hasta dejarme sentado a una orilla de la cama. — Habla conmigo amor, ¿sigues sintiéndote forzado? — asiento, exactamente así me siento, y hace unos meses se lo comenté. — Sí, no sale de mi cabeza la idea de dejarlo todo, e irme lejos, contigo — es una idea estúpida, lo sé, no puedo simplemente huir de todo y comenzar de nuevo, esos son sueños de niño inmaduro.  — Hagámoslo — me dice con seguridad y mirarla con incredulidad es inevitable, la vida no es tan sencilla para tomar como esa así por así, y ella es consciente de eso.  — Son solo cosas que pasan por mi cabeza, ideas tontas — le resto importancia, recibiéndola cuando se sienta sobre mis piernas. — Cuando dejen se serlo entonces yo estaré aquí mismo para aceptarlo, siempre he deseado algo así, lo sabes — comenta burlona acercándose para besar mis labios, con amor, con delicadeza, y pronto con fervientes ganas. La recibo gustoso, no tengo muchas ganas de esto, un momento s****l cuando me encuentro en este estado tan desconcentrado no es lo que quiero, pero no pretendo rechazar a mi esposa cuando lo necesito.  Se mueve hasta quedarse a horcajadas sobre mi y pronto el beso se intensifica, de a poco se deshace de los botones de mi camisa dejando mi pecho desnudo y sus dedos fríos y agiles se deslizan sobre mi piel, acariciándome con maestría, con deseo, jadeando, estrechándose contra mí, deseando de mi cuerpo con inmensas ansias, que son retenidas cuando la alarma de incendios, retumban en todo el lugar, interrumpiendo nuestro momento y rápidamente los dos corremos a la sala inundada de humo proveniente de la cocina.  — Dios mío — Ingrid había olvidado completamente lo que se encontraba cocinando y ahora esta hecho carbón en la cocina.  — Estaba saboreando esa lasaña — finjo lloriquear, y ella hace lo mismo decepcionada. — pero no nos caería mal una rica pizza — la animo, ambos amamos la pizza, ella bufa entristecida mientras yo camino al buró de la sala donde se encuentra el teléfono de casa y la agenda donde busco el numero de nuestra pizzería favorita y hago nuestro pedido, si tenia muchas ganas de lasaña, pero una pizza me caería mejor… El día amanece nublado, al igual que casi siempre en esta ciudad; me despierto tan solo por los pasos de Ingrid por la habitación, quien se arregla para irse a su trabajo, es profesora, da clases de literatura en uno de los colegios mas prestigiados de la ciudad, y sus estudiantes la ama, es esa maestra que cualquier alumno desearía tener, la cómplice ideal para cualquiera.  — Lamento despertarte amor, pero de todos modos es hora de despertar, debes ir a trabajar —me dice después de dejar un beso en mi mejilla. — No iré — le informo, ya lo decidí. Toda la noche mi cabeza se la pasó divagando en lo mismo, no quiero seguir siendo un eslavo de mi propia vida, y la única solución para comenzar a abandonar este sentimiento es salir de ese hoyo en que me encuentro desde que tengo uso de razón.  — ¿Seguro? — me pregunta deteniéndose completamente de todo lo que hacía, viéndome con sorpresa, como si supiera que lo digo en definitivo. Asiento dándole respuesta a su pregunta.  — entonces… ¿si tomaras en serio lo que dijiste anoche? — se sienta a mi lado, viéndome con atención a los ojos.  — ¿No crees que es una locura? — niega rápidamente con la cabeza.  — O tal vez sí, pero siento que seria buena la experiencia — me sonríe con tranquilidad y logra trasmitírmela.  — ¿Lo dejarías todo por mí? — asiente sin dudar.  — Soy tu esposa, mi lugar es a tu lado — deja su mano derecha en mi mejilla, acariciándome con dulzura mientras siento mi corazón estrujarse, esta mujer es lo mejor que me ha pasado en la vida.  — ¿Tienes algún lugar en mente donde te gustaría ir? — le miro fascinado, y asiente.  — Hawái, Republica dominicana, santa lucia — enumera sus favoritas y sonrío, está emocionada, y eso me hace sentir menos culpable por estar decidiendo su futuro por un posible capricho mío.  — Te amo amor — me acomodo sobre la cama dejando un beso tierno en sus labios.  — Yo te amo mucho mas mi vida — me le quedo viendo ilusionado, es todo lo que cualquier hombre podría pedir en la vida, una mujer comprensiva y amorosa que seria capaz de seguirme al fin del mundo de ser necesario y lo hace con gusto, por verdadero amor. — Siempre me he preguntado como seria vivir en República Dominicana, en algún pueblo junto a las playas — me pregunto con ilusión y ella me mira de igual manera.  — eso sería maravilloso — afirma con seguridad — iré a despedirme en el colegio, me dolerá dejar a los muchachos, pero sé que ellos pronto lo olvidaran, ¿me guardas para almorzar? — asiento sin dudar despidiéndonos con un beso tierno, espero no estar tomando la decisión equivocada.  Punta cana es un lugar muy bonito, mucho turismo y playas por doquier, justo lo que andábamos buscando. la decisión que mi esposa y yo habíamos tomado no fue del buen agrado para ninguna de las familias, los padres de ella estaban consternados por la decisión apresurada, sin embargo los gemelos parecían muy felices, después de todo tendrían una excusa para salir de la fría ciudad y venir a explorar las playas y mujeres que según ellos aquí hay montones disponibles. Mis padres por otro lado estaban peor, las razones de ellos no eran por mi bienestar ni por miedo a que me alejara de ellos, lo único que les importaba era el hecho de que dejaría el puesto mas importante del emporio familiar desocupado, y papá no estaba en buenas condiciones para asumirlo con facilidad, es demasiado trabajo para su edad.  Nada de eso me importó, por primera vez en la vida tan solo pensé en mí, en lo que quería para mi vida, y en la ilusión que me provocaba comenzar una nueva vida.  Por internet habíamos visto unas casas que teníamos pensado comprar, y conseguimos la ideal que en persona se ve mucho mas hermosa de lo que parecía en internet. Se encuentra justo en frente de la playa, tiene dos niveles, forrados de ventanales de cristal que dan una vista gloriosa a la playa, hermosa, tres grandes y bonitas habitaciones, 3 baños y uno medio, una sala de estar inmensa, terraza con jacuzzy, una cocina abierta, estudio y acceso directo a la playa que prácticamente es privada de la casa. Los primeros días en el nuevo país, la nueva ciudad, la nueva casa, fueron magníficos, playas todo el día, jacuzzy y sexo, estábamos prácticamente viviendo una luna de miel, una fenomenal, tan especial como la primera, pero nada en la vida es para siempre, y pronto tuvimos que enfrentarnos a la realidad, este era nuestro nuevo hogar, nuestra nueva vida, y en ella no es todo color de rosas, teníamos que trabajar.  Ingrid como profesora lo tenía más que fácil, a no pasó una semana antes de que consiguiera su trabajo ideal en un colegio cercano, a solo diez minutos de la casa en coche, allí la aceptaron de inmediato apenas mostró su impecable curricular, y es que a pesar de que su idioma materno es el ingles su español es tan impecable como el de cualquiera que lo hable de nacimiento, y el mío también lo es.  Para mi no ha sido tan fácil, ni siquiera sabía que podría hacer, a que me podría dedicar, lo único que había claro en mi cabeza era que no deseaba nada relacionado a los negocios, eso lo había dejado claro, no pretendía fallarme.  Pero un día Ingrid volvió a la casa emocionada después de un agotador día de clases, no le iba bien en la nueva escuela, al parecer no era muy bien recibida por los chicos, aunque ella lo justificaba por la cultura diferente lo cual era completamente entendible, y yo solo esperaba que fuera así; me dijo que en el colegio solicitaban profesor de inglés, y a pesar de que no tenía ningún conocimiento de maestría ella lo sugirió y yo lo tomé en consideración, estábamos locos, ambos por pensar que era una idea factible, pero la pusimos en marcha y pronto estaba estudiando para ejercer como profesor de ingles en el colegio donde les interesaba bastante mi presencia, tanto que no dudaron ellos mismos en instruirme, y en pocos meses estaba preparado para serlo.  Hoy es mi primer día, Ingrid no retiene la emoción de que trabajaremos juntos y me ha descrito meticulosamente cada detalle que debería saber, y aunque lo cuenta muy relajada yo no puedo evitar sentir nervios por cada cosa, ¿y si me detestan? Si no lo hago bien, trato de ser positivo, pero no es fácil enfrentarte a algo como esto, mucho mas cuando como estudiante no fui bueno con los profesores, ninguno es bueno con los profesores.  Pantalones de oficina oscuros, camisa azul oscura, con mangas largas, zapatos de oficina y según Ingrid es suficiente, yo estoy seguro de eso. En el maletín pongo los libros correspondientes y lo demás que deba tener me lo proporcionaran hoy mismo en el colegio. Juntos nos dirigimos a ese lugar que ya conozco, pero nunca había venido en presencia de la gran cantidad de estudiantes que parlotean con energía y nos siguen con la mirada por los pasillos hasta que nos perdemos de sus vistas, solo espero que sean así de curiosos en las clases, solo espero que esto verdaderamente me salga bien…  

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