**SIENNA**
Al marcharse Gabriel, lo hice con la elegancia de un pingüino en patines. En ese instante, supe que mis días en la empresa de Gabriel eran más escasos que las calorías en la dieta de una influencer en enero. La señora Sinclair no se quedaría de brazos cruzados, oh no. Esa mujer tiene la paciencia de un colibrí con déficit de atención y la memoria de un elefante rencoroso. Cuando dice que hará algo, lo hace con la precisión de un microondas japonés.
Me dejé caer en el sofá como un globo sin aire, cerré los ojos e intenté meditar. Spoiler: fue un desastre total. Mi mente era un torbellino, más estruendoso que una obra en construcción a las 6 de la mañana un domingo. Las palabras de mi padre resonaban en mi cabeza como una pelota de tenis de mesa fuera de control.
—Siempre has s
