Cuando regresamos a casa, mi padre y Antonia estaban demasiado molestos, porque nos habíamos ausentado toda la mañana y habíamos dejado a la mujer sin desayuno, y es que les parecerá gracioso, pero prácticamente mi abuela y yo terminamos sirviéndole Antonia.
- Pero por Dios mamá, ¿Dónde se han metido todo el día?, Antonia está furiosa y está vez no puedo defenderlas — le dijo mi padre molesto.
- Ay hijo hace mucho tiempo que tú has olvidado que tienes hija y madre, ahora solo velas por el bienestar de tu mujer, pero no te preocupes eso pronto terminara, mejor ve y llama a tu esposa que tengo que hablar con ustedes.
Y así lo hizo mi padre fue por su desquiciada mujer que llegó hecha una fiera, pero pronto cambiaria su actitud al escuchar las palabras de mi abuela.
- Hijo me ausenté porque tuve que ir al médico y lamentablemente no tengo buenas noticias.
- Ay vieja quejumbrosa, siempre quejándose de todo, no la escuches amor que eso es puro chantaje — gritaba Antonia.
Esas palabras me dolían en el alma pues ahora veía a mi abuelita tan débil e indefensa, pero ninguno estaba preparado para lo que iba a decir.
- Espera un momento Antonia déjame terminar por favor, me han diagnosticado cáncer terminal.
Al escuchar aquellas palabras, Antonia no pudo disimular su gran sonrisa, pero mi abuela prosiguió.
- No me dan mucho tiempo de vida así que solo te pido una cosa para que sigas al frente de mis finanzas, y es que dejes que tu hija se vaya a vivir con una persona de mi confianza, ya que al estar tu recién casado lo correcto es que te encargues ahora de tu mujer.
- Mamá, pero como demonios me pides eso, es mi hija y es lo único que me quedara cuando tu mueras.
- Lo siento hijo esa es mi única petición.
En ese momento Antonia saco algo de su bolsa y frente a todos untó algo en su lengua para después besar a mi padre, y esta volvió a preguntarle.
- ¿No crees que tu mami tiene razón mi amor?, es mejor que la pequeña se vaya, nosotros aún somos jóvenes y estamos empezando aparte es la voluntad de ella.
- Tienes razón contesto mi padre bastante frío, vamos a escoger el ataúd que prefieras mamá.
- Claro hijo, pero antes puedes firmarme la custodia de tu hija.
Mi padre sacó un bolígrafo y justo cuando iba a firmar le grité.
- Papá ni siquiera te vas a tomar la molestia de saber con quién me iré.
- Antonia cree que es lo mejor y si ella está de acuerdo porque yo no habría de estarlo.
Así que firmó los papeles y mi abuela los metió en su bolso de inmediato.
- Bueno, vayan a escoger ese ataúd, que sea el más cómodo mi amor, porque mi suegrita pasara mucho tiempo ahí y no queremos que se sienta incómoda verdad — dijo riéndose de una manera burlona — mientras tanto yo buscare algún lugar para irnos de viaje para pasar el luto, — sentenció Antonia.
- Procura que no sea uno muy costoso, Antonia — repuso mi abuela.
- Ay suegrita, yo queriendo que tenga la mejor caja y usted de tacaña, allá a donde va no va a necesitar dinero.
- No Antonia, te lo digo como consejo, contrata algo que puedas pagar tú, con tu dinero pues mi hijo acaba de renunciar a la parte de su herencia y ha cedido todo a su hija.
- Maldita vieja — gritaba Antonia enfurecida — pero también me encargaré de esa bastarda.
Mi abuela había sido muy inteligente engañando Antonia, ese mismo día nos fuimos a vivir a casa de don Cipriano donde mi abuelita paso sus últimos días.
El día del funeral llego, y al llegar mi padre y Antonia todos pudimos notar que ambos se veían bastante mal, pero eso no logro cambiar la actitud de aquella mujer pues aún en el velorio trataba mal a mi padre, ella intentó varias veces acercarse a mí, pero el amuleto que me había hecho don Cipriano no se lo permitía, así que se limitaba hacerme señas obscenas desde lejos, y yo la verdad estaba demasiado triste para prestarle atención.
Un día en la noche escuché a don Cipriano hablar, y al levantarme a ver qué era lo que pasaba me llevé la sorpresa de mi vida, pues al asomarme al pequeño cuartito donde nos había atendido días atrás, pude verlo platicando con mi abuelita, pero ella parecía estar hecha de humo.
Al percatarse de mi presencia rápidamente desapareció, y don Cipriano me llamó.
- Pasa niña, no te quedes ahí afuera.
Yo entré algo avergonzada por haber sido descubierta, pero también estaba bastante temerosa después de lo que había visto.
- Mi niña tienes que ser fuerte, tu abuela ha venido a avisarme que tu padre ha muerto.
- ¡¿Qué?! — le dije bastante confundida.
- Calma mi niña, ahora tu padre tendrá la tranquilidad que hacía tiempo esa mujer le robó, él ya está con tu madre y tu abuela, no tienes de que preocuparte, pero ahora es momento que nos encarguemos de esa mujer.
Yo lo miraba sin poder decir palabra alguna, pues eran bastantes emociones en un solo rato.
Don Cipriano se puso de pie y sacó de un cajón todas las cosas que habíamos encontrado en el cuarto de Antonia y dijo que era hora de ponernos a trabajar, así que me untó un líquido verde en las manos, y les parecerá mentira, pero la rata aún se encontraba en perfecto estado como si ese día la hubiéramos encontrado. Comenzó por sacar la foto de mi abuela y puso una de Antonia en su lugar.
- ¿Pero que hace don Cipriano? — le dije intentando no vomitar al ver que agarraba los intestinos de aquel animal.
- Mira niña nosotros no buscamos hacerle mal a nadie, simplemente estamos regresando lo que no nos pertenece y esto no le pertenece a tu abuela ¿O sí?
- No.
- Entonces déjate de cosas y sigamos.
Así lo hizo con cada una de las cosas, tomó las velas que tenía la forma de una pareja y las echo a la lumbre mientras decía una oración de liberación, pero cuando estaba por consumirse por completo escuchamos un grito tan fuerte que me hizo que me cubriera los oídos de inmediato.
- ¿Qué pasa? — le pregunte asustada.
- La mujer ya se ha dado cuenta niña que estamos deshaciendo todo su mal.
- ¿Pero no cree que nos dañara aún peor? — pregunté consternada
- No creo que después de esto pueda ponerse de pie — repuso don Cipriano.
Y efectivamente don Cipriano tenía razón, pues tuvimos que encargarnos nosotros del funeral de mi padre, porque Antonia cayó misteriosamente enferma y no pudo levantarse de la cama. Yo la pude ver cuando tuve que ir a la casa a sacar ropa para que cambiaran a mi papá, estaba en cama ardiendo en fiebre y tenía el abdomen bastante abultado como si se hubiera comido un enorme balón, estaba tan mal que ella ni siquiera notó que había entrado.
A los pocos días acudió la policía a casa de don Cipriano para informarnos que los vecinos se quejaban de olores bastante fuertes provenientes de la casa, y al llamar a la puerta y ver que no respondían estos entraron a la fuerza derribando la puerta para encontrarse con la más tétrica escena de sus carreras.
Al entrar a la casa el olor era insoportable a tal grado que tuvieron que esperar a que les trajeran unas máscaras antigás, para ingresar al domicilio y fue ahí donde encontraron a Antonia en una de las habitaciones, estaba en la cama con el abdomen abierto justo a la mitad, era algo tan extraño como si le hubiera explotado decía el policía aun sorprendido.
- Pero lo peor no es eso — dijo el policía.
- ¿Cómo? ¿Hay más? — le contesté yo algo intrigada
- La señora estaba totalmente llena de gusanos y cuando la íbamos a meter en la bolsa varios de estos se cayeron, dejando entre ver una fotografía de ella amarrada con sus propias tripas.
Yo me quedé helada al escuchar eso, pues ahora sabía perfectamente que era lo que había ocurrido.
Nunca quise regresar a esa casa, después de que la limpiamos, la done a una institución que se encarga de rescatar perritos en situación de calle, yo hasta le fecha vivo con don Cipriano, y le pido a Dios y a mi abuelita que me lo conserven muchos años más de vida.