Compañero de yoga

1741 Words
KENDRA Gavin llega trotando casi en el instante en que Roxy se va. ¿Por qué de repente siento un hormigueo? No. Eso no es parte del plan. Él no puede pavonearse por aquí y hacerme sentir lujuriosa por su sucia, sucia vara de hombre. Especialmente después de lo que Roxy acaba de decir. ¿Mi v****a no tiene vergüenza? Probablemente haya piojos arrastrándose por ese asta de bandera tan usada. Culpo de la reacción indecente de mi cuerpo al estado actual de mi vida amorosa. Lo cual es una mierda, gracias a que el idiota de mi ex esencialmente arruino mi confianza en los hombres. Mientras veo a esa bestia sexy de hombre dirigirse directamente hacia mi como un guepardo se acerca a su gacela, me doy una charla mental de ánimo. El plan es mantener un perfil bajo y trabajar como un burro para que mi anciana madre finalmente pueda jubilarse, y no volver a caer en las garras de un imbécil infiel y mentiroso. Punto. Cuando me muestra esa sonrisa preciosa y me invita a salir, no estoy preparada, pero hago todo lo posible por rechazar sus comentarios sugerentes. Sigue intentando encantarme a pesar de mi portapapeles, mis respuestas cortas y aburridas, y mi mejor cara de perra. No estoy de humor para defenderme de un tipo que no acepta un no por respuesta en este momento. Pero al mismo tiempo…Dios mío, él es aún más guapo de cerca. ¿Cómo funciona eso? ¿No se supone que la cercanía arruina la ilusión? Supongo que cambio todos sus defectos externos por los internos. O su colonia es algún arma secreta de control mental; la especia ahumada me hace la boca agua, me hace preguntarme si sabe a algo parecido a lo que huele. Y ha pasado tanto tiempo desde que tuve sexo, y mucho menos sexo decente. Incluso recordando todas las cosas horribles que Roxy me acaba de decir, todavía siento una pequeña erección femenina en el fondo cuando me sonríe. Y cuando se inclina más cerca, ni siquiera puedo mirarlo a los ojos. Que son de un hermoso tono azul con una estrella color avellana den el medio. De alguna manera, dudo que su oferta sea solo una “cita de amigos” como el afirma. Divagando sobre coños, algo así como socava ese argumento. Pero tal vez dejar que me muestre Los Ángeles no es tan malo. Probablemente sea mejor empezar con buen pie con él. después de todo, es el dueño de este edificio, mi casero y mi vecino de arriba. Eso no significa que vaya a acostarme con el nunca; Dios, por supuesto que no. Solo estoy siendo educada. Ignorando cortésmente la forma en que ya ha hecho el ridículo. Así de elegante soy. Ganando amigos, influyendo en la gente, todo eso. Mientras sopeso mis opciones, me mira como si nunca hubiera tenido que esperar tanto tiempo. Finalmente respondo. –De acuerdo– Ahí está esa sonrisa de mil vatios de nuevo. –Genial. Solo espera…Te mostraré donde conseguir el mejor filete de la ciudad– –Soy vegetariana– le respondo. Cuando simplemente parpadea, le sonrió, sintiéndome un poco malvada. El hecho de que me esté portando bien no significa que tenga que ser indulgente con él. No de inmediato, al menos. –Me parece bien– Se frota la barbilla. –Luego te llevaré a la playa. Conozco algunos lugares con excelentes vistas donde podemos evitar a los turistas– Me encojo de hombros, sacudiendo la cabeza. –No soy realmente una persona de playa. Demasiados insectos y demasiada arena en lugares innombrables– ahora solo me estoy divirtiendo con él. pobre chico, no sabe en que se estaba metiendo conmigo. Para su crédito, se abstiene de comentar sobre mis lugares innombrables. Supongo que eso requiere mucha moderación por su parte. –¿En serio? ¿Te mudaste a Los Ángeles y no eres de playa? Eso es como alguien que se muda a Colorado cuando odia esquiar– Mi boca se cierra en una línea firme. –O como alguien que se muda a California por trabajo y no para holgazanear– Gavin hace una pausa para pensar en otra idea para una cita. me pregunto si otras mujeres alguna vez lo hacen esforzarse por obtener atención de esta manera. No, con otras mujeres, supongo que todo lo que tiene que decir es: Tu. Mi cama. Ahora. Y se quitan las bragas y corren a su cama. No soy, ni nunca he sido, una de esas mujeres. Incluso si la respuesta de mi cuerpo a es más primitiva de lo que me gustaría. Por el rabillo del ojo, noto que el camión de alquiler está vacío y los de la mudanza están subiendo mis últimas cajas por las escaleras. Es hora de despedirlos. Pagué su tarifa por adelantado, así que todo lo que tengo que hacer ahora es pedir la cena, encontrar la caja con mi pijama y acostarme temprano. camino hacia la escalera, obligando a Gavin a seguirme si quiere terminar nuestra conversación. –Bien. Entonces, ¿Qué te gusta hacer? – pregunta finalmente. Pienso por un momento mientras empiezo a subir. La mayor parte de mi vida es trabajar, estudiar, dormir, luego enjuagar y repetir. Bueno, eso y que bebo abundantes cantidades de vino. Pero algo me dice que compartir una botella de Pinot con esta criatura peligrosamente sexy sería una mala idea con M mayúscula. Pero hay una cosa que hago para relajarme… y tengo curiosidad por saber cómo responderá. –Me gusta el yoga– digo. Estos pantalones no son solo para presumir. Duda, lo que me sorprende. Lo que no esperaba era que dijera: –Claro, podría hacer yoga. ¿Cuándo te viene bien? – ¿Y ahora qué? No parece que disfrute del yoga, ni siquiera que lo haya hecho antes. Pero bueno, eso no me importa. Si quiere probarlo, siempre me vendría bien un compañero de entrenamiento. –Voy a estar ocupada desempacando todo el día mañana, así que ¿Qué tal al día siguiente? ¿Nos vemos fuera de mi unidad a las seis, digamos? – –¿A las seis de la mañana? – dice mañana en el mismo tono en el que yo diría: “¿Eso es sangre?” Lo miro y reprimo una sonrisa, sintiéndome malvada de nuevo ante la leve expresión de horror en el rostro de Gavin. –Por supuesto– canto tan alegremente como puedo. –El yoga funciona mejor cuando lo haces antes del desayuno. Te da energía para todo el día– ¿A menos que no estés de humor? Añado para mis adentros. Pero suave como la seda, responde: –Suena genial– Se adelanta y me abre la puerta del pasillo del cuarto piso, haciéndose el caballero. –Tengo que volver a mi oficina ahora, pero te vere el domingo– Aturdida, entro, casi suspirando en voz alta ante la fría oleada del aire acondicionado. Sin pensar, digo. –No puedo esperar– y luego me doy cuenta de que lo digo en serio. Gavin se despide con la mano y baja trotando las escaleras. Sigo el pasillo hasta la unidad 4B, agradezco a los últimos empleados de la mudanza que se van y cierro con llave. Luego me doy la vuelta y me apoyo en la puerta principal, saboreando la tranquilidad. Por fin estoy sola en mi apartamento de lujo. Mi nuevo hogar, con suerte durante años, si apruebo mi examen de la barra y juego bien mis cartas en Walker, Price y Pratt. Incluso abarrotado de cajas polvorientas, este lugar es precioso. Los muebles son elegantes y con estilo, pero cómodos. Todas las encimeras son de granito; todas las mesas son de cristal. Aunque solo hay dos habitaciones reales, ambas se siente enormes en comparación con el apartamento que compartí con tres compañeros de piso en la facultad de derecho. La cocina está completamente equipada y ofrece suficiente espacio para un comedor. La otra mitad del apartamento tiene una cama tamaño Queen, un vestidor con puertas corredizas con espejo y un televisor inteligente de pantalla plana de cincuenta pulgadas montado en la pared, sobre los pies de la cama. Lo mejor de todo es que la bañera de porcelana es lo suficientemente larga como para acostarse sin conmocionarme en el inodoro. Me quito los tenis, sintiendo el fresco suelo de madera en mis pies calientes y cansados, y las guardo en el armario de la entrada. Al otro lado de la puerta principal hay una mesa pequeña, lo suficientemente grande como para un plato de cristal para poner la llave y un jarrón de porcelana con tres tulipanes morados. Acaricio suavemente sus pétalos aterciopelados para confirma que las flores son reales. Luego me abro paso entre las pilas de cartón y deslizo la puerta hacia mi mayor capricho: el pequeño balcón. Incluso cuando derrocho, mi conciencia culpable tiene sus límites. Elegí un modelo de estudio en lugar de uno de habitación, y solo pagué por una unidad amueblada porque era más barato que enviar mis propios muebles a más de tres mil kilómetros. Pero la perspectiva de un balcón, de tomar sol cuando leo, beber vino en las tardes ventosas, disfrutar de lo que para mí es verano todo el año, había sido demasiado tentadora. Salgo y me embeleso con la visita de las palmeras ondulante, mansiones con césped azul verdoso y el lago Hollywood brillando en la distancia. Si entrecierro los ojos, incluso puedo vislumbrar las letras blancas del letrero de Hollywood. Paso cada media hora simplemente paseando e inspeccionando toda la unidad. Por supuesto, sabía exactamente como era antes de enviar mi contrato firmado y el pago inicial. Reviso detenidamente el sitio web de administración de la propiedad, admirando la galería de fotos, los planos y la larga lista de comodidades. Pero ahora es la primera vez que lo veo en persona. Todo elegante y acogedor. Todo mío. Una vez más, la diferencia entre la anticipación y la realidad me golpea, y no solo con el condominio en sí. Mi propietario no es exactamente lo que imagine basándome en la descripción de Roxy. Pero tampoco ha desmentido nada de esa historia mordaz. Me costara mucho bajar la guardia con él. Aún así…si Gavin aparece el domingo, creo que acabo de encontrar un nuevo compañero de yoga en el prostituto del dueño de mi edificio. Esto debería ser interesante.
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