GAVIN
Maldita sea. Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.
Mis ojos se dirigen a mirar el culo con forma de pera más perfecto que he tenido el placer de ver mientras mi socio, Kevin, continúa sermoneándome. Creo que se trata de algo importante, pero no hay nada más urgente que la reacción de mi cuerpo ante esta morena bien formada. Dios mío. Esas tetas son definitivamente reales.
–Lo digo en serio. Esta vez te cortan la polla– dice Kevin con tono mordaz.
Apartando mi mirada de la suculenta nueva morena que se mueve en la unidad 4B, lo encontré.
–No literalmente desconectado. Estoy un poco apagado a él. Te das cuenta, ¿verdad? –
–Bueno, entonces está cerrado. No más de estas tonterías. Recibí tres llamadas solo esta semana de mujeres histéricas, nuestras inquilinas con las que tú, ¿Cómo decirlo con delicadeza? Te acostaste y luego te fuiste antes de que sus coños estuvieran siquiera secos–
Le sonrió con suficiencia, pero no puedo negar la acusación. El edificio de condominios que Kevin y yo poseemos, y en el que vivo, es como un Melosa place de la vida real. Con jóvenes veinteañeras sexys viviendo muy cerca, es probable que haya un poco de drama de vez en cuando. Juntos, Kevin y yo poseemos treinta edificios en el área metropolitana de los Ángeles. Y algunos de nuestros edificios tienen inquilinas muy follables. Hasta este punto, lo he considerado una buena bonificación, una bonificación que acepté numerosas veces; sin duda es la mejor ventaja del trabajo. Al parecer, Kevin lo ha visto de otra manera.
–¿Quién es esa? – pregunto, señalando con la cabeza a la bomba que es responsable de toda la sangre que me sube a la ingle. Mierda. Debería hablar con ella sobre eso; no aún no. Pero la idea de acercarme a ella y hablarle de mi situación actual y verla sonrojarse hace que me duela aún más la ingle. Mierda.
Los ojos de Kevin se giran hacia la izquierda para ver que, o, mejor dicho, quién ha captado mi atención. Y quién me ha dado este gordito, que espero que no haya notado. Estamos cerca, pero no tanto.
–Controla tu polla– dice Kevin, entrecerrándome los ojos.
Maldita sea, se dió cuenta.
–La única que quiero que controle mi polla es esa hermosa criatura de ahí– la estoy mirando descaradamente, y ni siquiera me importa.
–No, no, no. No te hagas ideas. No vas a tocar eso–
No está lo suficientemente cerca como para oírnos, pero le lanzo una mueca de todos modos.
–Muestra algo de clase, hombre. Tocar es una palabra tan infantil. Me tomare mi tiempo, hasta que me ruegue que le llene su pequeño y apretado coño–
–Lo digo en serio. Ni siquiera debes pensar en su apretado coño– Saca pecho, claramente listo para la batalla.
–¿Entonces reconoces que tiene un coño apretado? – sonrió, orgulloso de mi mismo.
Se limpia el sudor de la frente, con aspecto preocupado. –Gavin, esta vez hablo en serio– Su voz ha adquirido un tono sombrío y, por una vez, intento ser serio y concentrarme.
Cuando veo como palpita la vena de su cuello, mi sonrisa se desvanece. Estamos parados fuera de uno de nuestros edificios más bonitos, a las afueras del centro, y el sol de media tarde nos golpea. De repente, quiero alejarme de él, alejarme de toda esta conversación y entrar en el aire acondicionado fresco del interior. La mierda se ha vuelto demasiado real para mí.
–Ya me conoces– le sonrió, tratando de aligerar el ambiente. –Solo quiero divertirme un poco de forma casual– Y si eso significa acostarme con la gente soltera de Los Ángeles, que así sea.
No busco algo más profundo. tengo un condominio de lujo en el corazón de Hollywood Halls, conduzco un Mercedez Benz nuevo y poseo una polla de veintidós centímetros. Traducción: la vida es buena. O lo era, hasta que Kevin decide que le metan el bicho en el culo y hoy puso las cosas en claro.
–¿Escuchaste algo de lo que acabo de decir? Una de tus ultimas conquistas amenazo con denunciar a nuestra empresa La Oficina de buenas prácticas comerciales, por prácticas comerciales poco éticas. Esto no se trata solo de ti. Esto también me afecta a mí. Y que me condenen si veo como todo lo que hemos construido se derrumba en llamas porque no puedes mantener tu pene en tus pantalones–
–Entiendo–
Kevin es prácticamente el mejor amigo y el mejor socio comercial que podrías pedir. Es muy inteligente y dedicado, trabaja con un perro día y noche. Y sin mencionar que cuando comenzamos nuestra empresa de inversión inmobiliaria hace cinco años, el solo aportó todo el capital inicial con sus propios ahorros y fondo fiduciario. Me llevo años pagarle a medida que llegaban las ganancias, y nunca me hizo sentir menos, o como si estuviera en deuda con él. Sin mencionar que es divertido, adinerado y guapo. Es un excelente compañero. Además, sabe cómo encontrar los mejores tacos. Y no me refiero a los que se sirven con salsa. El tipo es un imán para las v*****s.
Incapaz de evitarlo, dejo que mis ojos se dirijan a ella de nuevo. La mujer que se muda al 4B usa pantalones de yoga de maneras que dudo que sean legales en algunos países. Necesito saber que hay debajo de esos ajustados pantalones deportivos negros. –¿Simples bragas de algodón o un tanga travieso? De cualquier manera, quiero enterrar mis dedos dentro de la cinturilla de esos pantalones, bajárselos por las caderas y descubrirlo. Tal vez sea porque Kevin acaba de hacerla una fruta prohibida, pero quiero probarla. Se me hace agua la boca.
Se ve elegante y arreglada, a pesar de su atuendo informal que incluye una camiseta sin mangas y zapatillas de tenis. Con un portapapeles en una mano y su fiel lápiz número dos en la otra, marca los artículos de su lista y da instrucciones a los de la mudanza que están descargando y llevando cajas a su nuevo hogar, que casualmente esta justo debajo del mío.
–No vas a durar ni tres minutos, y mucho menos tres días– Kevin hace una mueca, mirando de nuevo nuestra nueva residente.
–¿Qué sabes de ella? –
Pone los ojos en blanco, pero me sigue la corriente. –Kendra Marie Foster. Es abogada. Excelentes referencias. Aún mejor puntaje de crédito y firmó un contrato de arrendamiento de un año. Y ella y su coño deben permanecer en perfectas condiciones, o que Dios me ayude…–
No puedo evitar el comentario inapropiado que tengo en la punta de la lengua. –Podría asegurarme de que su motor funcione correctamente, ponerla a punto, si es necesario–
Kevin gruñe una maldición.
Cuando la miro de nuevo, veo que Roxy otra de nuestras inquilinas, se ha unido a Kendra en la acera. Parecen estar charlando, dándose la mano, intercambiando palabras y sonriéndose. Hay algo que me desagrada mucho en estas dos mujeres hablando. Roxy es bailarina exótica, y ella y yo tenemos un pasado un poco complicado. Lo cual es un eufemismo enorme, pero no es algo que me interese pensar ahora. Kevin menciona algo sobre los impuestos de los cuatro trimestres, y yo lo ignoro, seguro de que acabo de oír mi nombre en los labios demasiado brillantes de Roxy.
–Disculpa, tengo asuntos que atender– lo rodeo, dirigiéndome directamente hacia mi nuevo premio. Roxy me ve y sale corriendo hacia el estacionamiento.
–¿A dónde crees que vas? – me pregunta Kevin.
–Solo estoy siendo amable. Alguien tiene que dar la bienvenida como es debido a la señorita Foster–
Maldita sea, Gavin– le oigo gritar.
–Lo tengo todo bajo control, amigo– le grito por encima del hombro.
Puedo controlarme a mi alrededor. Tengo que hacerlo, según Kevin.
No me gusta que me digan que hacer, especialmente cuando mi pene está preocupado, y demonios, probablemente solo hará que la desee más. Pero a medida que acorto la distancia entre Kendra y yo, hago un plan.
Amigos. Me haré amigo de la chica nueva, tan sexy que quiero inclinarla y follarla a plena luz del día. Este es el mejor plan que he tenido, o terminare conmigo con un ojo morado, cortesía de mi mejor amigo.
Es hora de actuar.