GAVIN
Son las cinco y media del sábado, tal como acordamos, cuando bajo las escaleras hacia la casa de Kendra. Pasé el día revisando una propuesta que Kevin preparó para un edificio de condominios de lujo en Malibú. Nunca antes habíamos sido propietarios de nada en la costa, pero además de sus impresionantes vistas al mar, también tiene un precio elevado. Quien sabe, puede que valga la pena. Sin embargo, sobre todo, paso el día mirando el reloj y preguntándome que estaré haciendo mientras espero a que llegue nuestra no-cita.
Cuando llego a su puerta, ya está abierta.
–¿Hola? – Miro dentro, sin verla.
–Pasa– llama desde algún lugar del interior.
Aunque es uno de los modelos más pequeños, es una unidad bonita, decorada con colores neutros, y con sus techos altos y grandes ventanas, se siente mucho más grande de lo que es. camino por el suelo de madera, mi mirada se dirige a la cocina y luego a la sala con su elegante decoración moderna. Ambas estan vacías.
–¿Kendra? – grito, preguntándome que está pasando.
–Aquí dentro. Estoy terminando–
Me asomo por la esquina y la veo. Está de pie frente al espejo de la cómoda de su dormitorio, y aunque esta de espaldas a mí, puedo ver su reflejo. Se está poniendo pendientes y es tan simple, pero estoy fascinado por ella.
Vestida casualmente con jeans y una camiseta blanca sin mangas. Pero los aretes que se toma el tiempo de ponerse me dicen que quiere que la note como mujer, incluso si ha dicho que no. este pequeño acto indica que es tan consciente como yo de que hay química s****l latente bajo la apariencia de nuestro estado platónico. Cuando se gira para mirarme, sus pezones se endurecen en dos pequeños puntos, y los aretes colgantes de oro brillan con la luz. Pero sobre todo son sus pezones los que noto porque, maldita sea, sus pechos son perfectos. Un bocado agradable y resplandeciente.
–¿Listo? – dice, con voz suave mientras se queda allí mirándome.
–Si– casi gimo mientras me giro hacia la puerta. Preferiría cruzar la habitación hacia ella y tirarla sobre su cama deshecha. Algo me dice que podríamos divertirnos mucho entre las sábanas. O en el suelo. O en la ducha. La imagen de la piel cremosa de Kendra resbaladiza y húmeda me hace la boca agua.
El restaurante es un poco más que un mostrador con un menú de pizarra para pedir y una pequeño grupo de mesas afuera en la acera. Lo cual es bueno. Esto no es una cita, y no se siente como tal. Estar aquí con Kendra me hace preguntarme cuando fue la última cita que tuve. Hace mucho tiempo, aparentemente, ya que ni siquiera puedo recordarlo.
Pedimos nuestra comida, cada uno paga por sí mismo, y luego nos sentamos en una mesa afuera a la sombra.
–¿Cómo estuvo tu primera semana en el nuevo trabajo? – pregunto una vez que nos sentamos. Ambos hemos pedido botellas de cerveza, y me alegra que su salud no le impide disfrutar del alcohol.
–En realidad ha sido muy bueno. Estoy trabajando en casos reales, redactando informes e investigando precedentes. Trabajo directamente con los abogados, y hay una chica agradable más o menos de mi edad llamada Tina, con quien he estado almorzando–
Asiento y tomo otro sorbo de mi cerveza. –Eso es genial. ¿Entonces te gusta? –
Se muerde el labio inferior. –Si y no. Mi jefe. Larry el acosador…– Toma un largo trago de su cerveza antes de continuar. –Toda la semana se sintió como un juego del gato y el ratón. Intenté evitarlo mientras el me perseguía tenazmente–
–¿Qué quieres decir con que te persiguió? –
–Quiere estar en mis bragas– dice con naturalidad.
No puedo evitar que mi labio se curve con disgusto. –¿Cuántos años tiene este tipo? –
Se encoge de hombros. –¿Sesenta? Mas o menos–
–¡Que asco! –
–Si, de acuerdo–
–¿Le dijiste que se fuera a la mierda? – Veo de reojo a nuestro camarero acercándose con la comida.
–No. tengo las manos atadas. Es una larga historia, pero básicamente es la forma más rápida de perder el trabajo. Y no puedo perder este trabajo–
Gruño una maldición. –Eso es una tontería, pero entiendo lo que dices. ¿Me avisarás si empeora? Ya pensaré en algo– Ella asiente, con su mirada tierna y fija en la mía.
Cuando nos sirven la comida, toco mi hamburguesa de champiñones portobello, cansado de nuevo de esta experiencia.
–Solo pruébalo. Estará bien– dice Kendra alentadoramente mientras saborea su propia comida.
Cuando la veo dar un gran mordisco, poco femenino, a su hamburguesa de quinoa con frijoles negros y terminar con una mancha de alioli de ajo en la barbilla, prácticamente hace que valga la pena venir aquí. Sigue hablando de su jefe, como si nada hubiera pasado. divertido, me inclino sobre la mesa y uso mi servilleta para limpiarle el labio inferior y la barbilla, sonriéndole con suficiencia.
–¿Tengo algo? – se toca el labio.
–Lo tengo–
Ahora es ella la que sonríe con suficiencia.
–Gracias– Después de dar otro gran mordisco a su sándwich, extiende la mano y me roba una de mis papas fritas de boniato.
Estoy a punto de decirle que se las coma, porque yo no voy a comer esas malditas cosas, cuando me doy cuenta de que no está esperando mi permiso. Me gusta que no haya que andar de puntillas entre nosotros, que no intentemos comportarnos lo mejor posible para impresionar a la otra persona. Solo somos nosotros mismos, y es cómodo. No estoy seguro de por que nunca antes había tenido una amiga, pero decido que esto no es tan malo.
–Entonces, Kendra– digo, después de obligarme a comer otro bocado de mi propia comida. –Háblame de esa mala ruptura a la que aludiste cuando nos conocimos– No he indagado en su pasado, pero ahora parece el momento adecuado para profundizar en una conversación más profunda. Estamos llenos y felices, o al menos ella lo está, y tenemos dos cervezas frescas frente a nosotros, gracias a nuestro camarero. Me recuesto en mi silla mientras ella juguetea con la etiqueta de su botella.
–Uf, ¿en serio? ¿Quieres saber sobre el imbécil Mac idiota? –
Me tragante con un trago de cerveza. El pobre tipo ni siquiera merece un nombre, debe de haber hecho algo super malo. –Dame algo–
–Bueno, lo primero que tienes que entender es que no vengo de una mala ruptura. Vengo de una trilogía. Tres imbéciles, cada uno peor que el anterior. Aparentemente soy pésima eligiendo chicos–
–Déjamelo. Será como terapia– No tengo ni idea de cómo ayudarla, pero tal vez hablar de ello resulte terapéutico.
Toma un trago profundo de su botella. –Puede que necesite algo más fuerte que esto–
–No hay problema. Mi casa está completamente abastecida. Podemos volver allí–
Entrecierra los ojos. –Buen intento, playboy–
Levanto las manos con fingida inocencia, sonrió. –O podemos quedarnos aquí– Sonríe y se reclina en su asiento. –Entonces, ¿Qué paso con Mac idiota? –
Poniendo los ojos en blanco, Kendra vuelve la mirada hacia la acera y el trafico peatonal. Es una noche agradable, y las parejas y los grupos pequeños están empezando a aventurarse a salir a restaurantes y bares de la zona.
–Bueno, se está adelantando, señor Hudson–
Sigue mirando hacia otro lado, y siento que está desviando la pregunta. No estoy seguro de si es porque quiere mantener el ambiente más ligero o simplemente porque no esta lista para responder, así que espero hasta que decida continuar.
Suspira. –Antes de todo este lío, primero estaban Avery y Leslie–
No puedo evitar reírme. –Saliste con algunos chicos con nombres bastante femeninos–
Su mirada se vuelve a la mía, con expresión burlona. –Bien, porque Gavin es el epítome de la masculinidad–
–Cállate– Es algo de lo que se burlaron mis propias hermanas. Creo que va a dar más detalles sobre su ex un y dos, pero en cambio, su mirada se queda en la calle mientras toma un largo sorbo de su bebida. Cuando Kendra se inclina hacia su regazo, le pregunto. –¿Estás lista para irnos? – Pensé que nos relajaríamos aquí un rato, así que me sorprende cuando parece lista para irse.
Ella asiente. –Mejor. podría intentar hacer un poco más de trabajo esta noche. Gracias por traerme aquí, es un gran lugar–
–Cuando quieras– digo, poniéndome de pie y ayudándola a levantarse de su silla. Ahora me arrepiento de mi gran idea de entrometerme en su vida personal.
Mientras caminamos hacia el estacionamiento a dos cuadras de distancia. Kendra esta callada y contemplativa. Dudo que esté pensando en el trabajo como dijo.
–Mac idiota…– comienza, captando mi atención. –Al principio eran solo las pequeñas cosas, ¿sabes? Nunca quería tomarme de la mano porque decía que le sudaba la mano– Se queda callada cuando dice esto.
Espero que diga algo más, pero mira al frente con una intensidad silenciosa, y entiendo que esto era algo importante para ella. Una cosa aparentemente pequeña que reflejaba su incapacidad para conectar con ella, y terminó siendo un factor decisivo al final.
Necesitando aligerar el ambiente, decido complacerla. –Si, yo fuera tu novio, te tomaría de la mano–
Su mirada se posa en la mía, y una bonita sonrisa adorna sus labios. –Bueno, ¿no eres dulce? Pero nunca serias mi novio, ¿verdad? –
–Nunca jamás– confirmo, entrelazando mis dedos con los suyos.
–Mmm, esto se siente bien– Me aprieta la mano y seguimos caminando, más al mismo ritmo ahora que estamos unidos.
Me doy cuenta de que tomar su mano no hace que la mía sude en absoluto. Es agradable, de hecho, y rápidamente decido que su ex realmente era un imbécil.
Cuando llegamos a mi coche, la dejo ir a regañadientes, y mientras se desliza en el asiento del pasajero, inmediatamente extraño tocarla.
De camino a casa, Kendra continúa su historia, y rápidamente me doy cuenta de que tiene una larga lista de quejas sobre sus ex. Y con razón. Estos tipos parecen unos completos imbéciles. De hecho, me estoy cabreando un poco al escucharla hablar.
–Era mucho de mí, yo misma y yo en ese entonces– Se ríe, tapándose la boca con la mano.
–Oh, Dios, ¿te acabo de decir que solía masturbarme mucho? –
–Esa imagen visual no está ayudando a nuestra amistad– digo con una sonrisa de lado en su direccion. Espero que no note la erección que se está asomando en mis pantalones, mi pene actuando como las tías chismosas, levantando la cabeza para poder escuchar una conversación, tranquilo muchacho.
–Lo siento, pero esa es la maldita verdad. Avery no podría haber encontrado el clítoris ni, aunque le hubiera dibujado un mapa–
–Esa es otra cosa con la que puedo ayudar– La idea de tocar su dulce cuerpo hace que me duela la polla. Aunque estamos bailando alrededor de ella, la tensión s****l arde intensamente bajo la superficie, y puedo decir por las miradas que me lanza que me encuentra tan deseable como yo la encuentro a ella.
–No seas tonto– dice, repitiéndome. –Para eso están los novios de pilas. Son los mejores, ellos no engañan ni mienten–
Me molesta saber que ha tenido que lidiar con algunas situaciones desagradables. Se que puede valerse por sí misma, es dura, inteligente y franca, pero no me gusta que haya tenido esa responsabilidad sobre sus hombros. Los hombres pueden ser escoria, y me dan ganas de demostrarle que yo no soy solo otro idiota de su pasado.
–¿Y tú? – pregunta, volviendo repentinamente la línea de preguntas hacia mí.
–Definitivamente se cómo manejar un clítoris. No te preocupes. Todo se trata de presión y velocidad–
Suelta una carcajada. –No, no me refería a eso. seguramente tienes tu propia historia de ex locas– Me está mirando con ojos esperanzados, deseando que muerda el anzuelo.
Apretando el volante con más fuerza, niego con la cabeza. –No es algo de lo que quiera hablar– Apenas estamos empezando a acercarnos, no quiero asustarla todavía con la montaña de equipaje que llevo detrás de mí.
–¿Ahora o nunca? – pregunta, con un tono lleno de curiosidad.
Nunca. Pero acabo de hurgar en su pasado, y ocultarle el mío no es precisamente justo. –Ahora– decido.
–De acuerdo– Se encoge de hombros. –Tendré que seguir dándote comida vegetariana y clases de yoga regulares hasta que te lo saque–
Gruño. –De ninguna manera. La próxima vez que salgamos, yo elegiré lo que haremos. Algo varonil. Pesca deportiva, CrossFit, bufet libre de carnes brasileñas–
Hace un ruido de arcadas a mi lado y luego se rie. Un sonido dulce, lleno de vida y promesa, como ella.
Cuando llegamos a nuestro edificio, la acompaño arriba, deteniéndome frente a su puerta. Se ve hermosa con su sencilla camiseta blanca de algodón y sus jeans; de alguna manera, su vestimenta informal la hace parecer más joven de sus veinticuatro años. Estoy lleno de deseo por ella, pero sé que, si me invitara a entrar ahora mismo, lo arruinaría todo.
–Gracias– murmura, con sus ojos muy abiertos fijos en los míos.
Recorriendo su mandíbula con el pulgar, me deleito con lo suave que es su piel. –Cuando quieras–
La respiración de Kendra se entrecorta, su única indicación de que mi tacto la afecta. Quiero inclinarme y besarla, presionar mis labios contra los suyos, pero no lo haré. No puedo.
Después de un momento de nostalgia, se da la vuelta y se dirige al interior; la cerradura encaja en su lugar una vez que cierra la puerta.
–Buenas noches, Kendra– le digo, y me doy la vuelta para dirigirme a mi casa.
Cuando entro, tiro las llaves y la cartera en la bandeja de la encimera y suspiro. Estoy tratando de entender por qué salir con una mujer nunca se había sentido así antes. Fue fácil y divertido, y ya quiero volver a hacerlo.
Apartando los pensamientos, abro el refrigerador y miro dentro. Todavía me muero de hambre por esa cena vegetariana. Puede que le funcione a Kendra, pero necesito carne para alimentarme. Después de prepararme un sándwich, me hundo en el sofá y agarro el control remoto. Puede que la televisión este encendida de fondo, pero no puedo evitar recordar las pequeñas cosas lindas que Kendra hizo y dijo esta noche.
Mierda.
Tragando bruscamente un bocado de rosbif, me incorporo en mi silla. Me doy cuenta, con horror atónito, de que me gusta. Me gusta pasar tiempo con ella. Me gusta su personalidad, su descaro, el hecho de que tenga metas. La curva de sus caderas, su trasero apretado… y el hecho de que tomó tiempo para ponerse aretes antes de nuestra no-cita.
También me gustaría acostarme con ella, pero sé que no es posible, tanto por mi promesa a Kevin como a Aby, y también porque no es lo que Kendra quiere o necesita. Ella necesita un amigo. Y eso es lo que voy a ser.
Dejando mi plato sin terminar a un lado, me levanto y me dirijo al baño. Necesito una ducha fría, mierda. Necesito terminar con esta mierda. Me he puesto una meta y no voy a arruinarla. Incluso si mi pene esta duro como una piedra ahora mismo solo de pensar en ella.
Me desvisto rápidamente y me meto bajo el chorro de agua tibia. No hace nada para calmar mi erección, especialmente porque se Kendra esta solo a un paso de mí. probablemente se está poniendo el pijama, y mi mente da vueltas con las posibilidades. ¿Duerme con un conjunto de pantalones cortos y camiseta de tirantes a juego, o tal vez solo con sus bragas y una camiseta vieja, con sus hermosos pechos presionando contra la tela suavizada?
Mi mano encuentra mi polla y la aprieto, tratando de acallar las imágenes en mi cerebro. Es inútil. La forma en que su trasero redondo llenaba esos jeans, el indicio de escote que se asomaba por su camiseta de tirantes se me ha quedado grabado en el cerebro. Sabiendo que voy a ceder a la tentación, agarro la botellas de gel de ducha, aprieto una cantidad generosa en la palma de la mano y uso la espuma para acariciar mi polla de arriba abajo. Un gruñido sale de mis labios mientras mi mano se acelera. Mi eje se siente como acero y mis bolas se acercan más a mi cuerpo.
Las imágenes en mi cerebro se vuelven mucho más lascivas…Kendra desnuda y arrodillada entre mis pies, sus labios rosados chupando la cabeza de mi polla, ella inclinada sobre mi cama con su culo bien alto para que pueda ver su coño brillante, yo embistiéndola, mostrándole lo que es ser follada por un hombre que sabe lo que hace.
Mientras bombeo mi puño sobre la sensible cabeza de mi polla, un gemido estrangulado sube por mi garganta y me corro con fuerza, enviando semen a chorros sobre las baldosas de abajo. Mientras el agua lava la evidencia de mi falta de autocontrol, tomo una profunda bocanada de aire. masturbarme pensando en mi amiga no es normal. Necesito bloquear esto. Ahora mismo. pero mientras me seco con la toalla, decido que, si esto es lo que necesito hacer para mantener el control con ella, que así sea.
Después de mi liberación, me siento un poco más disciplinado, con la cabeza más despejada, y estoy agradecido por eso. Me pongo un par de pantalones deportivos y luego me dirijo a la cocina a buscar mi teléfono.
Sentándome en el borde de mi cama, le envió un mensaje de texto a Kendra, invitándola a unirse a mí en el partido de futbol de mi sobrino mañana. Me imagino que no hay manera de que pueda doblar su suculento culo y follarla delante de veinte niños de cuatro años. Es seguro, y necesito ceñirme a actividades seguras. Aquellas en las que mi polla no me meta en problemas. ¿Por qué esto de solo amigos? Es una mierda.