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El Ladrón de Besos

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Blurb

Una leyenda, un rumor, ambos recorren los clubes nocturnos de la ciudad: El ladrón de besos. Un hombre que atraía a las mujeres para después darles la mejor noche de su vida. No discriminaba en edad, apariencia, o estatus, a todas las tomaba y amaba por igual y todas en ese romance de una noche, decían que pasaban la mejor noche de sus vidas.

Sarah es una joven esposa que está harta de la indiferencia de su marido que no la toca ya hace mucho tiempo. Su mejor y única amiga al verla tan desolada y desesperada por ser amada, la lleva a una noche de copas contratando previamente a unos acompañantes para que coqueteen con ellas y en especial con Sarah, solo eso, hablar. No obstante, la joven se topa sin pensarlo con el mismísimo ladrón de besos, que volteará su vida de cabeza.

Apenada, extasiada y segura que algo así no podrá repetirse, este hombre irrumpe en su vida de nuevo, mostrándole que no es tan gentil como esa noche y que además lleva sobre sí un doloroso secreto, que ella acepta, sin juzgarlo. El deseo entonces le gana a la razón.

***

Gracias a todas las personas que llegan a esta nueva historia de mi autoría. Para quienes no me conocen, soy Sora, y me caracterizo por el erotismo y el drama. Sean bienvenidos. 💋

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Capítulo 1: Dolor propio
I “La memoria de una mujer, son los besos que recibió” Otra vez tenía ese sentimiento en el pecho que lo ahogaba, que no le permitía disfrutar de lo que acababa de pasar. Desnudo frente al ventanal de piso a techo de esa habitación de hotel, creía que su valor como hombre se desvanecía cada vez que tomaba una mujer de esa manera. Más aún cuando él tenía tanto que ocultar en su piel, porque de no ser por la forma en que las seducía, ninguna se atrevería siquiera a besarlo. Dolía tanto el corazón, dolía todo, los recuerdos, la tristeza, sus brazos, su dignidad. El cristal reflejaba su rostro, ese del que cualquiera quedaba prendada, pero recorrer su cuerpo lo hacía deslizarse hasta esa parte propia que era una monstruosidad. Reposó su mano en el vidrio a la altura de su cabeza y luego pegó ahí también su frente. —Dónde es que estás… mujer. Tan lejos y tan cerca de ese hotel de amor, ella lloraba lágrimas hacia adentro. Sentada en su cama matrimonial, que se había convertido en una trinchera para que ninguno de los dos se encontrara, tenía también las manos en el pecho, apretando con fuerza los puños para no tener que demostrar la tristeza que le estaba cercenando el alma. Miró sus piernas adornadas con esas divinas ligas blancas, última arma que usaba para seducir a su esposo. Se levantó de la cama y fue hasta el espejo de cuerpo entero de la pared, e hizo una larga y sincera observación. Sus curvas estaban en el lugar correcto, sus pechos eran grandes, quizás algo caídos. Su cintura aún se definía sobre sus caderas, su ombligo todavía sobresalía en la planicie. Poco a poco se quitó aquel juego hermoso de ropa íntima que compró con tanto esmero para un esposo que estaba ciego, sordo y frígido, viéndolo dormir a su lado de la trinchera. El piso bajo sus pies estaba ya hecho de lava hirviendo que estaba derritiendo y haciendo cenizas ese amor que le tuvo. —Vaya, creo que tiene razón, soy solo una ridícula. La noche en extremos opuestos de la ciudad se durmió por fin con dos corazones que hacían lo que podían por seguir vivos. Uno ya harto de revolcarse con muchas pieles, otro que ya ni recordaba como eran los besos. *** —«La noticia del momento, vuelve a sacudir las noches en los clubes nocturnos; El ladrón de besos, como le han apodado a este don Juan, volvió a atacar. La afortunada aún no ha hecho su aparición, pero el beso en el espejo del baño, marca característica de este hombre, fue encontrado por uno de los empleados en la mañana. Ya este bar tiene las reservas hasta la siguiente semana, muchas chicas quieren saber si serán las afortunadas, y tal vez muchos novios celosos quieran encontrarlo para romperle la cara. Esto es hilarante, en esta época, que las jovencitas se estén exponiendo…» La noticia de nuevo hacía ruido en los programas de chismes de las mañanas. Sarah veía en la televisión de ese café, luego de su clase de yoga, las muchas versiones que se daban de esta leyenda de los clubes nocturnos. Tomó un sorbo de su expreso y luego miró su móvil, deseaba comprar un nuevo juego de copas para vino. —¡Sarah! Lo siento tanto, logré mover mis citas para poder estar contigo toda la mañana. Bueno, cuéntame, por favor. Incluso los detalles escabrosos, me sorprende que fueras a tu clase de yoga, pero claro, de seguro necesitabas reacomodarte el cuerpo… Loren, la mejor amiga de Sarah, se sentó presurosa frente a ella, entusiasta y soñadora de que su plan de ponerse esas ligas que le ayudó a escoger había resultado a la perfección para levantar el dormido amigo de ese esposo ingrato. —La verdad, es que la idea no pareció gustarle… —¡¡Ah, maldito hijo de puta!! —interrumpió en un grito la buena amiga, haciendo que todos viraran a verla—. ¿No te hizo nada? Esto se pasa de anormal, Sarah. No puedes seguir así. Necesitas ser tocada, niña, entiéndelo. —Yo debo también ser comprensiva con su situación, su cargo es de mucha responsabilidad… Sarah siempre tenía una justificación para ese hombre al que un día amó como a nadie en el mundo. No obstante, ese amor había pasado al estatus de supervivencia. Pero ella no quería rendirse, no podía permitirse eso. —Oh… así que otra vez el asunto ese del Ladrón… —murmuró Loren al ver el televisor, ignorando lo que Sarah le decía de su esposo—. Eso es lo que necesitas, chica, un amante. —¡Estás loca! No puedo hacer eso, además, ¿te imaginas con cuántas mujeres ha estado él? —Oye, oye, yo no dije que él. Ese hombre parece que es muy selectivo, aunque si me topara con algo así, cómo le sacaría el jugo… Las chicas se rieron, para luego hablar de su día a día. Ambas fueron compañeras en la universidad, Sarah destacaba mucho en ilustración, su sueño era el de poder crear un libro para niños. Loren, en cambio, resultó muy hábil para el diseño en computadora, siendo bastante apetecida en el mercado. La diferencia, que una trabajaba, la otra solo soñaba. —Esta noche nos vamos a ir de callejeras —dijo Loren de la nada—. Tengo un plan en mente. Verás, hay unos chicos que podemos contratar para que pasen un rato con nosotras. —Loren, por Dios, deja de decir eso, yo puedo estar desesperada, pero no podría dejar que alguien más me toque. —Tienes que estar muy desesperada tú para llegar a pensar que, en efecto, los iba a contratar para que nos cogieran. No, niña perversa, son como «Caballeros de compañía». Charlamos un rato, tal vez un manoseo inofensivo, unos besos y ya. Podemos incluso pedirles que jueguen a los desconocidos; eso de «hola, cuál es tu nombre…», ¿no te parece excitante? Sarah miró a su amiga que parecía muy entusiasta con ese plan, y desde el interior de su vientre sintió que algo empujaba por su garganta, hasta que las palabras salieron de su boca. —Esta bien, hagámoslo. Loren abrió sus ojos, casi aterrada. Esperó unos segundos creyendo que Sarah se retractaría; como no fue así, llena de un vigor que no se conocía, empezó a buscar en aquellas páginas que ofrecían tal servicio, no podía dejar que su amiga se arrepintiera de su decisión y entendió lo desesperada que podría estar siquiera por un beso. Todo aquel día, la esposa, que estaba harta de ese título, se la pasó escogiendo ropa para ir a un tipo de sitios así. Ella era algo tranquila en su forma de vestir, siempre de jeans y camisetas, o maxi vestidos ligeros, nada que la perturbara o le apretara. Todo lo que se pusiera se le veía bien, solo que el único que no lo notaba era su esposo. Intentó recoger su cabello, pero recordó que las chicas resultaban más atractivas si lo lucían suelto. —Dios… Solo dame una señal, una para que no salga esta noche con Loren. Lo que sea. Por favor… Pero nada llegó, o mejor, sí lo hizo. Su marido llamó a decirle que debía quedarse hasta tarde esa noche. Sarah a su vez le dijo que saldría con Loren, a lo que su esposo no le dio importancia, y que aceptó sin problemas. No le preguntó adónde, o qué harían. La noche llegó al fin y en la fila de ese club ya estaba Loren, que se había transformado por completo. Por supuesto, hizo un escándalo al ver a Sarah, que iba protagonizándose a ella misma, solo una blusilla negra brillante que se sostenía del cuello y un Jean algo ajustado. —¡Pero niña! ¡¿Por qué te vestiste como tú?! La idea es que no nos reconozcan… —Ah, rayos, creo que entonces vamos a tener que cancelar todo esto, ¿no? —dijo Sarah, creyendo que esa era la señal que había esperado todo el día. —No… ni creas que te salvas. Además, Sarah, solo será una charla… mira a lo que hemos llegado, pagarle a unos hombres para que nos hablen. Somos muy patéticas. Las chicas se carcajearon en plena fila, las más jóvenes las miraban casi con compasión, a pesar de que ellas apenas pasaban de los 30 años. Loren iba vestida como para una disco de los 80’s y Sarah parecía más vestida como para sacar a pasear a su perro. Consiguieron reservas gracias a la poderosa tarjeta plateada que cargaba Loren, aunque eso no las hubiera eximido de esperar un poco. Cuando por fin pudieron entrar, la ola de calor llegó a Sarah, que no pudo evitar sonreír. Ya podía sentir que todo eso le gustaba mucho. Para su sorpresa, el lugar estaba muy iluminado, la música demasiado alta y gente feliz riendo por doquier. Ella se había perdido de eso por mucho tiempo, claro que cuando iba a este tipo de sitios en la universidad era algo diferente lo que se escuchaba. —Lo primero es tomarnos algo para entrar en calor y sobre todo para que no salgas corriendo —casi gritó Loren—. Después, ¡que comiencen los juegos…! Sarah se sentó con su amiga en una mesa minúscula que lograron reservar. Con una botella de vodka empezaron, solo que la esposa tendría servida una sola copa toda la noche, era pésima bebiendo. Las dos disfrutaban de esa música que llevaba esa sensual letra, vieron espectáculos muy reveladores, que de seguro terminarían en la cama. El bombo de la batería en esa música retumbaba en todo el interior de Sarah, que se sentía tan diferente, tan tranquila, esperando ser parte del calor de tanta gente. *** Fin capítulo 1

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