Maya se le quedó viendo con desconfianza. ¿Ponerse al día? Ella y Dan no tenían nada de qué ponerse al día. A menos que…
—Marcus te ha enviado a espiarme, ¿verdad? —lo acusó, cruzándose de brazos.
—¿Qué? ¡No! —Dan pareció sorprendido— Marcus no tiene ni idea de que estoy aquí, de hecho, me mataría si se entera, me dejó bien claro que no debía acercarme a ti.
Eso despertó la curiosidad de Maya. ¿Por qué Marcus no quería que Dan se acercara a ella? ¿Acaso temía que pudiera descubrir algo?
—Está bien acepto tu invitación a cenar. Pero más te vale que no sea un truco, Dan. No estoy de humor para juegos.
—Palabra de boyscout —Dan trazó una cruz sobre su corazón y le dedicó su sonrisa más encantadora— solo una cena entre amigos, nada más.
Un rato después, se encontraban en un restaurante italiano, compartiendo una pizza y una botella de vino. Dan se mostraba relajado y ocurrente, haciendo reír a Maya con sus anécdotas y sus ingeniosos comentarios.
—Y entonces le dije: "Marcus, si sigues frunciendo así el ceño, te van a salir arrugas antes de los treinta" —relataba Dan, imitando cómicamente la expresión de su amigo— tendrías que haber visto su cara. Pensé que me iba a estrangular allí mismo.
Maya soltó una carcajada, casi atragantándose con el vino, era extraño, pero se sentía a gusto con Dan. Había algo en su actitud desenfadada y su humor irreverente que la hacía bajar la guardia.
Pero entonces, un pensamiento llegó a su mente, ¿Y si todo eso era una estrategia de Marcus para sacarle información? ¿Y si Dan solo estaba fingiendo ser su amigo para luego traicionarla?
—Oye, Dan... —se puso seria de repente— ¿Por qué estás aquí realmente? ¿Por qué has venido a buscarme?
Dan la miró fijamente, luego, suspiró y bajó la vista hacia su copa de vino.
—Porque me preocupo por ti, Maya, sé que estás pasando por un mal momento, y quería asegurarme de que estuvieras bien.
—¿Preocuparte por mí? —Maya soltó una risa seca— ni siquiera me conoces, Dan. ¿Cómo puedes preocuparte por una desconocida?
—Porque me has caído bien Maya, desde el primer momento, no hay algo más, solo eso.
Ella se le quedó viendo, ¿Podía ser cierto? ¿Podía Dan estar allí simplemente porque ella le agradaba?
—Yo... No sé qué decir —murmuró, desviando la mirada.
—No tienes que decir nada —Dan extendió su mano por encima de la mesa y cubrió la de ella con calidez— solo quiero que sepas que no estás sola, Maya. Pase lo que pase, me tienes a mí. Incluso si algún día el resto del mundo te da la espalda.
Maya tragó saliva, conteniendo las lágrimas, hacía tanto tiempo que nadie le mostraba un gesto de apoyo desinteresado, que no sabía cómo reaccionar.
—Gracias, Dan —logró decir con voz estrangulada— de verdad, gracias.
Él le dedicó una sonrisa cálida y le dio un suave apretón en la mano antes de soltarla.
—Bueno, basta de charlas serias por hoy. ¿Qué tal si nos terminamos esta pizza antes de que se enfríe?
Maya río, agradecida por el cambio de tema. Y mientras devoraban la pizza entre risas y bromas, se sintió un poco menos sola en el mundo.
Tal vez, había encontrado un aliado inesperado en Dan, alguien que podría ayudarla a sobrellevar la tormenta que se avecinaba.
Porque algo le decía que, cuando Marcus descubriera lo que estaba haciendo, desataría un infierno sobre ella. Y necesitaría toda la ayuda posible para sobrevivir a su furia.
Pero por ahora, se permitiría disfrutar de ese pequeño momento de paz.
Ya habría tiempo para preocuparse por el futuro, esa noche, solo quería ser Maya, una chica normal cenando con un amigo.
En otro lugar, Marcus se encontraba en el casino clandestino, rodeado por los capos más poderosos de la ciudad.
Era una reunión para discutir las estrategias contra sus enemigos el clan Carotti, quienes habían estado interfiriendo en sus negocios.
Mientras Marcus fumaba su habano, una despampanante rubia se acercó a él, sin decir una palabra, se sentó sobre sus piernas, pegando su pronunciado escote al rostro de Marcus.
—Hola, guapo. ¿Quieres divertirte un poco? —ronroneó ella, pasando un dedo por la mandíbula de Marcus.
Él le dedicó una sonrisa torcida y le dio una profunda calada a su habano.
—Tal vez más tarde, preciosa, ahora estoy ocupado.
La rubia hizo un puchero, pero no se movió de su lugar. Al otro lado de la mesa, Dianco De Luca, el padre de Miranda, lo fulminó con la mirada.
—Ten cuidado con lo que haces, Marcus. Puedes divertirte todo lo que quieras, pero si haces sufrir a mi hija, no tendré piedad contigo.
Marcus entrecerró los ojos y se inclinó hacia adelante, apartando suavemente a la rubia.
—¿Me estás amenazando, De Luca? Porque déjame recordarte que este matrimonio es un trato, una alianza para beneficio mutuo.
—¿Un trato? —De Luca soltó una carcajada— es el matrimonio de mi única hija, Marcus, no lo olvides.
—No lo olvido —replicó Marcus con frialdad— pero tú tampoco olvides que me casé con Miranda para unir nuestras familias contra nuestros enemigos. Así que confórmate con saber que ella estará segura, protegida y que nunca le faltará nada.
De Luca apretó los puños, su rostro enrojeció de ira. Pero antes de que pudiera responder, uno de los capos, un hombre corpulento con una cicatriz que le atravesaba el rostro, intervino.
—Caballeros, estamos aquí para discutir asuntos más importantes que una pelea matrimonial. Nuestros enemigos se están volviendo más audaces, han interceptado tres de nuestros cargamentos en el último mes.
—Enzo tiene razón —asintió otro mafioso— necesitamos un plan para contraatacar. No podemos permitir que sigan perjudicando nuestros negocios.
Marcus dio otra calada a su habano. Su mente ya estaba maquinando posibles estrategias.
—Aumentaremos la seguridad en nuestras rutas —decidió— enviaremos señuelos para despistar a nuestros enemigos y luego atacaremos sus puntos débiles. Si quieren guerra, guerra tendrán.
Los demás capos asintieron en acuerdo, sabían que se avecinaba una lucha encarnizada por el control del territorio.
De repente, la puerta del casino se abrió de golpe y un hombre de la vigilancia entró corriendo.
—¡Jefe, tenemos que salir de aquí ahora mismo! ¡La policía está en camino, alguien nos ha delatado!
Marcus se levantó de un salto, sacando su arma. A su alrededor, los demás mafiosos hicieron lo mismo, sus expresiones se transformaron por la furia.
—¿Quién nos ha traicionado? —rugió De Luca, apuntando con su pistola a los presentes— ¡Que dé un paso al frente ahora mismo!
Pero nadie se movió, todos se miraban entre sí con desconfianza, tratando de adivinar quién era el soplón.
—No hay tiempo para buscar culpables —intervino Marcus— tenemos que largarnos de aquí antes de que llegue la policía, síganme, conozco una salida.
Guio a los capos y sus hombres hacia la parte trasera del casino, donde un helicóptero los esperaba. Marcus y De Luca subieron rápidamente, seguidos por sus guardaespaldas de confianza.
Justo cuando estaban a punto de despegar, un hombre salió de entre las sombras, apuntándoles con una pistola.
—¡Bajen del helicóptero! ¡Yo también quiero salir de aquí! —gritó, con la voz quebrada por el miedo.
Pero antes de que pudiera hacer nada, uno de los guardaespaldas de Marcus le disparó en la frente.
—Vámonos de aquí —ordenó Marcus al piloto.
El helicóptero se elevó justo cuando las patrullas irrumpieron en el callejón, Marcus observó cómo dejaban atrás el caos.
A su lado, De Luca maldecía en voz baja, Marcus sabía que este incidente solo era el comienzo, y ahora, más que nunca, necesitaba la alianza con los De Luca para sobrevivir a la tormenta que se avecinaba.
Mientras tanto, Maya y Dan paseaban por las calles de Nueva York, reían y charlaban animadamente, deteniéndose de vez en cuando para admirar algún escaparate o probar alguna delicia callejera.
—¡No puedo creer que nunca hayas probado un hotdog neoyorquino! —exclamó Maya, tendiéndole a Dan un humeante perrito caliente— es prácticamente un sacrilegio.
Dan lo cogió con una sonrisa traviesa y le dio un enorme mordisco.
—Mmm... Tenías razón, esto es increíble —dijo con la boca llena, haciendo reír a Maya.
Estaban a punto de cruzar hacia Central Park cuando el teléfono de Maya comenzó a sonar insistentemente. Ella frunció el ceño al ver el número.
—Es del hospital donde está internada mi madre —murmuró antes de responder— ¿Hola?
—Señorita, lamento molestarla, pero ha ocurrido un incidente con su madre —informó la voz de un médico al otro lado de la línea.
Maya sintió que su corazón se aceleraba.
—¿Qué ha pasado? ¿Está bien?
—Ha intentado quitarse la vida, Afortunadamente, el personal pudo intervenir a tiempo.
—Oh, Dios mío... —Maya se llevó una mano a los labios— Voy para allá ahora mismo.