4. Mentiras.

1931 Words
4. Mentiras. Becket. Si soy honesto conmigo mismo, detuve ese video por una sola razón… y no fue por mi hermano. Fue por ella. Ella, maldición. Verla reír, el brillo en sus ojos, esa soltura con la que compartía con Lucas… es completamente opuesto a la mujer rota que tengo frente a mí ahora. Es... doloroso de ver. Y eso cambia un poco el concepto que me había formado de ella. ¿Débil? Lia Callahan no puede ser débil. No cuando sigue en pie después de una pérdida como esa, una que parece haberla destruido por dentro. Yo amaba a mi hermano. Y, aun así, me cuesta cada maldito segundo de cada día aceptar que ya no está. Pero para Lia… para ella, todo parece más profundo. ¿Dos años y para ella aún parece que Lucas se fue ayer? Porque para mí han pasado apenas unos días, pero en su mundo, dos años no parecen haber hecho diferencia. El dolor no parece haber disminuido. Al contrario, parece haberse vuelto más denso. Más pesado. ¿Cómo soporta tanto sin perder la cabeza? Pero la pregunta que más me pesa es… ¿qué voy a hacer con ella? He intentado ignorarla, demasiado envuelto en mi propio duelo como para enfrentar el suyo. He querido olvidar que vive bajo mi mismo techo. Incluso he deseado no ver su auto en el camino de entrada, porque eso significaría que se ha marchado. Pero no se ha ido. Ella está aquí. Tan real como la muerte de mi hermano. — Eras diferente — le digo. Ella esquiva mi mirada, limpiando otra lágrima solitaria con la mano. Al ver que ella no dice nada, continúo —: Con Lucas… te veías distinta. Casi parecías otra. — Murió de un ataque al corazón — suelta de repente, y me obligo a aspirar una fuerte bocanada de aire —. Murió a mi lado… y ni siquiera lo supe, no hasta que desperté. Mi esposo tenía una deficiencia cardíaca. Él lo sabía. Pero yo no. Nunca me lo dijo. Nunca me contó… nada. Maldigo por lo bajo, intentando asimilar lo que acaba de decirme. Joder, Lucas… ¿Por qué nunca le dijo nada? La miro por largos segundos, tratando de entender, tratando de entender las decisiones de él. Y aunque tengo una idea bastante clara de por qué mi hermano mantuvo esas verdades lejos de ella, no puedo ver lo que creo que él vio. Y es que estoy casi seguro de que mantenerla a ciegas fue el intento de Lucas por protegerla. La mantuvo en la ignorancia para evitarle el peso del dolor, para que ella no tuviera que cargar con sus sombras. Pero… no puedo ver lo que él veía. Porque yo no la veo frágil. Por fuera puede parecer una muñeca de porcelana, pero debajo de esa apariencia hay algo más. No hay ni una pizca de debilidad en sus silencios caprichosos, ni en su mirada firme, ni en su testarudez. Tampoco en la manera en que devuelve cada uno de mis golpes con una precisión que duele. Ni en cómo viajó sola durante horas con los restos de su esposo para cumplir su última voluntad. Sola. Enfrentándose a lo desconocido, en un lugar en donde sabe que no es bienvenida. O tal vez él sí sabía de su fortaleza debajo de su apariencia, pero la amaba tanto que prefirió cargar él solo con todo. — Debió amarte mucho —digo finalmente. No pretendo comprender la magnitud de lo que él sentía por ella, pero sé esto: ella no es débil. Y nadie en este rancho se ha dejado engañar por su frágil apariencia. Todos la ven como una arpía. Como una amenaza para lo nuestro. Los trabajadores están nerviosos desde que llegó. Incluso Rose está inquieta. Yo estoy inquieto. Lia tiene en sus manos la mitad de este rancho. Puede venderla si quiere. Y yo… yo no tengo el capital para comprársela, no después de invertir en ganado nuevo y maquinaria. Ella es una amenaza. Para todos. Para mí. Y su sola presencia me descoloca de una forma que no sé cómo explicar. Lia tiene en sus manos la mitad de una vida de trabajo. El sustento de muchas familias. Y esa es la razón por la que todos la ven como un peligro. Es la razón por la que yo la veo como un peligro. Para ser sincero, me asusta que entre más tiempo pase en el rancho, ella más note lo rentable que es este negocio, entonces quiera más y más poder sobre el terreno. Incluso temo que quiera meterse en decisiones que por ley podría tomar. Lucas, una vez se marchó, no quiso recibir una sola moneda proveniente del rancho. Y desde entonces yo lo he manejado solo. Que Lia tenga el poder de interferir en las decisiones de lo que es mi hogar, me llena de incertidumbre e inconformidad. Así que, aunque entiendo y empatizo con su dolor, quiero que se vaya. Todos aquí queremos que ella se vaya. Así que, ¿qué demonios hago con ella? Fijo mi mirada en mis dedos entrelazados, sobretodo porque, una parte de mí, se siente como un hijo de puta por estar buscando ya la forma de hacerla irse. Es la esposa de Lucas, merece estar aquí tanto como él lo merecía, pero al mismo tiempo es una desconocida. Sin importar cuánto amara ella a Lucas y cuán fuerte su dolor sea palpable, Lia sigue siendo una amenaza para todos nosotros. Sólo necesito que ella se vaya y se olvide completamente de este rancho. — ¿Qué tenía mi hermano? — Me atrevo a preguntar. — Miocarditis — escucho en su voz que le cuesta hablar de esto, pero, aun así, hace el esfuerzo —: Dicen que no sufrió al morir, que fue rápido y sin dolor. Joder. — Eso es bueno, ¿no? Sé que sueno insensible como la mierda, pero no sé qué más decir. — No es una enfermedad hereditaria, así que tú estás bien. — Ni siquiera se me pasó por la cabeza pensar en eso — le soy sincero. — Ya no tendrás que pensarlo. — Mira, Lia… — empiezo, levantando mi mirada hacia la suya. Ella, al ver la seriedad en mi tono, también encuentra mis ojos —. Yo… lamento mucho esta situación, de verdad lo hago. Y creo entender un poco por qué estás aquí, ¿viniste por las cenizas de mi hermano? — Sí — ella asiente, sus ojos se entrecierran un poco con sospecha. Inhalo una fuerte bocanada de aire antes de continuar. — Pero llevas una semana aquí y sigues sin mostrar indicios de irte o hacer algo con las cenizas de Lucas. No te conozco y no me siento orgulloso de hacer esto, pero primero debo velar por los míos, por mi gente, ¿entiendes? — ¿Qué quieres decir? — Voy a impugnar el testamento de Lucas. Ahí, la veo cerrarse emocionalmente. Lia aparta la mirada y mira fijamente el paisaje por la ventana. Faltan pocas horas para que empiece a caer el sol en el horizonte, pero entre nosotros ya la noche ha caído. Oscura y tensa. — Aquí no hay nada para ti, Lia Slade — ella se estremece por la forma en que digo su apellido de soltera. Y lo entiende. No la estoy aceptando como una Callahan, no la estoy aceptando como parte de mi familia. Espero que diga algo, pero como ese primer día, es sólo silencio lo que obtengo. Casi siento la pérdida de sus palabras, pero sacudo la cabeza, porque si ella me habla o no lo hace, no es algo que me importe. Ella se va a ir… pronto. — Debes ser consciente de que no eres bienvenida — endurezco mis palabras y hablo un poco más fuerte, asegurándome de que me entienda —. Mis trabajadores están nerviosos con tu presencia, yo estoy nervioso con tu presencia, y sinceramente no creo que Lucas creyera que alguien como tú podría con el peso que conlleva ser parte de esto. Mentira. Mentira. Maldito mentiroso. — No conozco ni sé nada de la relación que tuviste con mi hermano, pero no me puedo hacer el de los ojos ciegos. Lucas no quería tener nada que ver con este rancho, así que, ¿por qué te dejaría la mitad a ti? Voy a alegar influencia indebida… — ahí, esas palabras la hacen mirarme y la traición en sus ojos me hace estremecer a mí. Aparto la mirada y continúo —: Y no puede ser sólo coincidencia que mi hermano cambiara su testamente meses antes de morir. Su temblorosa inhalación me dice que ese dato ella no lo sabía. —Además — continúo —, ¿cómo sé que todo lo que me cuentas es verdad? ¿Realmente no sabías que Lucas estaba enfermo? ¿Realmente no sabías que él podía morir en cualquier momento? Debes ver que hay muchas cosas sin sentido en esta historia, en ti. — Estás diciendo que me aproveché de Lucas — por fin habla muy bajito y no me pasa desapercibido que no es una pregunta. Me cuesta, pero la miro a los ojos cuando digo —: Sí, eso es lo que estoy diciendo. Mentira. Maldito mentiroso. Ella mantiene su mirada en la mía por largos e infinitos segundos. Y puedo sentir cómo me abre e inspecciona, leyéndome con una lupa. Y no parece gustarle lo que ve. Una sonrisa agría se asoma por sus labios. — Sólo quería avisarte antes de que mi abogado empiece los procedimientos legales — me paro de la silla, teniendo suficiente de esta conversación —. Tienes hasta mañana para irte de mi casa, creo que ya te has quedado el tiempo suficiente. — Me das vergüenza… Sus palabras me hacen detener en la puerta, mi mano agarra el marco y siento cómo la fuerza que ejerzo lastima mi piel. — Y no es porque quieras pelear por lo que es tuyo… — su voz sigue siendo este tono suave y tranquilo, lo que hace que la fuerza de sus palabras sea mayor —. Lo que me avergüenza es que tú lo sabes, sabes que yo no estoy mintiendo, y aun así estás cayendo tan bajo como para usar mentiras en tu favor. Conocías a Lucas, sabes que no era el tipo de hombre que se dejaría engañar, pero aun así vas a impugnar lo que él quería. — ¿Era esto lo que él quería? — Sí — ella asiente con determinación —, así que adelante, mándame tu horda de abogados, yo también tengo los míos y… ¿Becket? Lentamente, me giro a mirarla. La encuentro sacando un par de billetes de sus bolsillos traseros para extendermelos con una expresión fría en su rostro. No hay rastro de fragilidad en ella. No parece débil, mucho menos vulnerable. Lia se ve sacada de mis más profundas pesadillas. Mirándome directamente a los ojos, deja caer los billetes uno a uno. Cada uno toca el suelo con un golpe suave, pero el gesto nos mantiene tensos a ambos. — Ya que te importa tanto el dinero — señala los billetes en medio de ambos —, ahí te pago mi estadía de la semana. Pasa junto a mí y desaparece escaleras arriba, pero su aroma —como ha ocurrido toda esta maldita semana— permanece en el despacho, impregnando el aire que me envuelve. Es como si la propia casa ya lo supiera... que todo esto ya es de ella. [2/3]
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