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Pude ahorrar dinero viviendo con esos hombres que compraban a penas lo indispensable. Cooperábamos para pagar la renta, comprar el shampoo, el papel higiénico y la pasta de dientes. Aunque de alguna manera asombrosa siempre les alcanzaba para comprarse cerveza, quizá barata, pero cumplía con su trabajo: embriagarlos. Yo solo tomaba un par de tragos, y me iba a dormir. Sin saberlo hablaban de mí, se burlaban diciendo que mi vieja me pegaba, pero en realidad no era algo malo "cosas de hombres". Y cuando llegó el día, me despedí de mi empleadora y tomé el autobús a la ciudad de Mexico. Es un lugar enorme y concurrido. Y con mis ahorros deseaba buscar un lugar para rentar, algo para comer y un empleo. Los hombres con los que vivía me obsequiaron los artículos de higiene personal, dijeron que serían un apoyo en mi nuevo comienzo, y tienen razón, realmente los necesito. Pero al llegar me encuentro con unas rentas extremadamente caras, lo que me fue alejando de la zona céntrica, y llevándome a las colonias más pobres. Ahí fue donde encontré esa vecindad, con una renta no mayor a mil pesos el mes, agua para bañarme y nada de muebles. Tenía mucho que hacer, y mucho que comprar, pero por ahora, tocaba dormir en el suelo con la cobija que venía en mi maleta, que fue un obsequio de la señora que me dio trabajo en Puebla. Animado por la nueva vida, salí a buscar trabajo, tuve que aprender a usar el transporte, el metro; y a relacionarme con los lugareños. Lamentablemente mi español no solo era malo, era casi nulo aquí, que lo que aprendí en Puebla era muy diferente a lo que hablan aquí. Y mi título universitario de Oxford no servía de nada, porque puedo hablar japones, francés y alemán, pero no español y eso me cerraba todas las puertas. Asi que hice lo que aprendí, busqué trabajo en un restaurante como lavaloza, pero no podia quedarme así, debía adaptarme y aprender, por eso en el nuevo restaurante donde logré entrar después de una semana de buscarle sin descanso, ahí me esforcé para aprender en la cocina y subir de puesto a ayudante de cocina. Me tomó quizá medio año, pero lo había conseguido, y mi español era igual de malo, pero al menos ya entendía lo que me decían; y güey, era una de las palabras más populares entre las personas, por lo que empecé a usarlo también. Lo mejor de todo, era que el destino al fin ponía frente a mí a la persona adecuada, recuerdan que les dije que conocí a una chica que trabajaba en mi empresa, bueno ... el mundo es muy pequeño.
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