Capítulo 1
Capítulo 1
Mi nombre es Seren Harris, tengo diecisiete años y soy una chica con múltiples problemas. Desde muy pequeña mi vida ha transcurrido entre hospitales y enfermedades, mis padres se divorciaron cuando yo tenía diez años a causa de una infidelidad por parte de mi padre, la chica se llamaba Milena, era veinte años menor que él y con un cuerpo escultural, o por lo menos eso era lo que siempre decía mi madre cuando se embriagaba; tengo dos hermanos gemelos: Mikkel y Jane de dieciocho años, a pesar de que siempre estábamos peleando, por una que otra diferencia, sabía perfectamente que contaba con ellos en todo momento, como me lo han demostrado hasta ahora, más aun cuando hace un año me diagnosticaron Leucemia.
-Mamá, es que tú no sabes lo que es ser los nuevos en un colegio – se quejaba Mikkel en la cocina.
-Lo van a superar, y van a salir victoriosos- le respondió mi madre con su típica actitud positiva.
-¿Y mis tratamientos? – pregunte con interés.
Hace unas horas que mi madre nos había dado la notica que su jefe la había transferido a otra ciudad, una muy lejos de esta; para mí no represento problema, aunque no podía negar que dentro de mi había una pizca de inseguridad, esa que se forma cuando tienes amplias dudas de cómo se llevara a cabo algo, esa ansiedad por saber con quién te cruzaras en el camino y si serás aceptado.
-Es una excelente pregunta – le dijo Mikkel mirando expectante a nuestra madre.
-El médico me recomendó un colega suyo igual de excelente que él en Stanford, así que todo está arreglado y no quiero más quejas – sentenció.
Las caras de mis dos hermanos fueron de fastidio y a la misma vez molestia, los entendía perfectamente, para ellos no era nada fácil tener que pasar el último año de la preparatoria en una escuela extraña, con chicos extraños, era verdaderamente frustrante para ellos.
Luego de haber tomado el desayuno subí hasta mi cuarto, me sentía cansada y solo quería recostarme, tomar mi guitarra y entonar alguna canción deprimente, últimamente eran las músicas que me gustaban, aunque tratara de parecer fuerte siempre llegaba a mi cabeza ese pensamiento de que podía ser el último día, la última vez junto a mi guitarra, la última vez comiendo junto a mis hermanos y mi madre, era un pensamiento que, para una persona como yo con un padecimiento tan fuerte, era normal.
Los días pasaron totalmente rápido, demasiado para el gusto de mis hermanos y el mío, nos tocó despedirnos de nuestros amigos y de las personas que estábamos acostumbrados a ver desde hace muchísimos años, prácticamente desde que nacimos, no fue una tarea fácil, al contrario, entendí esa vez que odiaba las despedidas.
Nunca habíamos tenido la oportunidad de venir a Stamford, y mi primera impresión fue bastante positiva, parecía ser que no nos aburriríamos en esta ciudad si nos adentrábamos en las múltiples actividades que se podían realizar en ella, sin contar con la flamante universidad de Stamford, que es considerada como una de las mejores de todo el país, la cosa no sonaba tan mal, pero aun así no podía evitar sentirme un poco triste al haber dejado atrás a mis amigos.
-Corazón, ¿te sientes bien? – me pregunto mi madre, mirándome por el espejo del automóvil.
-Si mamá – le respondí con una sonrisa.
-Ya vamos a llegar.
No respondí nada, solo me concentré a mirar las calles a través del vidrio del auto, quería llegar rápido a nuestra nueva casa y poder descansar. Para nuestra mala suerte no nos daría tiempo de caminar un poco para conocer la ciudad ya que mañana mismo debíamos ir a la escuela, eso traía de los nervios a mi hermano Mikkel.
Creo que sonaría un poco loco decirlo, pero una de las mejores cosas de estar enferma es que no debo hacer nada, solo acostarme y estar relajada todo el día, cosa que me dio un poco de felicidad ya que no tenía que ayudar en la mudanza, pues mis hermanos se encargarían de ordenar el que sería mi nuevo cuarto.
Esa noche mientras trataba de conciliar el sueño, para que al otro día no me costara tanto despertarme para ir a mi primer día de escuela, recibí una llamada de mi padre, a pesar de que él y mi madre no habían terminado en buenos términos, nunca ha dejado de ver por nosotros, y de ser un excelente padre, ya sentía en ese momento al escuchar su voz un nudo en la garganta, me dolía saber que no iba a poder verlo cada vez que quisiera, por ahora solo debía conformarme con verlo en las vacaciones.
-Te amo pequeña, estaré pendiente de ustedes, los llamare y escribiré todos los días – me dijo a través de la bocina.
-Y nosotros te amamos a ti papá, ya siento que te extraño- le dije secando una pequeña lagrimas que bajo por mi mejilla.
-Veras que el tiempo pasara muy rápido, de igual forma estoy planeando irlos a visitar antes.
Aquellas palabras me llenaron un poco de felicidad.
-¡Genial papá! – celebre con alegría-. Ya quiero que vengas.
La voz de mi padre fue como una suave melodía, que logro ayudarme a caer plácidamente en los brazos de Morfeo, pues, aunque seguía con una leve incomodidad y tristeza, logre dormir temprano y así recargar fuerzas para el no tan esperado día de mañana.
-Dios mío esto es humillante – se quejaba Mikkel, mientras mi madre nos dejaba en la puerta de la escuela.
-¡Deja de quejarte tanto! – le dijo mi hermana con molestia-, papá prometió mandar tu auto en unos días, así que cálmate, estoy ya lo bastante estresada.
-Ya chicos, nos vemos a la salida, y por favor cuiden a su hermana – dijo mi madre, una vez que los tres íbamos bajando del auto.
Nos quedamos de pie frente a la entrada de la concurrida escuela, todo parecía marchar con normalidad, una secundaria como cualquier otra, nadie nos miraba ni notaba nuestra nueva presencia, y eso me gusta mucho, no quería llamar la atención, mientras menos supieran todos se mi existencia mejor.
-¿Te acompaño a tu clase? – me preguntó Mikkel.
-Obviamente no, no te tomes tan apecho lo de cuidarme, tampoco soy una bebé – le respondí con molestia.
-Bien, pero si necesitas ayuda no dudes en buscarnos.
-Ya lárguense- les dije con una sonrisa.
Vi como mis hermanos se perdieron entre la multitud, no sin antes echarme un último vistazo, algunas veces sí que se portaban sobre protectores, pero más que molestarme sentía felicidad de tenerlos conmigo.
Suspire dando inicio a lo que ya no podía un segundo más atrasar, mi entrada a la preparatoria, caminando a pasos moderados entre la gente, estudiando de manera disimulada cada chico y chica que me pasaba por el frente, descubriendo que no había nada que ya no haya visto.
Llegue frente a una puerta, que, según mi horario, era el aula en donde vería la primera clase de la mañana, castellano, me encantaba esa materia pues, era uno de mis fuertes ya que yo crecí hablando español como mi segunda lengua por mi padre, que tenía raíces latinas.
Al entrar pude notar que no estaba aún el maestro, solo unos cuantos chicos conversando y tirando bolas de papel, con sumo cuidado de no llamar la atención ubiqué un puesto en el medio del aula y me senté, sacando mi cuaderno y mi libro de castellano.
-Chica nueva – me dijo alguien a mi lado.
Gire mi cara rápidamente, topándome con una chica sentada a mi lado, me miraba con una sonrisa de medio lado masticando de forma escandalosa su chicle y con una actitud de chica ruda.
-Sí, lastimosamente – le afirmé con una sonrisa nerviosa.
-Pues sí, lastimosamente –me dio la razón, haciendo que ahora si me tomara un repentino miedo-, soy Ángela Ford – se presentó estirando su mano.
-Un gusto – le dije estrechándole la mía-. Soy Seren Harris.
-A ver Seren, te daré la regla básica para que sobrevivas a este lugar de mierda.
Le sonreí con gracia, aquella chica parecía ser un tanto amable, no cualquiera se te acerca para darte consejos de cómo llevar el día a día sin morir en el intento, y ella lo hizo, me hablo claro sobre el tipo de gente con el que regularmente me encontraría ahí, pensé que me diría algo diferente a lo que ya había vivido, pero no, parecía ser lo típico y lo mismo de siempre, el grupo de porristas liderado por una rubia, el equipo de futbol liderado por un guapo y cruel chico, y los nerd que eran siempre molestados por los dos grupos antes mencionados, nada nuevo por escuchar.
Mientras seguía atentamente escuchando cada una de las palabras que la chica Ángela Ford me decía sobre la escuela un fuerte portazo se escuchó, llamando la atención de todos los presentes.
-Y aquí vienen los reyes de la escuela – anunció Ángela mirando hacia la puerta.
Tome lo que la chica me había dicho automáticamente al ver como un grupo de futbolistas entraba al aula de clases con sus aires de superioridad, quitando a empujones a todo el que se le atravesara por el medio, de cabecilla se encontraba un apuesto chico de cabellos castaños claros, ojos verdes y una sonrisa encantadora, pero llena de maldad, parecía ser el jefe de todos.
-Jake Wilde – comentó Ángela-, es un maldito, pero sí que esta bueno.
Tuve que tapar mi boca con las manos para no soltar una carcajada tendida, Ángela parecía ser todo un personaje bastante directo, me estaba empezando a caer bien.
El chico Jake Wilde paso a nuestro lado, colocando su mirada en mí, sentí nervios y automáticamente bajé mi mirada, seguramente dándose de cuenta que era una chica nueva, para mi buena suerte fueron solo unos segundos, pues luego se dirigió junto a sus amigos a los últimos puestos, pude volver a respirar en paz, odiaba ser el centro de atención para alguien, me encantaba ser invisible ante la gente.
-Mira, aquí vienen las abejas reinas – me dijo Ángela llamando mi atención.
Fue en ese momento en el que mis ojos se toparon con una imagen celestial, nunca en mi vida había visto una chica tan hermosa como ella, con esa sonrisa que parecía iluminar todo a su paso, un largo y liso cabello rubio como el mismo oro, su piel era tan blanca que podría reflejar los rallos del sol y brillar en ella, traía puesto un uniforme de porrista que hacia denotar un esbelto cuerpo, aquella chica sí que parecía ser una modelo y yo simplemente no podía dejar de mirarla, me sentí perdida en esos ojos azules como el mar.
-Ella es Portia Anderson, es la capitana del equipo de porristas y la novia del idiota de Jake.
Escuchaba a lo lejos las palabras de Ángela, pues no podía quitar mi mirada y mi atención de la rubia, parecía ser que había empezado mi aventura por esta escuela.