CAPITULO 1 ¿Cómo llegué hasta aquí?
ADY
Me encontraba en mi habitación, con la mente hecha un caos. ¿Cómo había permitido que todo llegara hasta este punto? ¿Cómo pude dejar que me importara tanto? Soy una mujer de 30 años, con una hija de seis. Él apenas está empezando su vida. Alto, guapo, sexy, tierno, caballeroso… Podría tener a cualquier mujer que deseara, entonces, ¿por qué yo? ¿Cómo se pudo fijar en una mujer como yo? No quería hacerle daño, pero sabía que lo había herido. Cada palabra que pronuncié tuvo que haberlo destrozado.
Me movía inquieta de un lado a otro, la culpa clavándose en mi pecho como agujas. No puedo permitir que arruine su vida por mí. Él me ha dado luz en esas noches oscuras, ha llenado los vacíos que pensé que jamás volverían a sentirse completos. Después de quedar hecha pedazos por un amor fallido, él llegó, unió cada trozo roto de mi corazón, y esa fue la chispa que me hizo amarlo. Lo conocí de una manera que nunca imaginé. Su llegada a mi vida fue tan inesperada que aún no puedo creerlo, pero logró hacer tambalear mi mundo. Y aunque todo entre nosotros ha sido una tormenta, no puedo evitarlo... lo amo.
Él dice que no le importa mi situación, que solo quiere estar conmigo, pero no puedo ceder. Ambos tenemos demasiado que perder. No puedo ser egoísta. Necesito pensar en quienes nos rodean. ¡Dios, qué voy a hacer! ¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo dejé que todo se desbordara?
MESES ATRÁS
Comencé a planear mi viaje para estudiar en otro país. Necesitaba alejarme. Más que eso, necesitaba respirar, curar las heridas que aún seguían abiertas. Hacía seis meses que me había separado del padre de mi hija, y aunque el dolor había menguado, todavía lo sentía. Este viaje, esta oportunidad de irme, era más que una escapatoria: era mi renacimiento. Sabía que tenía que seguir adelante. No podía, ni quería, rendirme. Siempre hay una oportunidad de comenzar de nuevo.
Acepté la ayuda de mi madre, aunque la decisión no fue fácil. Me llamaron egoísta, algunos incluso insinuaron que quería abandonar a mi hija. No tenían idea. Camell era la razón más importante por la que tomé esa decisión. Todo esto es por ella. Le estoy construyendo un futuro.
Mientras organizaba los preparativos, Camell vio un anuncio en la televisión. Un casting para modelos. Sus ojos se iluminaron y me miró con una sonrisa soñadora.
—Mamá, quiero participar allí —dijo, con la emoción de una niña que ya ve su futuro entre pasarelas y luces.
No pude evitar sonreírle. ¿Cómo negarme? A su corta edad, ya tiene sueños tan grandes como el mundo. No quiero cortarle las alas, así que, asintiendo, le dije:
—Claro, amor. Participaremos.
Mi vida estaba a punto de cambiar.
DÍAS DESPUÉS
Esperábamos en la fila para que Camell hiciera el casting en la prestigiosa academia de modelaje. La emoción en el ambiente era palpable. Las madres no paraban de hablar sobre quién estaría presente: Jay Smit, el presidente de la compañía, un joven de 25 años que había revolucionado el mundo del modelaje. Las mujeres hablaban de su atractivo, y según lo que había investigado, no solo era el más deseado del país, sino que había logrado llevar la agencia a nuevas alturas. Soltero, guapo, y extremadamente amable. La verdad, cualquiera que lograra estar a su lado sería la más afortunada.
—Participante 120, puede pasar —la voz del organizador me sacó de mis pensamientos.
Camell saltó de emoción y caminó con determinación hacia el salón, mientras yo me quedaba a un lado, observando cómo realizaba su casting. Cada movimiento era seguro y elegante. Escuché aplausos y sonrisas de admiración. Mi corazón se hinchaba de orgullo, pero una punzada de tristeza me golpeó al recordar que pronto tendría que irme y dejarla aquí, sola, en este nuevo mundo.
—¡Mamá, me elogiaron tanto! ¡Soy la mejor! —Camell corría hacia mí, radiante.
Le sonreí, intentando controlar la oleada de emociones que me invadían.
—Vamos a casa, cariño. Ahora debemos esperar a que se comuniquen con nosotras y veamos si pasaste el casting.
Me agaché, poniéndome a su altura, asegurándome de que sus grandes ojos encontraran los míos.
—Quiero que sepas algo: si no pasas, no significa que no valgas. Eso no cambia lo hermosa ni lo increíble que eres. Sería su pérdida, no la tuya. Siempre puedes volver a intentarlo, ¿está bien?
Ella asintió con la cabeza, con una pequeña sonrisa.
—Eres la niña más bella e inteligente del mundo, y sé que lograrás todo lo que te propongas. El límite es el cielo. —Le di un abrazo fuerte, intentando transmitirle toda la confianza que tal vez yo misma necesitaba.
Estaba en la computadora trabajando, con la mente vagando entre pensamientos, cuando vi aparecer una notificación en mi teléfono. La agencia de modelos no se había comunicado en varios días, y notaba que Camell empezaba a sentirse desanimada.
MENSAJE
Agencia J&S: "Nos complace notificarles que la señorita Camell Torres ha sido seleccionada para formar parte de nuestra agencia de modelaje. Por favor, presentarse en los próximos días para una entrevista con el presidente de la compañía."
Mi corazón dio un vuelco. Había pasado el casting. Pero… ¿una entrevista con el presidente? Sacudí la cabeza, sin querer darle demasiada importancia.
—¡Mamá, mira esto! —le dije emocionada a mi madre mientras Camell corría hacia mí con curiosidad.
—Camell ha sido seleccionada. ¡Tendremos que ir a la agencia para una entrevista con el presidente! —anuncié, intentando contener mi alegría.
—¡Te lo dije, mamá! —gritó Camell, exultante.
La abracé fuerte, sintiendo que su felicidad me llenaba el alma.
—Nunca dudé de ti, mi amor.
Nos preparábamos para la entrevista. Camell estaba tan emocionada que apenas había podido dormir la noche anterior. Yo, en cambio, no podía dejar de sentir nervios. Voy a conocer a uno de los hombres más guapos del país, me dije en tono burlón, intentando disipar la tensión.
—¿Estás nerviosa, mamá? —me preguntó Camell, mientras su pequeña mano cálida me traía de vuelta a la realidad.
Le sonreí, disimulando mis propios pensamientos.
—No, cariño, estoy emocionada por ti.
Al llegar a la agencia, una recepcionista nos atendió con una sonrisa perfecta.
—¡Buenas! Vengo a una cita con… —intenté hablar, pero me interrumpieron.
—¿Es usted la señorita Ady Willians? —preguntó otra mujer, elegante.
—Sí, soy yo.
—Por aquí, por favor. El señor Smit las está esperando.
Caminamos por un largo pasillo, cada paso hacía crecer mi ansiedad. La agencia era impresionante, moderna, sofisticada. Al llegar a una gran puerta de madera, la mujer tocó suavemente antes de que una voz profunda desde el interior nos diera permiso para entrar.
—¡Buenos días, señor! Ya se encuentran aquí la señora Willians y la señorita Camell.
—Hágalas pasar.
Cuando entramos, la vista desde el ventanal era deslumbrante, pero más impresionante aún era Jay Smit, el presidente de la compañía. Más apuesto de lo que las fotos podían captar. Alto, con el cabello oscuro y la piel pálida, vestía un traje impecable que apenas lograba ocultar su musculatura. Tenía una presencia imponente. Ni siquiera levantó la vista para mirarnos cuando nos sentamos.
—Esperaremos un momento a que lleguen los profesores de Camell, —dijo, finalmente, mientras se sentaba frente a nosotros.
Pasaron unos minutos, y tres hombres entraron en la sala. Cada uno más atractivo que el anterior. Uno de ellos, con una sonrisa luminosa, fue el primero en saludar a Camell.
—Hola, Camell, un gusto conocerte. Soy Emmanuel Riuk.
El segundo se presentó con igual entusiasmo.
—Hola, Camell, me llamo Lucca Risso.
Vaya, pero estos hombres de donde los sacan, todos parecen actores de televisión. Este era algo, fornido, tenía el cabello corto, color castaño ojos color miel, vaya que era demasiado sexy. Yo simplemente los veía y no salía de mi asombro, como puede haber tantos hombres guapos en una sola compañía.
El último, de rostro serio, habló por fin.
—Hola, Camell. Soy Fernando.
Después de las presentaciones comenzaron a explicar cómo sería todo el proceso.
Yo observaba desde un lado, intentando mantener la compostura mientras hablaban con Camell. Sin embargo, comencé a notar algo extraño: sentía una mirada clavada en mí. Al voltear, vi a Jay mirándome fijamente. Al encontrarse con mis ojos, desvió la mirada rápidamente, como si quisiera ocultar el interés.
Al final de la entrevista, cuando me acerqué para despedirme, Jay tomó mi mano. Sus ojos se clavaron en los míos, su voz baja y suave.
—Fue un placer conocerla, señorita Willians. Espero que podamos vernos más a menudo. —Una sonrisa que no había mostrado antes asomó en sus labios.
Mi corazón se detuvo un segundo. ¿Qué era esto? Hace unos minutos no me dirigía ni una palabra, y ahora me hablaba de esa manera. Tragué saliva, sintiendo una mezcla de confusión y atracción.
—El placer fue mío, —respondí con una sonrisa nerviosa antes de salir de la oficina, tratando de controlar el torbellino de emociones que su presencia había despertado en mí. Dios, ese hombre era una tentación andante.
¡Contrólate Ady, eres mucho mayor que él!