Capítulo 3

787 Words
Hoy ya regresamos a la rutina diaria. Después de ir a dejar a Dylan a su colegio me fui a la empresa, saludé a Irene como siempre y fui a mi oficina. Son las 11 de la mañana y ya terminé la gran mayoría de mi trabajo diario. El teléfono comienza a sonar y me fijo que es de la oficina principal, contesto: -          Buenos días – digo -          Buenos días, señorita Bianco, el señor Lombardi la necesita en su oficina ahora – dice Samy del jefe. -          Bueno, voy inmediatamente. – Digo y cuelgo para ir a la oficina del jefe. La oficina del jefe está en el siguiente piso, entre en el elevador para llegar a esta, salgo y camino hacia la oficina, me saluda la Samy y dice que puedo ingresar, toco tres veces la puerta y espero a que me acceda el ingreso. -          Adelante – dice. -          Buenos días, señor Lombardi, su secretaria dijo que usted me mando a llamar. – digo mientras avanzo y cierro la puerta. -          Si, quería conocer a quien había enviado la señora Martinelli – dice, y sigue viendo unos documentos. – así que usted es su nieta – tiene una mirada interrogante. -          Si, es mi abuela – afirmo. -          Okey. Mi nombre es Leandro Lombardi – se presenta, aun mirando los documentos. – espero que se sienta cómoda trabajando con nosotros. -          Gracias, señor, si eso es todo me retiro – digo algo incomoda. -          Si eso es todo por ahora, se puede retirar. – dice mirándome (recuerdan al buenote que vi la semana pasada cuando entré al elevador, pues él es mi jefecito.), se levanta de su asiento y me acompaña a la salida. Ay dios mío, que está bien bueno mi jefe, ahora entiendo por qué todas mis compañeras de trabajo siempre están hablando del como si fuera los mejor del mundo. Aunque también tiene un genio de los mil demonios por lo poco que lo vi se le notaba en la carita que se gasta. Después de eso mi día fue común, llego la hora de la salida y voy a buscar a mi hermanito a su entrenamiento. Cuando llego al colegio todavía no sale, así que saco mi celular y comienzo a buscar más información sobre los dueños de mis pesadillas y aun como siempre no encuentro nada sobre el Demonio, como si no existiera; y lo mismo de siempre del imbécil de Demian, que aún no lo capturan que sigue haciendo de las suyas y que por lo han visto durante estas últimas 24 horas en Londres.  – Así que están cerca estos estúpidos, deberé tener cuidado con lo que hago – pienso. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta de que Dylan ya venía hacia el vehículo, así que apago y guardo el celular en la cartera. -          Hola Alondra – se sienta cansado. -          Hola Dylan, ¿Cómo te fue? – encendiendo el auto para irnos a la casa. -          Agotador, pero bien y ¿a ti? –abre una botella de agua para beber. -          Bien igual, pero aburrido – digo sin ganas. -          Mami, ¿podemos hablar de algo cuando lleguemos a la casa? -          Bueno hijo, espero que no sea nada malo. – levanto una ceja. -          No es nada malo mami. – asegura con nerviosismo. Llegamos a la casa nos vamos a sentar a la sala de frente. -          ¿Qué es lo que querías contarme hijo? – le pregunto -          ¿Recuerdas que hace un mes te dije que el colegio también es un internado? – pregunta. Y yo asiento – pues hoy estaba hablando con mis amigos y ellos dijeron que se iban a internar, puesto que, también les quedaba un poco lejos el colegio y yo te quería pedir si me dejarías internar. – dice poniendo una carita tierna. No sé si dejar que se interne porque no lo quiero lejos de mí, pero también quiero tenerlo a salvo en caso de que me encuentre con Demian. -          ¿tú quieres estar internado hijo? -          Si mamá, y también es lo mejor porque nos ahorramos lo de levantarnos demasiado temprano para lograr llegar a la hora al colegio y también tú al trabajo. -          Bueno, si es lo que deseas, está bien, pero con la condición de que te debes portar bien.– digo con triste a causa de que tendré lejos a mi niño pequeño. -          Si está bien mamá, ósea Alondra. – coloca los ojos blancos riéndose. -          Te amo mi peque, lo sabes ¿cierto? -          Si mamá, lo sé, yo también te amo, pero ya no soy PEQUEÑOOO – dice rojo y abrazándome.    
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