Estamos almorzando con las chicas antes de la junta de socios que habrá en dos horas. Nos reímos de lo sucedido el sábado en el bar.
- Aún recuerdo la cara de Leandro cuando te vio con ese tipo que estabas bailando. – Samy apunta su vestido – ni esto llega a hacer comparación de lo rojo que estaba – nos reímos.
- No, lo mejor fue cuando le planto el puñetazo – lo recuerdo, aun me da pena por el tipo.
- Aun sigo enfadada con él – hago una mueca – se cree mi dueño y aun no somos nada. Solo hemos salido un par de veces. – rodeo los ojos. – me estresa su maldita actitud – bufo.
- Amiga está loco por ti – dice Sammy e Irene asiente.
- No lo creo. – hablo desanimada.
Nos vamos a la oficina y recibo una llamada de Dylan. No lo he visto desde que se fue, hace 2 meses. Me cuenta que le ha ido bien en los exámenes y que ya se acostumbró a estar internado. Hablamos todo el trayecto hasta la empresa.
Voy a la sala de juntas. Saludo a los socios, aún no ha llegado mi abuela, solo está la estúpida de mi madrastra. Leandro está hablando con ella, paso por el lado de ellos para seguir saludando. Llega mi abuela y la voy a saludar.
- Abuela – la abrazo – te he extrañado.
- Mi niña preciosa – acaricia mi cabello – yo también te he extrañado, al igual que tu padre y hermanos.
- ¿Cómo han estado ellos? – pregunto porque no los he visto desde que me vine.
- Bien, Alessandro te envío esto y dijo que contaba con tu presencia – extiende un sobre con una invitación. La abro y encuentro que es de una boda.
- Se va a casar – digo emocionada, ella asiente. – obvio que estaré en su boda, por nada del mundo me la pierdo.
Inicia la junta. Primero habla Lombardi y después me da la palabra para que inicie. Presento las estadísticas de ganancias y pérdidas, los avances de las dos nuevas sucursales en el extranjero.
Cuando terminamos nos quedamos conversando con los socios. Vivian no se despega del lado de Leandro, es una zorra. Llega a nuestro lado uno de los socios más jóvenes.
- Buenas tardes, quería felicitarte por la presentación que realizaste. Estuviste espectacular. – me felicita.
- Gracias.
- Me encantaría que aceptaras ir a cenar mañana – pide.
- Sería un… - somos interrumpidos.
- No, ella no podrá porque estará ocupada mañana. – responde por mi Leandro.
- Disculpa Lombardi, pero no estoy hablando contigo, sino que con ella – dice el hombre - ¿aceptas? – vuelve a preguntar.
- Si – sonrío amablemente.
- Entonces nos vemos mañana cuando salgas del trabajo. Nos vemos preciosa – besa mi mano y se va.
- Necesito hablar contigo. Ahora. – está enfadado. Me toma de la mano y lleva a su oficina.
- ¿Qué quieres? – soy directa.
- Porque aceptaste si yo dije que no. – dice cuando cierra la puerta de un portazo y se acerca a mí.
- Porque tú no tienes derechos sobre mí. – levanto una ceja.
- No iras. – me toma de la cintura.
- Si, ya di mi palabra de que iré. – estoy comenzando a enfadarme.
- No lo harás – está muy cerca de mis labios.
- Ya dije y no cambiare de o… - soy interrumpida por Leandro que me besa.
Intento separarme, pero este me sostiene más fuerte quedando inmóvil. No resisto y le sigo el beso, de apoco comienza a volverse apasionado y no sé en qué momento quede encima del escritorio. Cuando siento su m*****o erecto lo empujo y me paro. Me mira extrañado.
- No soy una puta ni tu juguetito para que solo me busques cuando quieras follar. – estoy enfadada y cansada de esta situación. – me comienzas a respetar. – arreglo mi presencia y salgo de su oficina dejándolo solo y con ganas.
Voy al baño a terminar de arreglarme para esta presentable y regreso a la sala de juntas, pero antes de llegar siento quejidos provenientes desde la oficina de Leandro. Camino hacia haya y Samy me detiene antes de que entre.
- No entres amiga – pide tomándome del brazo y llevándome al ascensor.
- ¿con quién estaba? – pregunto cuando me siento en mi oficina.
- E-es t-tu madrastra – titubea nerviosa Samy.
- ¿QUÉ? ¿COMÓ? – se queda quieta con la cabeza baja. – esto no quedara así – me paro y camino hacia la salida. – esa perra me las paga por ponerle los cuernos a mi padre. – Samy viene detrás de mí para intentar detener, pero no lo logra, ya que estoy dentro del ascensor y ella queda fuera.
Cuando llego camino a zancadas hasta la oficina. La abro de un portazo. Hay están los dos arreglándose la ropa. Voy directo a donde está la perra de Vivian, la tomo del pelo para girarla y le doy una cachetada con la cual cae al suelo. Me subo encima de ella para seguir golpeándola. Siento unas manos que intentan levantarme, sé que son las de Leandro, así que me giro y le doy una cachetada.
- Por ser un poco hombre imbécil – le digo. Y sigo golpeando a la zorra.
- ERES UNA HIJA DE PUTA – le grito. Leandro vuelva a intentar separarme esta vez dejo que me levante, pero ya estando parada me giro y le doy un golpe bajo.
Regreso a donde esta Vivian intentando pararse. La tomo del cabello y la arrastro por el suelo. Salgo de la oficina y voy a la sala de juntas con ella arrastrándola. Suplica que la suerte, pero no lo hago. Abro con mi mano libre la sala y entro con ella. Todos los que aún están, quedan observando impresionados por el espectáculo. Mi abuela se tapa la boca.
- Mira abuela, esta es la zorra que tienes por nuera. Esta es la flamante esposa de mi padre. Que le pone los cuernos con cualquier hijo de puta que encuentra por ahí. – la suelto. – párate perra – le ordeno. Esta llora aun en el suelo. – te dije que te pares – digo parándolo de las greñas. – mira a todos los presentes y diles que era lo que hacías en la oficina de este tipejo – digo mirando con asco a Leandro. – vamos díselo como estabas disfrutando.
- Y-yo, s-suegra p-perdón – y se larga a llorar.
- Jaja – comienzo a reír – ahora lloras y pides perdón, pero hace unos minutos atrás no lo hacías, ¿no? – levanto una ceja - ¿la pasaron rico no Leandro? – le cuestiono.
- Basta, por favor Alondra. – pide – no sigas.
- No que va. Ya terminé, solo quería demostrarle a mi abuela que clase de mujer tiene su hijo. – sonrío – buenas noches caballeros, abuela. Me largo. – salgo de la sala y subo al ascensor con mis dos amigas.
- Eso, eso fue espectacular – dicen las chicas. Me rio al comenzar a pensar lo que acabo de hacer.
- Jaja sí, pero ahora entienden que con esto yo no vuelvo a trabajar en esta empresa. – les explico – digamos que fue una forma de renunciar. – digo al llegar a mi oficina hasta hoy. Las chicas bajan las miradas tristes – es hora de que me haga cargo de mis propios negocios.
- Pero y que haremos nosotras sin ti – dice Samy.
- Pues trabajar como siempre. – levanto los hombros – además, que no las abandonare. Seguiremos viéndonos fuera de la empresa. – las abrazo. – solo que me iré durante un tiempo a mi país. Regresare pronto. – caminamos al ascensor – no crean que se desharán de mi tan fácilmente. – le guiño y lanzo un beso.
- Te extrañaremos preciosa. – lanzan un beso antes de cerrarse la puerta.
Llego al estacionamiento y camino hacia mi auto, veo una sombra parada delante del. Es Lombardi que este cruzado de brazos. Le quito el seguro al auto y paso por al lado para subirme, pero Leandro me toma de la cintura girándome, haciendo que quede mi espalda pegada a la puerta del auto. Trato de soltarme, pero no lo logro me sujeta con fuerza.
- Suéltame – digo furiosa.
- No, hasta que hablemos. – me rio.
- No hay nada de qué hablar Lombardi – lo miro a los ojos con frialdad.
- Si que lo hay cariño – se acerca más, quedando a centímetros de mis labios.
- ¿Puedes soltarme? – pregunto y el niega – me das asco. – lo miro con asco. Su mirada demuestra dolor, tristeza.
- No quiero dejarte ir – dice suave.
- Pues no me interesa.
- No seas así, cariño. – pide, pero no logro con su hipocresía y me río con furia.
- Deja de ser tan sínico. – hablo con resentimiento. – déjame en paz. Ya tienes a mi madrastra ¿no? – encarno una ceja.
- No, eso fue una equivocación, te quiero a ti. – dice intentando besarme, pero lo esquivo.
- Basta Leandro, aquí no debes de mentir. – digo furiosa – muéstrate tal como eres. Aquí estamos solos. Conmigo no debes de fingir más.
- NO ESTOY MINTIENDO. – grita – maldita sea. – susurra – Alondra, dame una oportunidad para demostrarte que te quiero, eres a la única que deseo. – pide.
- Primero suéltame y dame mi espacio – me suelta despacio y se va alejando, dándome el espacio suficiente para abrir la puerta del auto y subirme.
Ya dentro de este coloco seguro y Leandro intenta abrir, pero no lo logra. Enciendo el motor y salgo del estacionamiento a las calles de Madrid.