Brandon le terminó a Catalina sin miramientos, ya no deseaba verla más. Le rompió el corazón como el patán que era, lo cual no me sorprendía ni un poco pero si me disgustaba.
Yo detestaba con todo mi ser a las personas que se aprovechan de los sentimientos de quienes son más vulnerables que ellos para hacerles daño.
Entendía que él había sido claro en el hecho de no querer una relación romántica pero también estaba clara de que a la vez había sido un cínico, que había utilizado las necesidades de esa mujer a su favor. No solamente las económicas sino también las emocionales y sentimentales.
Al menos ella me agradeció sinceramente, me comentó que yo era la única persona que conocía que era capaz de enfrentarse a él de forma tan valiente y yo le respondí algo típico de quien alguna vez fue una enardecida y revolucionaria estudiante de ciencias sociales: «quien calla ante actos de injusticia acepta la opresión y es cómplice de la misma».
Después de un rato de charla ella se río, se disculpo conmigo por todas las molestias que había ocasionado y se retiró. Supuse que nunca más la volvería a ver y eso me entristeció, a pesar de que en un principio me pareció bastante hostil al final era alguien noble y gentil.
Brandon estuvo enfuruñado conmigo, nisiquiera me saludaba pero aquello me tenía sin cuidado, yo tenía problemas mucho más grandes que el hecho de que Míster Personalidad estuviera de malas, seguramente ya estaba entrando en la andropausia.
En mi casa la situación estaba un poco turbulenta, al parecer Pierre se estaba portando un poco mal: había lastimado a una niña diciéndole cosas hirientes, la maestra había mandado un mensaje así que tuve que conversar con él.
—Hijo, ¿por qué le dijiste esas cosas tan feas a la pequeña Sofía?—inquirí, intentando mantener la cordura.
—Porque quería que ella fuera mi novia y me rechazó—me sorprendí de sobremanera por la razón de su ira, creía que estaba demasiado joven para esas cosas.
—No pasa nada, nadie está en la obligación de aceptar algo así si no siente lo mismo.
—Dice que soy feo—se quejó.
—Criterio personal de ella—contesté apacible—para mí eres el hombrecito más guapo del mundo junto con tu hermano pero no puedes pretender que todas las personas piensen igual, ¿Entiendes?—el asintió en silencio un poco dubitativo—gustos son gustos y existen muchos como los colores.
—Es como si el color favorito de Sofi fuera un marrón oscuro y yo soy un rojo, ¿cierto?
—Si, algo así. Me alegra que lo entiendas. Por cierto que debes ofrecerle una disculpa, las cosas que le dijiste fueron en sumo desagradables, no está bien así que mañana irás y lo harás. Llévale un chocolate o algo.
—Mmm no quiero—dijo haciendo puchero.
—Tienes que hacerlo—comenté de forma imperativa.
—¡¿Por?!—gruñó—disculparse es para tontos y débiles.
—No—negué rotundamente—disculparse no es una muestra de debilidad sino de valentía, coraje y fortaleza. Disculparse da miedo y no todos lo enfrentan, quienes reconocen sus errores son personas realmente valerosas, quienes se escudan en excusas tontas y sinsentido son los verdaderos débiles.
Pierre entendió, accedió a mi petición y se comportó como un ser humano decente, me alegre muchísimo de haber tenido aquella charla con él puesto que sentía que había sido un aprendizaje sumamente valioso: tanto para él como hijo como para mí como madre.
Al día siguiente fui al trabajo de buen humor sin embargo un llamado de Brandon Kavan a media mañana me preocupó y me saco de quicio de inmediato, no andaba con ganas de verlo.
—Cierra la puerta—indicó apenas entré a la oficina, obedecí sin rechistar—bien.
—¿Qué quieres?—inquirí un poco curiosa.
—Que me expliques lo que dijiste el otro día, ¿recuerdas?, sino te lo hago saber... El día en que viniste a buscarme con Catalina la loca.
—¡No la llames así!—respondí molesta—eres cruel y sinvergüenza.
—Tu eres el triple de sinvergüenza, me sorprende que seas tan osada conmigo.
—No puedo callarme ante la injusticias—contesté molesta.
—¿Me vas a explicar o no?—cuestionó, pareciendo de malas(como de costumbre).
—No sé de que hablas.
—Dijiste que cuando éramos jóvenes yo no te trataba bien.
—Ah cierto—dije meditanto un poco mi respuesta—la verdad es que no lo hacías. Valoro muchas cosas de la amistad que tuvimos pero en varias ocasiones fuiste un completo insensible. Si, en varias ocasiones heriste mis sentimientos, creí que con el tiempo cambiarías pero veo que sigues siendo un energúmeno.
—¡Por dios!—exclamó furioso—respétame. Yo nunca te traté mal, te daba regalos y era bueno contigo. Tu fuiste una nefasta al rechazarme, a ti fue a quien no te importo herir mis sentimientos.
—Te rechacé por eso mismo, por tus burlas y humillaciones... No iba a estar con alguien que me tratará mal solo porque me daba regalos, ¿sería tonto no crees?—él me miro como si tuviera algo en la cara—eso no es lo más importante en esta vida, Brandon... Es mejor estar con una persona que te ame, te respete, te haga sentir especial y de la cual tengan una admiración recíproca no alguien que te pisotea por tu estatus económico. Así me criaron mis padres, son personas con honor y la verdad les daría vergüenza saber que yo me metiera con alguien solo por el billete, ellos se aman incondicionalmente y eso me lo inculcaron.
—Dices cosas extrañas para ser una mujer tan pobre—y ahí iba de nuevo, terco como un mono.
—No soy tan pobre, tengo una familia que me adora y tuve un esposo que me hizo la mujer más feliz del mundo. Quizás no viva de lujos y superficialidades pero tampoco me importa, al final no me los llevaré. Al menos la gente es transparente conmigo, no me usan y yo tampoco los uso a ellos.
—Sal de mi oficina.