NARRADOR OMNISCIENTE
Atenas, hace ocho años
La primera vez que Theo e Iason se vieron fue en una cena de compromiso empresarial. Una de esas noches interminables en la casa de algún político bien conectado, con comida demasiado elaborada, conversaciones vacías y sonrisas tensas.. Ella iba por obligación... Él, por castigo.
Theo estaba apoyada contra una columna de mármol, con una copa en la mano y cero intención de socializar, llevaba un vestido blanco, simple pero impecable. Iason la vio desde el otro extremo del salón, no porque quisiera, la vio porque era imposible no hacerlo, se acercó por impulso y ella no se fue
-¿Te estás escondiendo o simplemente odias a todo el mundo?- le preguntó él.
-Las dos cosas.. pero no en ese orden- Iason sonrió.
-¿Y tú? ¿Vienes como invitado o como rehén?-
-Un poco de ambas... Soy el hijo de Alexandros Drakos- dijo él, como si estuviera confesando que sufre de una enfermedad incurable.
Theo lo miró sin sorpresa -Encantada entonces, yo soy Theodora Laskaris- él levantó las cejas, se quedó quieto un segundo, como si no supiera si dar un paso atrás o quedarse justo donde estaba.
-Nuestros padres se odian- dijo él, finalmente.
-Lo sé ¿Quieres una copa o prefieres hablar de política familiar?- respondió ella
Eligió la copa y desde ahí.. todo fue diferente, alejados de cualquier persona que pudiera verlos, pasaron la velada juntos, bailando a escondidas, riendo como nunca antes lo habían hecho, por una noche no tuvieron que fingir.. la segunda vez que se vieron fue por casualidad, o eso se dijeron, un café escondido en Plaka, hablaron de música, de la ciudad, de lo que harían si sus vidas no estuvieran marcadas por apellidos con peso... se rieron genuinamente por segunda vez.
-Me gusta cómo piensas- le dijo él.
-A veces no pienso, solo sobrevivo- respondió ella.
Esa tarde quedaron en verse otro día en un parque lejano, disfrutaban tanto la compañía del otro, que no querían perder lo único real que habían tenido en sus vidas.. una caminata al atardecer, un helado compartido, como si fueran adolescentes cualquiera, un silencio cómodo, un roce de manos que ninguno se atrevió a sostener, semanas después de esos encuentros secretos... Un beso, uno de esos que no se buscan, pero llegan igual, fue detrás de una tienda cerrada, luego de una discusión tonta sobre películas, no fue torpe, no fue apresurado, fue inevitable.
Theo se separó primero -Esto es una mala idea-
-Sí- dijo él, sin moverse -Pero no voy a parar si tú no lo haces- y ella no lo hizo, seguido a eso planearon un pequeño viaje, fue difícil pero fue perfecto, se escondieron, no de la ciudad, sino de sus realidades, pasaron las noches en un departamento prestado de un amigo de él, sin cámaras, sin relojes, cocinaron juntos, se contaron cosas que nunca dijeron en voz alta, durmieron abrazados sin que fuera incómodo, tentandose cada noche a pasar esa línea que ellos mismo habían dibujado, pero no la cruzaron, la joven Theo de 21, el joven Iason de 23, no hicieron planes, no pusieron nombre a lo que tenían, porque en el fondo sabían que no duraría.
Theo lo miraba dormir como si ese momento fuera ajeno al resto de su vida y él la escuchaba hablar como si cada palabra fuera una oportunidad de quedarse..
La última noche que pasaron juntos, cenaron como de costumbre, juntos y entre risas con complicidad, ella subió primero mientras el se encargó de lavar los platos, cuando el subió, Theo estaba sentada en el borde de la cama, descalza, con la blusa desabrochada a la mitad y la mirada fija en él, Iason estaba frente a ella, de pie, sin camisa.. no lo detuvo cuando se agachó frente a ella, no apartó la mirada cuando sus manos se deslizaron bajo su falda con esa mezcla de nervio y decisión que solo alguien que desea de verdad puede tener y fue ella quien atacó primero, besó a Iason apasionadamente
-¿Estás segura?- murmuró contra su cuello.
-No hagas preguntas si no quieres que cambie de idea- susurró ella, casi en broma, casi en serio.
Él la empujó suavemente hacia el colchón, y por un segundo solo se miraron, ninguno sabía muy bien cómo habían llegado hasta ahí, pero sabían que si lo dejaban pasar, no iba a repetirse y entonces, pasó... las ropas se fueron sin romanticismo exagerado, no hubo urgencia torpe, pero sí hambre... de piel, de contacto, de algo que no sabían cómo nombrar, Iason se tomó su tiempo, no era experto, pero parecía adivinar cada reacción de ella como si la hubiera estudiado, Theo no era tímida, pero sí contenida y esa noche dejó de serlo.. cuando él entró en ella con cuidado, fue el final de esa versión de Theo, poco a poco el vaivén de los movimientos de Iason la volvieron loca, le dijo cosas en voz baja que no sabía que podía decir, le arañó la espalda, le mordió el labio, se rio entre jadeos cuando su primer orgasmo le dio más placer del que pensaba... todo se detuvo un instante.
Fue su primera vez y él lo supo sin necesidad de ver la mancha roja en las sabanas, pero no preguntó, solo bajó la cabeza y le besó el cuello como si prometiera algo que no estaba seguro de poder cumplir, ella se aferró a él como si no existiera otro cuerpo y por un rato no lo hubo, solo ellos, sudor, suspiros, gemidos rotos entre las sábanas revueltas y ese temblor al final, ese que no es solo físico, ese que viene cuando uno se da cuenta de que se acaba algo que no se va a repetir.
Cuando terminaron, Theo no dijo nada, se acomodó sobre su pecho, con la mano aún en su cintura y Iason le acarició el pelo en silencio.
-No debimos hacer esto- dijo ella, al cabo de un rato.
-Lo sé- respondió él -pero no voy a arrepentirme-
Ella tampoco, pero no lo dijo, sellaron esa noche con un beso..
Antes de amanecer Iason se vistió despacio y en silencio, pasó la mirada por la habitación una última vez, por su blusa colgada del respaldo de la silla, por sus sandalias en el suelo, por el celular de ella, olvidado sobre la mesa de noche.
Podría haberse quedado, podría haberla despertado, besarla en la frente, decirle algo suave, algo verdadero, pero sabía que si lo hacía, no se iría y si no se iba, su padre lo destruiría y con él, probablemente también a ella, porque el apellido Laskaris era una bomba de tiempo y el suyo, Drakos, era la mecha encendida.
Lo había escuchado por la llamada a escondidas de su padre:
“No puedes seguir ahí, no con ella, no sabes lo que estás provocando, no me provoques a mi Iason”
No le dio detalles, nunca los daba, pero Iason conocía ese tono y entendió que lo que habían hecho esa noche no se perdonaría, ni en su casa, ni en la de ella.
Se acercó a la cama, una última vez, la miró, sintió que algo dentro se le encogía de verdad.
-Perdóname- susurró, por irse sin explicarlo, porque no tenía palabras limpias para hacerlo.
Salió sin cerrar del todo la puerta, no hizo ruido, no se detuvo a mirar atrás, mientras caminaba por la calle aún dormida, con el mar a lo lejos, sintió que acababa de dejar algo que no iba a poder recuperar nunca, pero lo hizo de todos modos.
Porque en el fondo, se fue no porque no la quería… sino porque la quería demasiado como para arrastrarla con él.
Para Theo, el sol se coló entre las cortinas como si nada hubiera pasado la noche anterior, abrió los ojos y estiró la mano… pero ya no había nadie, la sábana a su lado estaba fría, estaba sola, solo el ruido de las gaviotas allá afuera y el mar lamiendo la costa, se quedó sentada en la cama un buen rato, con el cabello desordenado, la piel aún con el rastro de sus manos, y el pecho apretado por una razón que no sabía explicar del todo, quería pensar que tal vez fue al pueblo por café, que volvería con una excusa tonta y ese medio gesto suyo que usaba para disculparse sin palabras.... pero no, no volvió, ni lo haría ese día, ni al siguiente, entonces Theo entendió que esa noche, la única en que se había permitido bajar la guardia, fue también la última vez que lo vio, no hubo adiós, no hubo explicación, solo un espacio vacío donde antes hubo calor. Theo no lloró, no era su estilo, se duchó en silencio, se peinó con calma, y empacó sus cosas sin dramatismo, pero al cerrar la puerta, se quedó un segundo más de lo necesario con la mano en el picaporte, como si esperara, por alguna razón ridícula, que él volviera, que dijera que fue un error, que no sabía qué hacer con lo que sintió.. pero no pasó, desde ese día, cada vez que Theo recuerda esa noche, no recuerda el beso, ni el tacto, ni los gemidos, recuerda la sábana fría al despertar y el silencio de una puerta que nunca sonó al cerrarse, el solo dejó una nota..
“No sé cómo explicar lo que esto fue,
pero sé que fue real.” Guardó la nota en una caja, y con ella, lo que sintió.