Capítulo 1

1312 Words
Subo a mi dormitorio sin mirar atrás. Lágrimas silenciosas recorren mi rostro mientras revivo todo lo que he vivido. Hubiera preferido morir antes que sentir este peso en el pecho. Lloro hasta quedarme dormida, exhausta y rota. A la mañana siguiente, me despierta la voz del ama de llaves. —Han venido a recogerte —dice con una mezcla de pena y obligación. No me opongo. Me levanto, me cambio en automático, como si mi cuerpo estuviera desconectado de mi mente y bajo con ellos, dispuesta a irme. —¿No vas a despedirte de tu padre? —escucho la voz cruel detrás de mí, acompañado de una sonrisa venenosa. —Púdrete en el infierno —le respondo, con toda la rabia contenida que he acumulado durante años. Un grupo de hombres me espera afuera, listos para llevarme al aeropuerto. No me importa lo que me vaya a pasar; hace tiempo que estoy muerta en vida. Llegamos a Grecia. No hago preguntas, no me interesa a dónde me llevan ni por qué. Me suben a otro coche y llegamos a una mansión imponente. Allí, esperándonos, está un hombre increíblemente atractivo: cabello castaño, ojos grises que parecen atravesarme. Se levanta al verme. Es alto, mucho más de metro noventa. —¿Fuiste tú quien me compró? —le pregunto, sin esperanza, sin ganas. Solo sonríe, frío, impenetrable. —¿Por qué me has comprado? —insisto, viendo que guarda silencio. —Porque me interesas —responde con una frialdad que me hiela. —¿Qué quieres de mí? ¿Que sea tu sirvienta? —pregunto, confundida y asustada. —¿Crees que pagaría cinco millones para eso? —se ríe, acercándose lentamente. Retrocedo hasta chocar contra la pared. Su mano acaricia suavemente mi mejilla. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Aprovecho que está cerca para sacar el arma que lleva en la cintura. Él no se inmuta. Sus hombres se acercan, apuntándome con sus armas, pero él les hace una señal y bajan las armas. —¿Crees que podrías matarme? —dice, sonriendo con arrogancia. —Eres un c*****o—le digo, bajando el arma hasta ponerla justo frente a su pecho. Por dentro estoy paralizada por el miedo, pero sin pensarlo dos veces llevo el arma a mi frente y aprieto el gatillo. —La próxima vez que intentes matarte, asegúrate de que el arma esté cargada —me dice en tono burlón, arrebatándome el arma para guardarla. Intento alejarme, pero él me detiene. —Estoy intentando hacerlo bien —dice—Sería capaz de buscarte hasta en el infierno e ir a por ti— —¿Qué quieres? —le pregunto, directa y sin rodeos. —Casarme contigo— —¿Has pagado cinco millones solo para casarte conmigo? —me río, incrédula. —No exactamente —responde—pero pronto conocerás las verdaderas razones. —¿Qué tipo de matrimonio? —insisto, con el ceño fruncido. —Uno real. Oficial. Tendrás que estar dispuesta a darme hijos y a satisfacerme— Lo miro confundida, sin poder creer lo que acabo de escuchar. —¿Me has comprado para darte hijos? ¿Crees que soy una máquina? —le reprocho, dolida —Puedes verlo como quieras. Aquí tendrás toda la libertad que quieras. No te prohibiré nada ni te obligaré a hacer algo que no quieras. —¿Por qué yo? —Ni yo lo sé —dice, apartándose—. Pero si cumples, yo cumpliré contigo en todo— —Entonces, literalmente me has comprado para satisfacerte sexualmente— —Estoy seguro de que disfrutarás más que yo —dice con frialdad y arrogancia— —¿Eso es una promesa?— —Y una que voy a cumplir—Dice el sonriendo —Esto no tiene sentido pagar cinco millones solo para casarse y tener hijos contigo. ¿No sabías que existen vientres de alquiler?— —Escúchame —dice calmado—Estoy tan perdido como tú, pero tal vez con el tiempo encuentre respuestas a todas tus preguntas y a las mías— —Ni siquiera me conoces —le digo—Todo esto es confuso— —Podemos conocernos —propone—Hablaremos más tarde, Ahora es demasiada información la que tienes que procesar y debes descansar, Mañana hablaremos con calma— No digo nada más. El ama de llaves me muestra mi supuesto dormitorio. La habitación es enorme. Abro los armarios y veo una cantidad enorme de ropa, como si él hubiera planeado cada detalle. Me ducho, cambio y luego me acerco a la cama. La mayoría de los pijamas son sensuales, casi provocativos. Me acuesto y cierro las cortinas por completo. No tengo intención de levantarme en la mañana, pero me siento extrañamente tranquila al ver que nadie viene a molestarme. Eso también me parece raro. Duermo profundamente, más horas seguidas de las que recuerdo en mucho tiempo. A pesar de todo, siento una calma que no creía posible. Después de varias horas, alguien entra y abre las cortinas de golpe. Ignoro la situación, fingiendo no notar nada. Siento cómo se recuesta a mi lado en la cama. —Es irónico —digo sin ganas—Estoy acostada a tu lado, pero aún no sé tu nombre— —Dimitri —responde, acercándose. Me doy la vuelta para mirarlo cara a cara. Lo observo fijamente a los ojos durante unos minutos. No lo conozco en nada, pero siento como si lo hubiera visto antes. ¿en otra vida tal vez? Se acerca más y me besa. El beso es lento, pero apasionado. Cuando recupero la conciencia, lo muerdo. Su labio sangra. Se levanta y pone una mano sobre sus labios, observando la sangre. No parece enfadado; sonríe. —Si eres así de salvaje en la cama, estoy seguro de que lo pasaré muy bien contigo —dice. —Eres un... —empiezo a decir. —Ten cuidado con lo que dices —interrumpe—. Estoy intentando ser amable. No querrás provocarme, porque la próxima vez no seré tan paciente— —Tú tampoco intentes tocarme o acercarte sin mi consentimiento —le advierto Pasó un momento de silencio tenso en la habitación, solo interrumpido por el leve sonido de la respiración y el latir acelerado de mi corazón. Dimitri se recuesta nuevamente a mi lado, pero esta vez mantiene una distancia respetuosa, como si estuviera midiendo cada movimiento, esperando no romper algún frágil equilibrio entre nosotros. —No soy como él —susurra, casi como para sí mismo—. No te haré daño— Sus palabras me desconciertan. Después de todo lo que he vivido, ¿cómo podría creer en promesas tan vagas? —¿Y si no quiero nada contigo? —le pregunto, con un hilo de voz Su mano encuentra la mía y la aprieta suavemente. —Entonces haré que quieras—dice con firmeza Siento que algo en su mirada se suaviza, como si también estuviera atrapado en esta situación tan insólita como yo. —¿Por qué me escogiste? —insisto, la pregunta que me quema desde el principio. Él me mira, dudando un instante, como si buscara las palabras correctas. —Porque no eres como las otras —confiesa—. Porque hay algo en ti que no se puede comprar ni vender. Por primera vez, siento una punzada de esperanza. —No soy un objeto para que me compres o vendas —le digo con decisión—. Soy alguien que quiere ser libre— Dimitri asiente y su sonrisa es sincera esta vez. —Entonces empecemos por ahí. Libertad. Pero también necesito que confíes en mí— La noche se va diluyendo en un extraño pacto de silencio y comprensión. Por primera vez en mucho tiempo, me permito cerrar los ojos sin miedo, aferrándome a esa débil chispa de humanidad que aún queda entre nosotros.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD