Capítulo 1
Capítulo 1
Una de las cosas más difíciles por las cuales me ha tocado pasar, es dejar mi zona de confort, cambiar todo lo que conocía por un mundo nuevo; decidí dejar atrás el conformismo y adentrarme en lo desconocido, todo en búsqueda de una mejor vida, era un proceso doloroso, pero bastante necesario, pero es que, ¿Qué es la vida sin un poco de adrenalina y nuevas experiencias?, no es nada, pues de eso se trata, descubrir y vivir al mismo tiempo, caminar sin saber qué es lo que te va a deparar el futuro, pero siempre con la certeza de que algo bueno será.
Un día como cualquiera tome mis maletas y decidí emigrar de mi país, mi destino era uno que siempre soñé conocer: Europa, ese majestuoso y deslumbrante continente lleno de sueños por hacer realidad, me costó mucho despedirme de Tobby, mi perrito, llore como nunca había llorado, ese último abrazo de mi madre, sentir el calor de mi padre al tocar sus manos, me dejo una herida tatuada en la piel, una herida que no estaba dispuesta nunca a cerrar, pues por ellos debía seguir y luchar, ellos se estaban quedando con la mitad de mi corazón y tenía que batallar para volver, no era un adiós sin duda alguna, era un hasta luego, uno que dolía como nada más.
Vi por última vez a mis amigos y nos prometimos reencontrarnos en cualquier parte del mundo, tome un taxi hasta el aeropuerto y me coloque mis audífonos, la música era un analgésico para mi alma triste, me ayudaba a concentrarme y poder mantenerme consiente, pues en unas horas la vida que estaba dejando atrás, se quedara ahí y tendría que volver a formar una nueva, una de la cual no estaba segura de como seria, pero me había preparado para tomar el riesgo de dejarme sorprender.
Fueron doce horas de un largo viaje, me coloqué de mil formas en el asiento, pero nunca pude encontrar la comodidad, el hombre que iba a mi lado me miraba con seriedad, tal vez preguntándose si me había picado algún bicho extraño, pero lo único que me había picado en ese momento, era la incomodidad y las ganas de que eso terminara rápido, nunca más volvería a comprar un boleto en una aerolínea de bajo costo, la peor elección que había hecho en mi vida.
Todo eso quedo en el olvido cuando escuche por la bocina como la aeromoza anunciaba la llegada a nuestro destino, ese “bienvenidos a Francia”, me saco lágrimas, me hice la señal de la cruz y le di gracias a Dios por traernos con bien, aproveche también para mirar por la ventana e impregnarme con la hermosa vista, estaba en Paris, tal cual como lo había soñado y parecía totalmente increíble, estuve a punto de decirle al buen hombre que iba a mi lado que me pellizcara a ver si de verdad estaba ahí, pero parecía que el vuelo le había chocado como a mí, y no tenía ganas de ser amable con nadie.
Estaba ansiosa por bajar y poder ver a Eliana, mi adorada prima que se casó con un francés y se vino a este país hace muchos años, siempre mantuvimos contactos y prometimos volveros a ver, cuando le hable sobre mis planes de buscar una mejor vida ella sin duda alguna me ofreció ayuda, yo la acepte sin medir, sabía que con nadie más estaría mejor, Eliana era unos diez años mayor que yo y siempre me cuido cuando éramos unas niñas, tenía unos recuerdos muy cálidos con ella.
Después de pasar migración y recoger mi maleta, me fui rápidamente hacia la salida del aeropuerto, gracias al covid nadie que no fuera a viajar, podía entrar, pero eso no importaba, pues no se me hizo tan difícil encontrar entre la gente a Eliana, era la única que llevaba una pancarta grande que decía: “BIENVENIDA A PARIS PRIMA, TE AMO COÑO”, y por supuesto, una bandera de mi amada Venezuela, me limpie una lagrima que corrió por mi mejilla y me acerque a ella, uniéndonos en un fraternal abrazo, Eliana no era de llorar, pero se emocionó tanto tenerme ahí, que no lo pudo evitar.
–¿Qué tal el vuelo? – me preguntó, mientras metíamos mi maleta en su auto.
–Horrible, la peor aerolínea del mundo –me queje, colocando mala cara.
–No importa, ya estás aquí, es lo importante, es hora de darle la bienvenida al éxito y las cosas buenas.
Le regale una amplia sonrisa a mi prima y nos encaminamos hacia su apartamento, ella me iba hablando de muchas cosas referentes a la ciudad y yo simplemente no podía concentrarme, había llegado a ese país es una hermosa época y era inevitable perderse aún más en su majestuosidad.
–París en época navideña es hermoso, te va a encantar, lo sé.
–Sé que si – le respondí con alegría.
Estaba completamente feliz de estar ahí, me embargo la emoción de un nuevo comienzo y de ver una cultura diferente a la mía, Eliana se detuvo en una panadería y regreso al auto con unos croissants de chocolates que casi me hacen volar, nunca había probado algo tan delicioso en mi vida.
–Bienvenida a Francia, primita.
Debía cuidarme de ahora en adelante o las exquisiteces de Europa me llevarían a subir unos cuantos kilos más, y créanme que soy una loca amante de la gastronomía, siempre me gustaba probar cosas nuevas y agregar a mi lista de comidas, plastos favoritos nuevos.
–Cuando quieras comer uno, vienes a esa panadería, es una de las mejores, está cerca de casa, ya vamos a llegar, puedes venir caminando si quieres.
Tome el dato pues, no estaba dispuesta a probar una sola vez aquel exquisito croissants y me dispuse a seguir escuchando las indicaciones de Eli hasta llegar a casa, en ella pude conocer a sus dos pequeños hijos, Gabriell de cinco años y Piero de ocho, eran hermoso y tenían mucho parecido a su padre, el cual aún no había visto en persona por su trabajo, pero a quien si conocía, pues siempre hablábamos cuando Eli me llamaba por video llamada, se notó siempre un tipo amable y hacia muy feliz a mi prima, eso era lo importante.
Escuchar a Gabrielle y a Piero hablar español era muy gracioso, tenían ese acentito francés que le daba un toque diferente a nuestra lengua, lo importante era que hacían el intento de ser parte de la cultura de su madre.
–Sé que estas llegando y quiero que te tomes esta semana entera para que descanses y conozcas un poco la ciudad, pero para que tengas en cuenta que Calvin tiene un puesto para ti en su empresa, por trabajo no te debes preocupar.
–Gracias Eli, eso me emociona mucho, quiero trabajar para poder empezar a disfrutar de todo Paris – le dije con emoción, tomando un poco de café.
Soy Vania, chica venezolana, tengo veinticuatro años y esta es la historia de cómo emigre a Paris en búsqueda de una mejor vida y termine enamorándome perdidamente, viviendo aventuras que jamás creí poder vivir y, sobre todo, luchando sin precedentes por aquellos ojos que me llenaron la vida, el croissant de mi amor.