Corina, Diana y Avril estaban listas para la noche de fiesta que aguardaba en el gran salón del Hotel Ventura y se dirigían a aquella dirección. Corina lucía un vestido cruzado de tirantes color verde que se ajustaba a la cintura, llegaba a sus rodillas y dejaba una discreta abertura hasta el muslo, éste destacaba las curvas de su cuerpo, lucía su cabello suelto, maquillaje de noche sencillo, con pendiente, tacones y bolso de noche a juego. El vestido de Diana era azul real con estampados florales blancos, de escote profundo en V, largo con una abertura hasta su muslo y zapatillas en el mismo tono que el estampado del elegante vestido; lucía su larga cabellera negra hacia un lado y un maquillaje que destacaba el color esmeralda de sus ojos. Por su parte, el atuendo de Avril era un jumpsuit azul real con la espalda descubierta hasta la parte baja de su cintura, lo que hacía destacar su voluptuoso trasero, tacones beige y un maquillaje sencillo pero, con un color vino en sus labios de muñeca que los volvía mucho más llamativos, su cabello estaba recogido en una coleta alta.
Al entrar al gran salón quedaron sorprendidas por tan excéntrica fiesta, con las luces de colores por doquier, música a todo dar dirigida por un reconocido DJ, comida y bebidas para todos los gustos. Hacia el fondo del salón se hallaba una zona exclusiva, a la que únicamente accedían personas muy adineradas, con gustos extravagantes y que, además, disfrutaban de shows con strippers y tenían a su disposición otro tipo de sustancias. Las chicas tomaron asiento alrededor de una de las mesas disponibles, ordenaron unos bocadillos, algunas bebidas alcohólicas para Diana y Avril y otras más ligeras para Corina, ya que a ella no le agradaba el licor. Después de un rato, cuando ya se encontraban más cómodas con el entorno, fueron a la pista de baile las tres juntas.
Se divertían y alocaban con la música de turno entre la multitud, al fin y al cabo, nadie las conocía.
Corina, disimulaba estar a gusto en su totalidad, pero en el fondo estaba algo incómoda, aún llevaba ese dolor en lo más profundo de su ser que no le permitía cambiar todo de un día para otro, como si nada hubiese pasado. Sí, había transcurrido un año; sin embargo, la sombra de su aflicción y vacío seguía estando ahí, la herida más grande de su vida todavía dolía y no había cicatrizado del todo. Era consciente de que debía trabajar en ello con mucho más esfuerzo.
—Oigan, necesito tomar un poco de aire fresco, volveré en un rato. —Corina elevó su voz para que sus amigas la pudieran escuchar por encima de la fuerte música.
—¡Okey! No desaparezcas.
Seguidamente, Corina se escabulló entre la multitud y algunas mesas, llegando así a la salida del salón. Ella fue alejándose del lugar con premura, en busca de ese sitio apartado del ruido y la gente. Poco a poco la música iba quedando en la distancia a medida que ella indagaba en algunos espacios de los alrededores, hasta que finalmente llegó a un jardín cercano que, para su fortuna estaba desolado. Al examinar su entorno quedó fascinada por lo hermoso y perfectamente cuidado de dicho espacio, se instaló en uno de los asientos de concreto detrás de una enorme fuente de sirena, que parecían estar ocultos a simple vista.
Corina inhaló profundo sintiendo algo de paz, el sonido del agua cayendo de la boca de la sirena, las olas del mar a lo lejos, la brisa que acariciaba su rostro y la estridulación de algunos insectos nocturnos, opacaros en su totalidad los tenues ecos de la música que se colaban desde el salón. Ella alzó su mirada, apreciando lo estrellada que estaba la noche, luego, se recostó boca arriba sobre el mismo asiento para contemplar más cómodamente el firmamento. Corina disfrutaba de estos pequeños y simples momentos que la hacía olvidar, aunque fuera por poco tiempo, cualquier problema que le aquejara.
De pronto, Corina sintió unos pasos apresurados que la hicieron ponerse alerta en su sitio e incorporarse. En silencio, observó a un hombre apoyarse sobre las barandillas que delimitaban la terraza con vista a la playa, él no parecía estar bien, lloraba como un niño en la soledad de aquel jardín sin que alguien lo consolara o apoyara. Muy pocas veces en su vida había visto a un hombre llorar de aquella manera y eso la pasmaba.
Después de algunos minutos que le parecieron eternos, Corina decidió salir de su escondite para acercarse al hombre desconocido y desconsolado, no tuvo el corazón tan frío y sombrío como para ignorar a una persona en tal estado. La disposición para ayudar sin mirar a quien siempre parte de ella.
—Disculpe, ¿Se encuentra bien?
***
Afortunadamente, la compañía de Corina le dio tal serenidad al hombre desconocido que mantuvieron una agradable conversación por un lago rato. Ella se sorprendió de sí misma, pues, tenía mucho tiempo sin tener una charla amena con alguien que no fuera alguna de sus amigas. Se sintió cómoda, mientras tocaron cualquier tema sin mucha importancia y que no abordaba grandes cosas que tuvieran que ver con sus vidas privadas, pero llegó un momento en el que tuvo curiosidad por saber un poco más de la identidad del sujeto.
En aquel preciso instante en el que se animaba a indagar, su teléfono comenzó a sonar. Sus amigas intentaba comunicarse con ella.
—Discúlpeme, debo contestar —dijo al hombre y descolgó.
—¿Aló?
—¿Mujer, en dónde te has metido? Tenemos mucho tiempo buscándote y nos estamos preocupando.
—Tranquilas, estoy bien. ¿Dónde están ustedes?
—Estamos en la salida del hotel, la que conduce a la piscina y luego a la playita. Como son las 4 a.m., quisiéramos aguardar un poco más para ver el amanecer. ¿Te esperamos por acá?
—Okey, okey. Ya voy para allá. Bye.
Cuando se puso de pie para despedirse, él la tomó por sorpresa, dándole un inesperado beso en los labios. Algo en el interior de Corina se removió y empezó a experimentar un calor que se extendía desde el interior de su pecho. Aquello le asustó enormemente. Tan pronto como reaccionó, se liberó del beso, golpeando al hombre en sus genitales con la rodilla para culminar con una fuerte bofetada, dejándole su mano marcada en el rostro. Estaba indignada por el atrevimiento de él y a la vez aterrorizada.
—¡No sé cómo pudo mal interpretar las cosas!
—Lo-lo siento... No quise ofenderla... Espere...
—Pues lo hizo. ¡Adiós!
Corina no le permitió terminar ni una sola palabra más y se marchó rápidamente, necesitaba alejarse lo más pronto posible, tenía miedo de eso que sintió, pero iba agradecida porque el hombre era un desconocido y sería improbable que alguna vez se lo volviera a topar.
***
—¡Hola chicas, ya estoy acá! Se me fue el tiempo sin percatarme —dijo Corina al encuentro de sus amigas.
—No te preocupes, ¿en dónde te habías metido? Ya nos estábamos asustando —preguntó Diana en un timbre de madre molesta, a la vez que comenzaron a caminar hacia la arena.
—Estuve en el jardín cercano al salón, salí a tomar aire y me encontré con un chico que estaba bastante melancólico, no podía dejarlo así, saben cómo soy y, pues, luego de haberse tranquilizado estuvimos conversando un buen rato.
—¿Ah, si? ¡Qué buen avance!
—Creo que si, fue agradable hasta que me venía ¿¡¡Pueden creer que el hombre me besó de así como así!!? ¡Es un atrevido!
—¿¡En serio!? ¿Tú qué hiciste?
—Lo golpeé en la entrepierna —respondió Corina encogiendo los hombros.
Sus amigas se rieron a carcajadas por la reacción que tuvo, que evidentemente fue más una respuesta nerviosa. La conocían.
—Pobre hombre, creo que lo dejaste sintiéndose peor. ¿Pero no fue demasiado? ¿Era guapo al menos? —preguntó Avril.
—¿Será que si me pasé? Y si, digamos que era bien parecido, pero eso no le quita lo atrevido. Igualmente es alguien que nunca más veré, no supe cómo se llamaba —hizo un además con la mano con el que buscaba restar importancia—. Así que, ya no importa y no te imagines una novela muy romántica de esto, Av. —culminó Corina con humor.
Las tres chicas continuaron caminando por la arena hasta encontrar un lugar ideal en donde esperarían el amanecer, entre sus anécdotas de esa noche.
La majestuosidad del alba tiñó de naranja sus pieles, el sol se asomaba al final del horizonte marino, con el sonido de fondo del oleaje llegando cerca de sus pies. Se concentraron en aquella vista magnífica con la vasta playa solo para ellas a esa hora, el tiempo que esperaron valió cada segundo.
***
El móvil de Corina sonaba sin cesar a mediodía, despertándola con pesadez para tomarlo. Cuando observó que se trataba de su jefa, esto la hizo espabilarse. Contestó de inmediato.
—¿Si, dígame sra. Anna?
—Hola Corina, espero estés bien y disculpa que te moleste hoy domingo.
—Está bien. ¿Qué se le ofrece?
—Necesito de tu disposición mañana a las 9 a.m., para una reunión...
—Okey, no tengo problema con ello, ¿será en la oficina?
—No, será en el restaurante Bagatelle de la 5ta avenida. Verás, éste es un cliente de bastante peso y muy muy importante, pero sumamente difícil, es por esto que necesitamos que seas quien nos represente, eres nuestra mejor publicista y relacionista; además, tienes mucha paciencia con este tipo de clientes. Él va a empezar a invertir en el negocio de los casinos... te estoy enviando la información que necesitarás a tu m@il.
—Vaya, tenemos mucho tiempo esperando una oportunidad como ésta —añadió enarcando sus cejas, esto despertó su sagacidad—. Bueno, como siempre, pondré todo mi esfuerzo. Gracias por tu confianza.
—Perfecto Corina, no dudo de tus habilidades y profesionalismo, nos vemos mañana después de la reunión y, suerte. Besos...
—Hasta mañana.
El sueño ya se había ido cuando colgó, así que Corina se levantó de la cama y empezó a recoger sus cosas para retornar a casa, por supuesto, después de levantar a las chicas y comer algo. Sabía que al llegar a su hogar tendría que trabajar para dejar todo en orden para el siguiente día, cosa que no le molestaba porque le apasionaba lo que hacía y la mantenía ocupada.
«Bueno, esto será un gran reto. Será una mañana interesante...»
***
El estacionamiento del Hotel Ventura era al aire libre, rodeado por un muro de al menos un metro de altura que permitía divisar el mar desde ese punto, las instalaciones de aquel imponente parador fueron aprovechadas para poder vislumbrar el paisaje casi desde cualquiera de sus rincones.
Corina había guardado su equipaje en el auto y se encontraba esperando por sus amigas en el estacionamiento, mientras, contempla la belleza del horizonte y disfrutaba de las caricias de la brisa de la tarde antes de partir, eso le generaba profunda paz y sentía como si se recargaba de una buena energía. Su armonía se vio interrumpida por la voz chillona de una rubia esbelta y coqueta que prendía del brazo de un caballero que estaba de espaldas, a quienes su servidor les guardaba el equipaje en un llamativo auto deportivo. Corina los ignoró y continuó mirando el panorama.
—Frank, Sasha y yo nos vamos en el deportivo, tu continúa investigando lo que te pedí. Nos vemos mañana.
—¡Oh, si! ¡Me encanta la idea! —dijo la rubia eufórica.
—Okey, sr. Bustamante. Hasta mañana.
Al escuchar ese apellido Corina volvió rápidamente su vista en aquella dirección con gran curiosidad, quería ver el rostro del famoso Albert Bustamante, pero por más que lo escrutó a lo lejos no lo logró. Entre la gorra, los lentes de sol que él usaba y la cabellera de la despampanante rubia no lo permitieron, ya que ésta apoyaba su cabeza en el hombro de Albert, como si fueran una pareja de recién casados.
—¡Hey, Cora! Esperamos por ti.
Con esto, ella no había notado que sus amigas ya la esperaban, por lo que dejó de curiosear.
A los oídos de Albert llegó el llamado que le hicieron a Corina, él estaba a punto de subir a su deportivo y se detuvo, miró a su alrededor con interés, pero solo vio a una chica de vestido largo ligero y sombrero de alas anchas que subía rápidamente a un auto, sin poder distinguir su rostro.