El sonido del despertador se escuchó en cada rincón de la habitación de Albert, marcando las 5:30 a.m., inmediatamente, él lo desactivó como era de costumbre, solía despertar antes de que sonara. Él se levantó sin titubear, se colocó su ropa deportiva y salió a trotar por media hora, antes de iniciar con su rutina de ejercicios en el gimnasio de la mansión. Al culminar con su juicioso entrenamiento, tomó un baño y se arregló para irse a trabajar, luciendo uno de sus costosos trajes hechos a la medida. Una vez listo, bajó al comedor en donde Aura, su ama de llaves, ya tiene su desayuno en la mesa con su respectivo café bien cargado, como todas las mañanas, a la misma hora. Albert era muy organizado, con hábitos matutinos planificados minuto por minuto; un hombre estricto con la puntualida

