Era de madrugada cuando Corina se encontraba preparándose para ir a la cama. Estaba exhausta por todo el trabajo que había tenido que realizar para tener todo al día y cumplir perfectamente con las fechas pautadas para las entregas de cada prueba o boceto a Albert y, por supuesto, la culminación en el tiempo establecido. Temprano en la mañana tendrían que reunirse nuevamente, pero esta vez sería en la oficina de él. Corina se recostó y se quedó con la vista fija en el techo de su habitación, llegando a sus recuerdos el beso inesperado de Albert hacía algunas pocas noches atrás, lo cual le robó un suspiro que la hizo parpadear varias veces y fruncir el ceño como si se acabara de molestar consigo misma por lo inaudito que aquella exhalación fue. Se propuso levantar un muro aun más alto que

