Antonella
Empecé a caminar, solo esperaba que él siguiera su camino y dejara el mío como hasta ahora, en “paz”
—¡Antonella! ¿Por qué huyes de mí? —dijo tomándome del brazo, haciendo que me girara quedando a escasos centímetros de él.
—¡Suéltame!, y no, no huyó, solo quiero estar lo más lejos de ti —respondí, y la jale mi brazo, mientras lo miraba fijamente a los ojos.
—Antonella, creo que debemos hablar, me da gusto volver a verte, es más, quiero hacer las paces contigo —dijo, por alguna extraña razón siento que no puedo volver a confiar en él, no.
—En cambio yo no siento gusto volver a verte, es más me da asco verte —dije, acomodé mi bolsa y empecé a caminar hacia el otro el elevador.
—¡Antonella!, espera no te vayas —dijo una vez más tomando de mi brazo.
—¡Suéltame!
—No, quiero, deseo hablar contigo, jamás pensé encontrarte aquí, te busqué por mucho tiempo, y la verdad me siento feliz en volver a verte. —Dios, otra vez no.
—¿Interrumpo algo?. —Me giré al mismo tiempo que Eduardo tenía en su rostro una cara de felicidad. Rodé mis ojos, ¿Acaso tengo que soportar algo más?.
—Para nada amigo, solo me sorprende ver a tu novia aquí, y como bien sabes me alegro y solo vine a saludarla —dijo Eduardo con efusividad. Yo solo fruncí el ceño, falta ser cínico.
—Antonella no es mi novia —respondió de inmediato Emilio, su mandíbula estaba tensa, al igual que sus puños estaban doblados, se que estaba echando chispas de eso no me cabe la menor duda.
—Vaya, vaya esto sí es una novedad —dijo Eduardo mirándome lascivamente, la verdad me da asco.
—Creo que ustedes tienen mucho que hablar —dije y empecé a caminar nuevamente, rogando que este par dejarán de mirarme de la manera que lo estaba haciendo.
Seguí mi camino, afortunadamente al oprimir el botón del elevador las puertas se abrieron de inmediato, me sentía incómoda, con ira, volver a ver a Eduardo hizo que se me resolviera absolutamente todo.
Pensar que alguna vez lo consideré como mi amigo, o al menos al el ser amigo de Emilio eso pensaba, pero no, el muy cretino solo quería aprovecharse de mi.
Moví mi cabeza, respiré profundo y espere a que las puertas del elevador se cerrarán, solo que justo antes que las puertas del elevador se cerrarán una manos lo impidieron.
Rodé mis ojos al ver que era precisamente Emilio, quien detenía la puerta.
—¿Y ahora que quieres Emilio? —dije exasperada, lo último que quiero es seguir con ese juego y más con el.
—Solo quería saber si estás bien —respondió.
—Si, y gracias por preocuparte, ahora me podrías dejar bajar, quiero irme —dije.
—Antonella. —Alce mi mirada. —¿Que sentiste volver a ver a Eduardo —dijo mirándome fijamente, escrugriñando en mi mirada, ¿Acaso que quería que le dijera, que estaba emocionada.
—Ahora no tengo tiempo para tus preguntas sin sentido, y mejor vete creo que Alberto debe estar esperando para que tú tomes lo que sea que estás reclamando —dije, me giré y oprimí el botón, tal vez así Emilio saldría del elevador.
—Estoy reclamando lo que me pertenece, por qué no pienso dejar que una arribista como tú de quedé con lo mío, ya fue suficiente con enviar a mi madre a un manicomio —dijo, sus ojos estaban cargados de rabia, ira, y yo solo quería irme casa, ya estoy arta de sus reclamos absurdos.
—¡Mira cariño!, yo a ti mamacita nunca le hize nada, ni la conozco, ya estoy arta de tus insultos.
—No son insultos, es la verdad, mi madre estaba bien, y tú solo la enviaste a un manicomio para meterte con mi padre, y todo por el maldito dinero —dijo sujetando fuertemente de mis hombros, lo mire bastante ofuscada.
—¡Suéltame Emilio!, me estás haciendo daño, no tengo por qué darte explicaciones, pero tu papito ya está bastante grandecito para saber con quién se quiere casar o no, y con respecto a tu mamita yo no le hixe absolutamente nada, claramente veo que el dinero te eata volviendo loco —dije tratando de soltarme de su agarre.
—¡Es mentira!, tu volviste loca a mi madre, quien sabe que diablos le hiciste, Pero se que fuiste tú —dijo mientras me zarandeaba de lado a lado.
—¡Emilio ya suelta a Antonella! Creo que le estás haciendo daño. —Emilio me soltó al escuchar las palabras de Eduardo, quien entró también en el elevador.
—Eduardo es mejor que me esperes en la sala de juntas, yo tengo algo muy importante que hablar con Antonella. —Rodé mis ojos, lo menos que quiere Emilio en este momento es hablar.
—No, tu padre está ya bastante ofuscado con los papeles que le acabo de mostrar, así que vamos, creo que Antonella no se siente nada bien, eres un caballero y esa no es la manera de tratar a un dama como Antonella —dijo Eduardo. Vaya aparte cínico, ahora quiere defenderme.
Emilio llevo sus manos a la cabeza, y por escasos segundos ví que en su mirada demostraba arrepentimiento, cosa que no creo que sienta, el nunca me había lastimado de esta manera en que lo estaba haciendo, definitivamente está completamente loco.
—Esta bien vamos, solo dame unos segundos con Antonella —dijo nuevamente, alce una ceja, para nada me iba a quedar callada.
—Creo que usted y yo no tenemos nada que hablar Emilio, ya fue suficiente con maltratarme, es mejor que vaya a jugar al empresario feliz —dije con una enorme sonrisa dibujada en mi boca, bueno, era mi tiempo de desquitarme.
—Mira Antonella, ni creas que te saldrás con la tuya, y de eso me voy a encargar yo mismo, eso te lo prometo, puedes estar segura que nunca vas a volver a ver ni un solo centavo de mi padre y mucho menos de mi madre.