Capítulo 4: La Percepción Inquieta de Adrián
La nueva de que Valeria y yo nos íbamos a casar se esparció por el pueblo más rápido que chisme en vecindario. La gente celebraba la noticia, viéndonos como la pareja que rompe todos los esquemas sociales. Pero, entre tanta felicidad que rodeaba a Valeria, la sombra de Vanessa se asomaba amenazante.
Los preparativos para la boda iban a toda máquina, y Valeria intentaba hacer malabares entre las expectativas de una ceremonia perfecta y la carga emocional que llevaba a cuestas. Cada detalle del evento, desde el vestido de novia hasta las flores, se convertía en una distracción momentánea ante la verdad que estaba a punto de salir.
Yo, embriagado por la alegría del compromiso, estaba metido de lleno en la planificación de la boda con puro entusiasmo. Pero, ojo, no podía hacerme el loco ante las grietas que veía en la cara feliz de Valeria. Mis ojos, entrenados para pescar las sutilezas, notaban la sombra que nublaba la mirada de mi chica.
Un día, paseando por el mercado local, la paré a Valeria con suavidad y la miré con preocupación. "Valeria, sé que algo te inquieta. Puedes contar conmigo", le solté, con los ojos reflejando la sinceridad de mis palabras.
Valeria titubeó, con la presión de la verdad apretándole el pecho. Antes de que pudiera largar palabra, Vanessa apareció como un vendaval, arruinando el momento con una sonrisa forzada.
"¿Todo bien, hermana? ¿Adrián está cumpliendo con sus deberes debidamente?" preguntó Vanessa, con su tono lleno de sarcasmo.
Valeria asintió débilmente, pero la sombra de la duda se alargaba en mis ojos. Vanessa, maestra en su actuación, cambió el tema hacia chismes triviales sobre la boda, tapando la preocupación que había en el rostro de Valeria.
Esa noche, en la paz de nuestro hogar, Valeria se veía en apuros. El amor que sentía por mí chocaba con la lealtad hacia su gemela malvada. Sabía que más temprano que tarde, la verdad iba a salir a flote, pero le daba miedo el dolor que me podría causar.
Mientras tanto, Vanessa subía la apuesta en su juego maestro. Le daba a su esposo con crueldad, asegurándose de que cada acto oscuro quedara lejos de las miradas indiscretas. Valeria, siendo testigo mudo, sentía cómo la presión de su doble vida iba en aumento día tras día.
Yo, por mi lado, empecé a atar cabos. Las noches de insomnio me llevaban a pensar en las miradas esquivas, los susurros bajitos y esa sensación de que algo turbio estaba acechando. La semilla de la sospecha crecía, y la duda se convertía en una sombra alargada sobre mi felicidad.
Para aclarar mis preocupaciones, decidí hablar con Vanessa. Le pedí sinceridad, quería saber qué onda con la hostilidad que sentía en nuestra relación. Vanessa, lista como siempre, jugó el papel de víctima, pintando a Valeria como una conspiradora que quería separarnos.
Las palabras de Vanessa dejaron más dudas en mi mente, pero la chispa del amor que sentía por Valeria todavía ardía fuerte. Decidido a descubrir la verdad, me puse como meta desentrañar los secretos que amenazaban con hacer pedazos nuestra relación.
En el próximo capítulo, la verdad va a salir a la luz poco a poco, mientras me lanzo en una búsqueda de respuestas y Valeria lidia con la difícil decisión de revelar la cruda realidad que la rodea. ¡Esto se pone más intrigante que una novela de suspenso!